«Foxcatcher» de Bennett Miller; lucha libre, valores y principios

Es obvio que desde ya hace unas cuantas décadas los deportes, unos más que otros, han adquirido una gran importancia como elemento de cohesión de los deseos del imaginario colectivo en sus aspiraciones, casi siempre muy poéticas y sobre todo inalcanzables. Tras sus dos éxitos anteriores, «Truman Capote» y «Moneyball», el director estadounidense Bennett Miller se acerca en su tercera ficción a la historia real de un excéntrico millonario con una personalidad complicada que engatusará a un ganador de la medalla olímpica en lucha libre para irse a vivir a su lujosa hacienda con la idea de montar juntos un equipo que representará al país en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988. Pero el precio que tendrá que pagar por ello va a ser alto.
Sucedió durante los años ’80. El acaudalado empresario John du Pont (Steve Carell) consiguió convencer al ex-campeón olímpico de lucha libre Mark Schultz (Channing Tatum) para que se trasladara a vivir al centro de entrenamiento de la granja «Foxcatcher» de su propiedad, teniendo que separarse de su hermano David (Mark Ruffalo), que había sido su entrenador y quien previamente también había ganado la medalla olímpica. Lo que en un principio se percibe como una ventaja para el deportista, poco a poco se va convirtiendo en una especie de relación recelosa entre algunas de las partes.
Con una narrativa basada en unos personajes difíciles con personalidades complejas en lugar de simplemente construir una trama, Miller nos desglosa una dinámica triangular entre los tres que tiene mucho que ver con relaciones de co-dependencia, celos, e incluso una lealtad mal entendida de Mark hacia el empresario, posiblemente influenciada por un hermano algo más mayor bastante brillante en la gestión de su universo social, deportivo y personal. Du Pont es un ser acomplejado, reprimido, rígido e inexpresivo, mientras que Mark se muestra inseguro cuando no está con su hermano, y cuando se enfada se da golpes a sí mismo en el rostro.
Con el patriotismo como excusa, Du Pont irá tejiendo con Mark un tipo de relación cada vez más destructiva en la que se mezclarán los deseos de fama y notoriedad con el deporte, y las metas que se ha propuesto alcanzar con los excesos. Y todo ello con ligeras dosis de mezquindad añadidas, como la facilidad con que un cheque de 10.000 dólares les puede hacer cambiar a algunos sus principios más elementales, o también cómo se puede mentir abierta y descaradamente delante de las cámaras igual que lo hace por temor ante su propia madre autoritaria.
©José Luis García/Cinestel.com