Jaime Rosales: ‘Estuve a punto de dejar el cine tras «Sueño y silencio»
Filmoteca de Catalunya
Lleva 15 años dedicado a la dirección de cine y con seis películas a sus espaldas el cineasta catalán residente en Madrid, Jaime Rosales, es objeto de la retrospectiva «Auster i precís» que le dedica la Filmoteca de Catalunya coincidiendo con el estreno de su nueva creación, «Petra», una película a través de la cual persigue y consigue innovar en sus recursos narrativos, y ofrecerle al espectador algunos elementos distintos a todas y cada una de sus anteriores propuestas.
Rosales siempre tiende a explorar los límites del lenguaje cinematográfico cada vez que se pone a pensar un nuevo proyecto, y esta vez la certera posibilidad de contar con su presencia en Barcelona nos proporcionó una oportunidad de oro para conocer de primera mano su esquema conceptual como realizador de cine.
De entrada, el director reveló que había estado a punto de dejar el cine después del estreno en 2012 de «Sueño y silencio», su cuarto film.
Durante su masterclass en Barcelona contó que el hecho de haber superado esa crisis le permitió abrir una nueva etapa en la que cree que debe de pensar más en el espectador, siempre preservando la parte más artística del cine por encima de la industrial.
Rosales distingue tres principios básicos sobre los que cree que se sustenta el proceso de hacer películas: el primero es el presupuesto económico que se necesitará para ejecutarlo; el segundo es calibrar la dimensión dramática que desarrollará una idea original, consciente que «desde la dramaturgia se destilan muchos elementos temáticos, de manera que contar una historia te lleva a unos temas, contar otra te lleva a otros»; y el tercero pasa por su magnitud estética, puramente fílmica, con la que piensa que «el cine tiene una característica que le es muy propia y que tiene que ver con la manera de filmar y de utilizar el sonido».
«El cine es una experiencia emocional»
Para Jaime Rosales el cine como arte es una revelación que atraviesa el artista, «quien conoce unas prácticas, una manera de hacer cosas que responden a una relación extraña entre intuición y consciencia, que le permite que la revelación de la verdad ocurra a través de su obra. El artista no sabe cuál es la verdad, porque si la supiera no usaría la vía del arte, sino la de la ciencia o la de la filosofía. Y esa verdad tiene un impacto emocional a través de reconocer lo humano de manera clara y nítida como no se encuentra en otros lugares. Esa verdad se siente y luego se puede pensar» -reflexionó-.
La matriz
«Yo creí que «Sueño y silencio» iba a ser mi matriz, pero la industria no me dejó» -asegura el director catalán-. «No sabes lo que te depara el destino -añade-, pero es cierto que hay muchos directores que tienen una sola matriz y esa matriz es admirable. Yo no tengo ningún problema con esos directores que fijan una matriz que le es propia, la han creado cada uno de ellos, es original. Ellos sí que están autorizados a repetirla. Lo que no me parece bien es copiar la matriz de otro».
Rosales es de la opinión de que quien adopta la matriz de otros no está haciendo arte, sino artesanía, y cree que lo del artesano sólo tiene un gran valor si el artista sobre el que copia el estilo es un mediocre. En caso contrario, piensa que es mejor buscar repetidamente tu propia matriz, tal y como él ha estado haciendo, aunque ahora dice que se está cansando de tanta matriz nueva y está mirando si copia de sus propias matrices de trabajos anteriores. Y como artistas que han encontrado y perfeccionado su propia matriz, reconoce a Ozu y a Almodóvar.
Cómo filmar el sexo y la violencia
A propósito de una secuencia de la ópera prima (Las Horas del Día) del realizador, seleccionada y proyectada por Esteve Riambau durante la masterclass, Jaime Rosales habló sobre los problemas de espacio y tiempo en el momento de dilucidar cuánto ha de durar una escena.
Y como la secuencia mostrada era violenta, también habló sobre la ética y estética a la hora de filmar la violencia y el sexo. Para él, la muerte es bastante más difícil de rodar que el sexo ya que el sexo tanto se puede fingir como puede ser real, mientras que la muerte tan sólo se puede fingir. «No fingir el sexo también supone un posicionamiento estético y moral» -agregó-.
«Curiosamente, la violencia casi siempre la he filmado de forma parecida y la gente piensa que es por motivos éticos, pero en realidad ha sido por motivos muy prácticos. Como no puedo filmarla en una realidad, busco cómo escamotear la muerte, y entonces esa manera de hacerlo resulta que la gente encuentra que es una solución muy creativa y muy brillante, aunque en el fondo es porque no he sabido hacerlo, porque no se puede hacer mejor» -reflexionó-.
