«Hannah Arendt» de Margarethe von Trotta; cómo desbanalizar el mal

Uno de los obstáculos que más alteran la convivencia en términos generales es si verdaderamente sabemos distinguir entre el bien y el mal.
La reconocida cineasta alemana Margarethe von Trotta presenta en «Hannah Arendt» un filme de ficción que nos habla sobre esa distinción y sobre una controvertida teoría acerca de la banalización del mal que pudo verse en Barcelona en una sesión especial, inédita, que clausuraba la 21 Mostra Internacional de Films de Dones y al mismo tiempo abría el 15 Festival de Cine Judío, reflejando la intensa actividad cultural de la capital de Cataluña.
La realizadora ha basado la película en un artículo de setenta y tres páginas que la escritora y periodista judía Hannah Arendt escribió tras asistir en Jerusalem al juicio contra Adolf Eichmann, quien había sido responsable en las SS del transporte de detenidos a los campos de concentración.
La película no es exactamente cronológica pero mantiene el pulso narrativo que esta veterana directora de cine domina a la perfección. En 1960, Hannah Arendt vive en Nueva York, a donde tuvo que exiliarse desde la Alemania nazi junto a su marido, al tiempo que en Buenos Aires el Mossad secuestra a Eichmann y lo traslada hasta Israel para ser juzgado.
El informe que Arendt escribió acerca de la banalidad del mal en el que parecía justificar a algunos de estos individuos, encendió airadas críticas que le provocaron un gran número de problemas. En él venía a decir que se trataba de profesionales que únicamente hacían su trabajo y que habían sido anulados como personas. Según la escritora, eran incapaces de pensar por sí mismos. La cuestión sería dilucidar si ese silencio y no querer pensar era o no otra forma de violencia más sutil pero Hannah Arendt era demasiado categórica como para extenderse mucho más allá de una conclusión inicial. Miedo a equivocarse quizá.
Von Trotta, que en otra etapa de su vida también se desempeñó como actriz en filmes de Fassbinder, reconoció ante la observación de una espectadora, que la decisión de tratar este tema parte de esa necesidad que hoy muchos alemanes sienten de ir a favor de la desbanalización del mal y de solicitar disculpas al mundo entero ante los horrores ocurridos en aquella época. Lo que hizo Arendt venía a significar a los ojos de una mayoría de judíos justamente lo contrario, cuestionar la maldad intrínseca del oficial nazi e incluso dudar de la legalidad de un juicio al que calificó como una farsa vengativa.

Margarethe von Trotta
La cineasta nos muestra ante todo a una mujer que piensa, curiosamente siempre a través de su cigarrillo, y el gran reto que desde un principio se planteaba era precisamente cómo describir en el cine a una intelectual. Es la sexta vez que la actriz Bárbara Sukowa trabaja con Von Trotta y la directora declaraba que «el espectador tiene que ver que ella está pensando realmente. En esta película tiene dos tipos de discurso. Arendt fue profesora en varias Universidades de los Estados Unidos e hizo seminarios y conferencias sobre temas filosóficos y políticos».
El guión fue co-escrito junto a la judía estadounidense Pam Katz y toda la parte del proceso contra Eichmann que aparece en el film son imágenes reales en blanco y negro porque von Trotta pensó que ningún actor iba a poder representar con fidelidad lo que podía estar sintiendo el miembro de las SS. «El asombro y el disgusto que se experimenta al mirar a este hombre -dijo la directora- no sería posible si se tratara de un actor, creo que no, así que decidimos mostrar a Hannah principalmente en la sala de prensa, que existía, y que el juicio se estaba mostrando en pantallas de televisión».
El film es una coproducción con Israel y para el rodaje en Jerusalem fue muy difícil encontrar a los extras adecuados.
©José Luis García/Cinestel.com