“H.” de Rania Attieh y Daniel García; moderna tragedia clásica griega

Dos mujeres que tienen el mismo nombre son el eje de la historia que cuentan estos dos realizadores estadounidenses, presentando una propuesta sustancialmente distinta a sus anteriores películas, cuyas referencias ya conocen los lectores de Cinestel por un artículo anterior. Ambas se llaman Helena, de ahí el título del filme, pero no se conocen aunque las dos van a tener una extraña vinculación con el tema de la maternidad. Los traumas dolorosos, el papel de la mujer en el contexto de la pareja y la filosofía con la que nos tomamos la vida, completan la naturaleza de este proyecto con el que Rania Attieh y Daniel García se han reinventado y nos dejan perplejos y algo desorientados.
En realidad, “H.” nos descubre una interpretación moderna de la tragedia clásica griega ocurrida en Troya, en la que estas dos mujeres son casi un espejo la una de la otra, viven en la ciudad neoyorquina de Troy, y parecen acongojadas por el mismo trauma: una deseada concepción de descendencia que nunca llega. La primera Helen tiene 60 años, vive con sus esposo Roy y cuida de su pequeño “muñeco renacido” como si fuera un niño vivo. La segunda Helen tiene unos 30 años de edad, está embarazada de cuatro meses, y ha desarrollado una exitosa carrera artística al lado de su compañero sentimental Alex.
Una noche, algo cae del cielo y explota sobre la ciudad. A raíz de este suceso, cosas extrañas e inexplicables comienzan a suceder. La más sorprendente de todas ellas será que las vidas de ambas mujeres llamadas igual, parecen estar fuera de control. A partir de ahí, los dos realizadores exploran incertidumbres, sueños y pesadillas, en una especie de tragicomedia que a ratos aparenta estar unida a la experimentación cinematográfica. El sinsentido en el hogar, el temor a las noticias trágicas que se emiten por televisión, la falta de ternura conyugal, el desánimo y la hipocondría conforman un cóctel que poco a poco se va transformando en un tono más delirante en ambos casos.
García y Attieh abordan esta experiencia desde un tipo de narrativa diferente a lo que habían hecho hasta ahora. Como si tuvieran interés en contar un cuento, estructuran la película por capítulos, colocan a un caballo desbocado como nexo visual entre ellos, -excelente la fotografía-, aprovechan un hecho real consistente en una gran cabeza escultórica flotando sobre el río Hudson, y apelan a la imaginación del espectador a la hora de mostrar los estados de ánimo de sus personajes, en un trasfondo de suspense psicológico amenazado por la tragedia. Es posible que este surrealismo tan explícito demande un mayor esfuerzo por parte de los espectadores, cada uno de los cuales construirá “su” película, si bien la realidad misma algunas veces tiene cosas extraordinarias que tampoco tienen explicación. Compleja, reflexiva e irónica a ratos esta coproducción de los Estados Unidos con Argentina.
José Luis García/Cinestel.com