La primera secuencia
Para Rosales, el plano inicial y el último son lo más importante de una película y lo demás es relleno, ya que es de la opinión de que esos primeros minutos tienen que contener el ADN, el tema, y ser cuanto más expresivo mejor. Así ocurrió, por ejemplo, en su film «La soledad» donde inventó la polivisión. «Ahí es donde estableces un contrato con el espectador -dice-, le pides que esté atento porque va a ver una película de una cierta complejidad».
«Cuando voy a con mi mujer al cine, veo el primer plano de la película y ya sé si está bien o está mal contada toda la historia. Si está mal, le digo que ya nos podemos marchar, y creo que he acertado en el 95% de las veces. Ella se sorprende mucho, me pide que nos quedemos un poquito más, y al cabo de 20 minutos me dice que nos vayamos. Porque el plano inicial de una película es tan importante que si el director no ha pensado la importancia de ese plano, nada me indica que va a pensar en la importancia del resto. Si eso está mal, tiene unas inmensas posibilidades de que vaya mal, a no ser que el director no conozca su oficio pero tenga una chimba y le salga estupenda la película. Pero realmente si ese plano de inicio está mal, es que todo va a ir mal» -asegura categórico-.
Los conflictos políticos
Rosales estrenó en 2008 aquella polémica película titulada «Tiro en la cabeza» en torno al conflicto vasco, en la cual quiso aplicar un estilo que enfatizaba cómo podría ser aquella gente de ETA que sólo se expresaba a través de las armas.
«Para mí el cine es arte e industria y en esa película quizá me pasé de arte y falta un poco de industria, y la verdad es que la industria me lo sancionó, pero es una película muy personal que responde a una ventana de oportunidad política que se tiene en ese momento, lo mismo que ocurrirá en Catalunya para resolver el conflicto en el que estamos; y hace poco hablaba con una persona de la Generalitat que me preguntaba que cuándo haré un filme sobre el tema, y le respondí que cuando lo vea, haré una película».
«Petra», rodada en 35mm
«Rodar en 35mm a mí me parece que es lo natural. Es una tragedia que no se encuentre película y he tenido que hacer toda la posproducción en Francia porque no quedan laboratorios que la hagan en España» -explicaba el director en la Filmoteca de Catalunya-. A Rosales, que ofreció a la Filmoteca su copia de «Petra» en formato fílmico para su pase, le parecería óptimo que en España hubieran subvenciones y mejora de puntos específicos para aquellos cineastas que decidan rodar en película tradicional. La camarógrafa de «Petra» fue nada menos que Hélène Louvart, la misma que ha trabajado en «Lazzaro Felice» o para Marc Recha y otros tantos directores europeos.
¿Analógico o digital?
Aunque pueda no parecerlo, la cuestión de si el rodaje en película emulsiva pudiera ser un asunto anacrónico es algo que queda demostrado que no es del todo así, pues hay directores que todavía siguen rodando con la película que todavía Kodak fabrica y comercializa.
Al respecto de este tema, Jaime Rosales hizo en Barcelona dos consideraciones: «En primer lugar, el analógico lleva una praxis que tiene sentido por la naturaleza de cómo es el analógico. En 35mm el material es caro, es difícil de manipular y es pesado, con lo cual exige que cuando se está rodando se tenga mucha atención sobre lo que se está poniendo delante de la cámara, ya sea en una situación de documental u otra de ficción. La intensidad puesta en el momento del rodaje, plano a plano, en el analógico, lleva a una utilización muy restringida».
«Al digital no le ocurre eso -continúa diciendo- porque no tiene coste una o cien tomas. Son cámaras ligeras. No requiere una misma praxis. Entonces, se puede rodar mucho, una gran cantidad, y se pueden rodar cosas muy banales que luego se podrán ir descartando, esperando que algo funcione. Pero esa intensidad, en la práctica es diferente. Yo he nacido desde esa práctica de precisión, y entonces me cuesta mucho rodar en digital».
«El material se conserva mejor en 35mm que en digital»
Rosales cree que mientras que el digital nació para transitar y desaparecer, no para durar, «la película en 35 puede tener hongos o problemas parecidos que le afecten, pero tiene mejor conservación. En última instancia, al final ¿qué es una obra artística cinematográfica? Desde mi punto de vista es algo que alguien piensa para que dure, para que sea transmitido a las generaciones futuras».
Y por último, puntualizaba: «La obra artística está hecha para durar, y también para alcanzar lo sublime. Pasa también en la arquitectura: yo creo que el hormigón no eleva la sensación plástica como lo hace la madera o la piedra, que son materiales más nobles. Y esto es una cosa que parece que en España soy el único que lo piensa, porque nadie presta atención y a todo el mundo le parece muy bien que se hagan las cosas en digital. Es una pena, porque yo solo desde luego no voy a poder aguantar el coste que supone el analógico».
©José Luis García/Cinestel.com