«Habi, la extranjera» de María Florencia Álvarez; reinventándose
Entrevista a la directora.
¿Qué sucedería si alguien en algún momento a la edad de veinte años decidiera deconstruir los elementos que le han caracterizado e iniciar un aprendizaje para transformarse en una persona nueva? María Florencia Álvarez estuvo durante mucho tiempo indagando esta posibilidad para la que sería su ópera prima, una interesante película en la que una chica argentina del interior llega a Buenos Aires y sin saber por qué, intenta hacerse pasar por una islámica involucrándose en esa comunidad religiosa.
Analía (Martina Juncadella) viaja a Capital Federal para repartir unas artesanías y, mientras cumple su tarea, llega por error a un velorio musulmán donde, desconcertada y fascinada, participa del rito y recibe pertenencias de la difunta. Poco a poco va dilatando su regreso, la ciudad la hace sentir una extranjera, y despierta en ella una sensación de libertad adormecida. Cambia su nombre por el de Habiba Rafat y consigue trabajo en un supermercado de libaneses donde se siente atraída por otro joven (Martín Slipak).
«Habi, la extranjera» nos presenta una comunidad que está ahí, en la gran ciudad, pero que muchos desconocen por ese factor de sectarismo que todas las religiones tienen o, al menos, así son interpretadas por sus respectivos fieles. Álvarez pretendió que el espectador pusiera su punto de mirada en la recién llegada y su crisis de identidad personal y lógicamente nos presenta a casi todo el resto de personas en un estado de bienvenida que siempre diluye sus conflictos internos hasta que afloran tiempo después -no es el caso de la película-. Sabiamente, para evitar que sea tildado como un film amable, la realizadora y autora del guión hace emerger otro conflicto más con una vecina del hostel donde está hospedada.
La directora nos ofrece sus impresiones en diálogo con Cinestel.
– ¿Es la primera vez que el cine argentino trata el tema de la presencia de creyentes musulmanes en Buenos Aires?
No se había hecho nada al respecto pero hace muy poco, este mismo año, se estrenó un documental que yo no pude ver llamado «Beirut, Buenos Aires, Beirut» que trata sobre una chica argentina que tiene raíces en el Líbano y hace un viaje para descubrirlas personalmente. Aunque no lo vi, conozco a parte del equipo y alguna vez me los he encontrado en la mezquita donde habían ido a hacer algunas entrevistas, así que creo que esta película también debe tener algo del Islam pero me imagino que el punto de vista debe ser diferente porque siendo sobre la búsqueda de los orígenes no sé si mostrará al Islam en Buenos Aires.
– En «Habi, la extranjera», ¿Analía es una chica obsesivamente mentirosa o es que le surgió así sin pensar y no sabe detener esa mentira?
Eso es algo medio paradójico porque yo creo que se podría decir que es la primera vez que está diciendo la verdad o, más bien, que a través de una mentira es la primera vez que está siendo sincera o viviendo algo sincero de algún modo. Me parece que ella toma una decisión apresurada o incorrecta que es cuando se tiene que presentar como consecuencia de su inseguridad diciendo un nombre que leyó por no poder nombrarse a ella misma y a raíz de ahí, se agarra de eso y empieza a vivir esta experiencia a través como de una máscara. Entonces entiendo que miente, pero en realidad desde un lado de tratar de sincerarse también ante ella.
– Por las reacciones que Habi tiene de miedo ante ciertas peleas, ¿puede deducirse que quizá ha tenido un pasado algo conflictivo en el terreno familiar?
Sí, podría decirse que son situaciones que tocan algún punto íntimo de ella. Yo creo que a todas las mujeres el tema de la violencia de género nos toca directa o indirectamente porque, aunque no tenga que ver con alguna vivencia que te haya sucedido, a mí por lo menos la violencia de género sin haber tenido ninguna experiencia en mi persona, es algo que me toca muy profundo y que nos ocurre a todas las mujeres.
– No sé si es que lo pensé así cuando vi la película por haber vivido yo con una familia musulmana en Asilah (Marruecos), pero como espectador me di cuenta de que una de las que menos aparece es la esposa del dueño del supermercado, aun cuando se les ve cenando juntos. ¿Fue hecho así por tu parte para tratar de evitar ciertos códigos entre mujeres islámicas que habrían puesto en peligro la falsedad sobre su identidad?
La verdad es que nunca estuvo en ese ámbito la mujer dentro del supermercado pero no fue algo que yo no quisiera poner, porque sí estaba en otras escenas como el cumpleaños del dueño del local y ahí aparece la mujer que le preguntaba sobre la receta que ella había traído y después la llevaban hasta la pensión de ella y compartían un momento en el auto. Creo que no son amigas porque el único vínculo de amistad con mujeres islámicas que está dado es con su amiga Yasmin y tiene los límites que tiene respecto a la mentira hasta donde ella se puede vincular con eso.
