La actriz catalana Aida Folch protagoniza «Mi universo en minúsculas» en México
Es la ópera prima en largometraje del director mexicano Hatuey Viveros la que nos acerca a la historia de una joven catalana que pasó los tres primeros años de su vida en México y que ha decidido regresar para encontrarse con su padre a quien no volvió a ver. Como partió siendo todavía tan niña, sus recuerdos de esa enorme capital están tan diluidos que inevitablemente tiene que emprender un descubrimiento prácticamente desde cero.
Su única referencia es una fotografía de la infancia con una nota en su parte trasera que dice √nuestra casa en el 37 de la calle Juárez. Cuando arriba a México D.F. se entera de que hay decenas de calles Juárez, cada una de ellas repartida en una colonia (barrio) y a partir de ahí inicia una odisea por la que va visitando los distintos números 37 de las calles Juárez, lo que le brindará la posibilidad de explorar los universos minúsculos de cada uno de esos lugares para construir su experiencia de habitar la Ciudad de México con toda una serie de emociones, vivencias y encuentros con personas que incluso la generan una nueva identidad.
Aina, la joven protagonista que llega desde Cataluña ya siente cierta identificación, aunque un poco difusa, sobre el lugar. No tardarán en robarle la mochila que lleva puesta, toda una referencia que introduce Viveros que simboliza la pérdida total del arraigo con su pasado más inmediato, momento en que descubre que tiene que quedarse y que acaba de perder contacto con elementos y objetos muy cercanos a su intimidad lo que la obliga a tener que encontrar herramientas para empezar a vincularse con la ciudad y la gente que la habita.
La recién llegada conoce en una cafetería a una mesera que más adelante le brinda su ayuda desinteresada y que está interpretada por la veterana actriz mexicana Diana Bracho. A Hatuey Viveros le pedimos que nos cuente más acerca de ella y su personaje:
«El personaje de Diana lo había pensado más como una cuestión de solidaridad de un ser solitario con otro ser solitario y entonces cuando estas soledades se juntan en medio de una circunstancia, pues aparece la solidaridad y ahí se crean nuevos lazos, vínculos que de alguna manera te ayudan cuando estás en una búsqueda; por tanto, Diana Bracho representaba a ese aliado solidario en la búsqueda, que le acompañaba y apoyaba en su viaje».
«Llegué hasta ella porque hizo unas películas que me encantaron. Yo la admiro mucho como actriz y, de pronto, quería trabajar con ella y teníamos alguna duda en relación a algunas cosas que había hecho durante los últimos años, yo mismo se lo dije, acerca de telenovelas, porque quería saber qué tanto podría desvincularse del cliché que ella representa en la televisión y en las películas mexicanas que es como esta mujer un poco burguesa de clase media-alta. Pero yo recuerdo unas actuaciones de Diana Bracho maravillosas que me hicieron invitarle y la premisa era valorar si una gran actriz es una gran actriz porque tiene capacidades actorales o porque el papel que se le ofrece le da esas posibilidades, y para enfrentar la duda decidí acudir a ella y preguntarle que qué le parecería el papel de Josefina que es una mesera de clase media y me respondió que ella es actriz y que su trabajo era crear al personaje».
– En lo que expones en la película hay un cierto desorden en la estructura de los personajes y también reflejas una imagen tomada en un plano cenital dentro de un banco en la que se observa el aparente orden en el que vive el gran capital contraponiéndolo con lo que se ve en el resto de la película.
Sí, de hecho hay también otro plano cenital que tal vez recuerdes que es cuando Aina va llegando, antes de que aparezca en la ciudad, que es un plano donde la gente cruza la calle y hay coches. Eso es un top-shoot que hicimos desde un edificio muy alto y el uso de esta técnica en ambos casos era para plantear un marco organizado y frío, como sin el espíritu y sin la calidez de la presencia humana, sino algo más próximo a ver un plano o a tratar de ver un espacio cuadriculado donde se supone que tienen que ocurrir las vidas y esto me gusta porque es el contraste que lleva el título mismo de la película, «Mi universo en minúsculas», porque el universo pudiera plantearse en la ciudad o en los planos o en los mapas o en las grandes estructuras de las ciudades, como los puentes, que son el universo que nos rodea pero finalmente las minúsculas somos esos seres que habitamos en las ciudades y que le damos vida aunque terminamos siendo absolutamente anónimos para la historia de cada ciudad.
Ésa era un poco la idea, cómo el anonimato o la indiferencia al plantear el espacio del banco se traduce en que no importa quienes lo están habitando porque el banco es una estructura organizada que ya en sí misma es así y al final no importa quién es quien transita por ahí, aunque en realidad sí importa porque somos seres humanos y ahí es Josefina quien está viviendo su propia historia.
