«Hasta el sol tiene manchas» de Julio Hernández Cordón;… y la vida a veces es amarillenta

Estreno en la Cineteca Nacional de México D.F.
Asegura el cineasta guatemalteco que después de esta experiencia, piensa alejarse del camino trazado hasta ahora y explorar nuevos universos. «Hasta el sol tiene manchas» es una ficción con aires de documental que pretende ser una crítica divertida sobre las frustraciones político sociales del país centroamericano y donde predomina el tono amarillento en su mayor parte.
El filme es claramente experimental, un híbrido que entrelaza ficción, making off, textos acerca de cine y poemas sobre la tristeza. Sorprendentemente no está tan alejado de la realidad y está basado en las promesas electorales de un candidato llamado Manuel Baldizón que entre las medidas que proponía en 2011 estaban las de llevar a la selección guatemalteca al mundial de fútbol o suprimir todos los impuestos dejando uno del 5% de los ingresos para todos.
Lo triste del tema es que este político figuraba el segundo en las listas de preferencias en los sondeos pre-electorales a pesar de que era sabido que ninguna de sus promesas era aplicable en la realidad. «Hasta el sol tiene manchas» también participa de esa mezcla de ficción y realidad y presenta a Pepe Moco, un chico con una discapacidad mental e intelectual que promociona con un cartel en su espalda al candidato presidencial que promete llevar a Guatemala al Mundial. Cuando le preguntan por el resto del programa del político, no sabe lo que responder.
La película nos presenta también a Beto, un chico que deambula en una ciudad hecha de gis (yeso) y que también interviene con esa tiza las paredes como acto de desacuerdo con lo que vive, asaltando además a pelotazos a los transeúntes. Cuando se encuentra con Pepe Moco, entablan una amistad entrañable.
Ambos personajes son el pretexto utilizado por Hernández Cordón para realizar una historia austera con un coste total de unos 4.500 dólares. El director alquiló un espacio donde iban a llevarse a la práctica los dibujos pintados en una pared, en recuerdo de lo sucedido en la calle en esa campaña electoral cuando los seguidores de la campaña política del empresario guatemalteco antes aludido, pintaban sus proclamas encima de los grafitis existentes, lo que ocasionaba que los grafiteros volvieran al día siguiente a restaurar sus pinturas. Así pasó durante seis meses; cada dos días las paredes cambiaban de color.
El director resaltó en el pre-estreno de México D.F. que quería hablar respecto a la tristeza que implica vivir en Guatemala. El film también contiene imágenes de archivo de hace más de cincuenta años en las que vemos la bonanza que se respiraba entonces en el país gracias a la importante producción bananera e incluso el impacto que produjo la revolución en Guatemala en la década de los ’40 del siglo pasado. A él le parece triste la diferencia en las formas de actuar de aquellos guatemaltecos con propuestas y discursos fuertes y que en los de ahora no haya nada de eso, según sus declaraciones.
Habiendo seguido la totalidad de su cinematografía, sí que se nota un cierto disgusto de Hernández Cordón en este filme con respecto a la realidad social de su país y «Hasta el sol tiene manchas» es una especie de carta de despedida a un lugar y una manera de hacer cine con los amigos y también una forma de hablar del pasado y presente de una nación que ama pero que al mismo tiempo le atormenta. El tono amarillento con el que está virada gran parte de la película es, según el director, una metáfora de ese sol que está a punto de salir en muchos países latinoamericanos, pero que nunca termina de hacerlo.
Tras esta provocadora película, el realizador va a tomar otros rumbos más profesionalmente ambiciosos en México y probablemente en los Estados Unidos. Este documental no está dentro del cine comercial ya que es experimental, las actuaciones son planas y de poca calidad, y quiere ser también una crítica dirigida a otros cineastas guatemaltecos que, según declaró Cordón a La Jornada, «quieren hacer cine como en Hollywood y son copias malas. Quería hacer esto como si nunca hubiera estudiado cine, lo que molesta a mis colegas de allá. De todos modos, si hago una de 10 millones no significa que gustará».
©José Luis García/Cinestel.com