Yo me di cuenta que a mí si viene alguien y me dice que nació en la India o en la China o que vivió acá, yo la verdad que de entrada le creo. A vos cuando alguien va y te dice algo no estás investigando a ver si eso es verdad o no. Más allá de los vínculos de las mujeres musulmanas, me parece que uno toma lo que dice el otro en principio como el otro lo presenta y eso es funcional para la trama. Si yo hubiese querido hablar de otra cosa, hubiese introducido otros elementos probablemente.
– Claro, pero yo lo estaba viendo desde el punto de vista de que el espectador sí lo sabe, conoce esa mentira desde el principio de la película y en cierta forma está a la expectativa de descubrir el momento en el que resto de personajes se van a dar cuenta de ese juego involuntario de Analía. Existe esa dualidad irremediablemente en la película que a mi juicio enriquece la trama y me pareció un acierto que no hayas profundizado excesivamente en ese universo femenino islámico en el que las mujeres se mueven entre ellas con muchísima perspicacia, complicidad e inteligencia. Sí que te quería preguntar por los personajes del reparto, ¿son la mayoría pertenecientes a la comunidad musulmana de Buenos Aires?
Todos los personajes que en la película hacen de musulmanes, lo son en la realidad menos los principales que son actores no musulmanes, que tuvieron que interiorizarse en el tema en los roles de su amiga Yasmin y Hassan, el que hace de enamorado y de hermano para sí mismo. Los demás, el del supermercado y toda la gente que sale en la clase, en los rezos y en los ritos, son todas personas islámicas de la comunidad.
– La película ha sido posible gracias a un acuerdo del INCAA con Ancine de Brasil y Walter Salles está involucrado en la producción.
Sí, se nos presentó la posibilidad de participar en este concurso y Lita Stantic tenía ganas de trabajar con Walter Salles. Ella le mandó el guión y mis cortos a Walter y a él le interesó el proyecto y fue quien lo presentó al Ancine desde Brasil. Entramos en concurso competitivo con otros proyectos, desde Brasil se seleccionaron dos y «Habi» fue uno de ellos y así fue como entramos en coproducción con nuestro país vecino.
– Ahora que hablabas sobre los cortos, recordaba que en el plano técnico de este largometraje se percibe un buen desempeño. ¿Te dedicas de lleno al audiovisual?
Gracias por el comentario pero no trabajo en el rubro hacia afuera. He trabajado en otros momentos porque como oficio he hecho montaje y he dado clases como asistente. Siempre llevé adelante mis proyectos, así que la experiencia que puedo tener es de los trabajos que he hecho.
– Hay algunas zonas en las que se ven pasillos exteriores estrechos. ¿Tuviste problemas para colocar la cámara en algún punto?
No, tuve la facilidad de trabajar con un muy buen fotógrafo -Julián Apezteguía-, que nunca me hizo notar que había algún problema. Si hubo alguno, la verdad que yo no me enteré porque siempre resolvió todo con mucha naturalidad y sin poner ningún pero para nada de lo que había que hacer. El rodaje en ese sentido fue muy tranquilo y sin impedimentos en cámara y en fotografía. También creo que esto tiene que ver más con actitudes de las personas, sobre todo si tenemos en cuenta no fue una super-producción.
– ¿Y las escenas en las que se ven musulmanes orando fueron rodadas en una mezquita auténtica o usaste otras locaciones alternativas?
Eso es algo que para mí fue muy importante previamente en la película, porque yo siempre estuve acostumbrada a trabajar con ciertos aspectos del documental en mis trabajos, por eso yo quería trabajar en locación real, en una mezquita, y quería que todos los actores que hiciesen de musulmanes fuesen musulmanes realmente y eso llevó bastante tiempo y también supongo que para los productores fue una jugada, porque obviamente para ellos era mucho más sencillo, y yo lo comprendía también así, alquilar un lugar y filmar ahí, teniendo completa libertad de tiempo para disponer del espacio, pero eso fue algo que defendí todo el tiempo como idea y de hecho conseguimos la mezquita y la confirmación de la gente bastante cerca del inicio del rodaje. Después me di cuenta de que la verdad fue que no teníamos un plan B porque yo no iba a hacer un casting e iba a poner a la gente a repetir movimientos.
Al fin y al cabo las cosas se dieron muy bien porque la gente participó y porque pudimos filmar en una mezquita que es un templo poco conocido en Buenos Aires ya que, aunque ahora ha crecido más y tiene una estructura edilicia más importante, cuando yo me acerqué por primera vez, hará ocho años, era una casa exactamente igual a la del al lado y a mí eso me pareció muy interesante como un contexto donde Analía se podía sentir acogida también. Tenemos dos mezquitas más en la ciudad que sí ya son como más importantes, arquitectónicamente más «mezquita» entre comillas, que uno las puede distinguir como tales y este aspecto de una casa como algo más íntimo, más barrial, me interesó desde varios lados porque yo también quería dar una imagen más cálida y cercana donde nos pudiéramos introducir más íntimamente en cierta cotidianidad del Islam, sin entrar en conflictos recurrentes y habituales, aun siendo en el ámbito de la mezquita.
©José Luis García/Cinestel.com