– Desde mi punto de vista, hay partes de la película que se aproximan a lo que podría ser un semi-documental, aunque es muy difícil establecer la líneas divisorias, si es que las hay. ¿Era esa tu intención, es decir, en la búsqueda que ella hace, articular un seguimiento como si fuera algo parecido a un documental?
Sí, a mí me parece que los límites entre la ficción y el documental están cada vez más desdibujados y me parece que, sobre todo en este caso, cuando quieres plantear un personaje que es una ciudad, no hay forma de plantearlo como tal si no es mediante el documental, como retratando lo que ocurre, tratando de entender cuál es el espíritu del carácter de la ciudad y yo siempre he pensado que las ciudades tienen un carácter en función de cual es la razón que las origina. Hay ciudades de mar, de río, de montaña,… y en este caso, la ciudad de México surge en medio de un lago y comienza estableciéndose una cultura muy monumental que termina arrojando una ciudad monumental en donde las cosas que suceden, como los ríos de gente moviéndose, se capturan de una forma muy cercana al documental y aquí la ciudad determina a los personajes de la película, pues es como si los personajes no tuvieran voluntad propia y fuese la ciudad la que los determina en los tiempos de los trayectos y las condiciones en las que van a vivir parte de sus vivencias.
– La protagonista es catalana, también emplea el idioma catalán en diferentes partes de la película, y posiblemente una de las cosas más interesantes es saber cómo la persona que llega a México lo hace por diferentes motivos en diferentes épocas. ¿Les podría llamar especialmente la atención esta película a personas que antaño emigraron y que puedan evidenciar cómo ha cambiado el mundo a lo largo de los años?
En la Ciudad de México nadie es extranjero, todos somos pequeños viajeros tratando de buscar algo. A veces es nuestra casa, a veces un espacio para vivir, y nuestra ciudad es muy generosa con esa pluriculturalidad y se abre y acepta, entonces por ahí hay una historia de México que ha variado con políticas exteriores de algunos gobiernos, pero normalmente hay un espíritu fraterno para con los otros pueblos. Es un país que aprendió a solidarizarse con otros países y a acoger a la gente y yo quería hacer honor a ese espíritu con esta pequeña historia.
En relación a cómo la ciudad ha ido cambiando, justo me daba la sensación de que se había desarrollado en algunas épocas, sobre todo por medio del trabajo de algunos fotoperiodistas, una imagen de la ciudad y ya por ahí había otros fotógrafos como Álvarez Bravo, por ejemplo, que habían retratado y creado íconos, pero de pronto la ciudad ha cambiado tanto, en esta última década creció tanto y transformó tanto su rostro, que me parecía que esa ciudad imaginaria o que se había creado por medio de imágenes y que se había posicionado iconográficamente, ya no correspondía a la ciudad que estábamos viviendo y que había un montón de estructuras nuevas y muchísimas cosas que vivíamos los habitantes de esta ciudad que no estaban siendo consideradas y me pareció importante hacer un retrato de nuevo rostro de la ciudad de México y concretamente hablo de los espacios públicos o los espacios por donde se puede transitar cuando uno viaja en transporte público. Es el retrato de una ciudad que es de a pie.
– Estoy recordando el plano aéreo de la ciudad con el que comienzas la película que es impresionante, y es muy fácil reflexionar qué tan unidos estamos pero también qué tan incomunicados, y de eso también habla tu película.
Es lo que te comentaba de las soledades dentro de la multitud y la forma como habitamos las ciudades. Al momento de plantear hacer esta película, decidimos recorrer la ciudad y descubrimos que es tan grande, que nos movemos en realidad por sectores y que dentro de estos sectores desconocemos lo que ocurre en el lado norte, en el lado sur o en el lado oriente, y que nos movemos en pequeñas rutas haciendo como microterritorios e ignoramos el resto de la ciudad, osea que, en el mapa mental de cada persona hay un gran porcentaje de la ciudad que no existe. Entonces se trataba de acercar o romper los esquemas mentales de cada persona para comunicar distintos sectores de la ciudad que normalmente no se comunican entre sí.
Hatuey Viveros estudió cine en el CCC e hizo un master en la ESCAC de Barcelona. Tiene en su haber algunos cortometrajes propios y dirección de fotografía de algunos largometrajes documentales. Sería interesante que la película se pueda ver en el exterior de México, al menos en Cataluña donde fue escrito el guión, teniendo en cuenta que las sensaciones de extranjería que tiene el personaje de Aida Folch tienen su origen en Barcelona. Para Viveros, el ciclo de «Mi universo en minúsculas» se cerrará cuando el público catalán pueda ver esta película y pueda percibir qué es lo que siente al verla. El realizador mexicano localizó a la actriz Aida Folch por mediación de la realizadora Mar Coll de «Tres días con la familia».
©José Luis García/Cinestel.com