Pavel Giroud narra un grave suceso histórico en “El Caso Padilla”

“El Caso Padilla” es un documental que se ha convertido en un documento histórico alrededor del doloroso proceso de “autocrítica” que se vio obligado a hacer el poeta cubano Heberto Padilla tras haber sido encarcelado por no haber defendido el ideario de la Revolución en una de sus obras, titulada «Provocaciones», si bien en aquella comparecencia grabada en la sede de la UNEAC de La Habana, el escritor hizo en algunos momentos un calculado uso de una fina ironía para protestar por su internamiento en Villa Marista, la prisión de seguridad del Estado.
La liberación del escritor vino después de las declaraciones que había hecho en contra de tan drástica medida gente como Julio Cortázar, Simone de Beauvoir, Marguerite Duras, Carlos Fuentes, Juan Goytisolo, Alberto Moravia, Octavio Paz, Juan Rulfo, Jean-Paul Sartre, Susan Sontag, Mario Vargas Llosa y algunos otros.
Los hechos transcurrieron en la primavera del año 1971 y “El Caso Padilla” condensa en poco más de una hora aquel largo discurso en el cual Heberto Padilla se declararía agente contrarrevolucionario, acusando de complicidad a muchos de sus colegas allí presentes, entre ellos, su esposa, quien, por cierto, también había sido arrestada por el mismo motivo.
El rodaje de la reunión lo llevó a cabo el director Santiago Álvarez junto a dos camarógrafos, pero como la cinta no le sirvió al gobierno cubano para proyectar la imagen del intelectual arrepentido que ellos querían, se dice que Fidel Castro impidió la difusión de estas imágenes que ahora, 50 años después, se recuperan, y que tan sólo autorizó la distribución de una transcripción de lo que allí se dijo.
El director cubano radicado en Madrid, Pavel Giroud, propone una narración de lo que sucedió en aquella sala de reuniones de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, un compendio de poco más de una hora que resume parte de lo que le hicieron a Padilla, a quien él considera un conejillo de indias en cuanto a las acciones para acallar a intelectuales que pensaban las cosas desde un enfoque diferente.
Heberto Padilla fue en realidad un librepensador no sujeto a ese sectarismo que abunda tanto en la política, donde unos y otros consideran que se deben seguir unas normas concretas y prefijadas. Ellos siempre dicen “o conmigo o contra mí”, o como en este caso, “dentro de la Revolución todo, contra la Revolución, nada”. De hecho, es conocido que el poeta tuvo problemas en ese sentido cuando se exilió en Miami, donde por lo visto su cercanía simultánea a los distintos bandos de inmigrantes cubanos le provocó no pocos problemas, pues muchos de ellos no entendían que alguien se pueda comunicar fluidamente con cualquiera, independientemente de su ideología política. Paralelamente, unos le acusaban de ser de izquierdas y otros, de derechas.
La política siempre antepone el sectarismo entre sus miembros, quienes buscan tener el control y el poder, en el caso de Cuba bajo un régimen de partido único. Para la mayoría de los políticos, o eres blanco o eres negro, o eres azul o eres rojo; por eso les cuesta tanto admitir que haya otras personas que se mantengan al margen de esos dogmas, tanto de unos como de otros. Inclusive si pensamos en Vargas Llosa, ya quedó bien claro que él no es un librepensador tampoco, pues este suceso de principios de los años 70 fue el que provocó que decidiera abandonar la izquierda para abrazar a la derecha. Y por otro lado, hubo otros intelectuales como Julio Cortázar y Juan Goytisolo que años más tarde decidieron pasar página y reconciliarse con la Revolución.
“El Caso Padilla” resume esta larga performance de Heberto tan exagerada como irónica, mostrando así su oposición a ser domesticado con un tipo de lineamiento que él no compartía en su totalidad y donde la discusión abierta de las ideas no se admite. Pavel Giroud dijo en Barcelona que en Cuba hay actualmente dos o tres delitos tipificados en los cuales podría entrar esta película y que inclusive podría ir preso si regresa a La Habana. De hecho, su compañía productora se llama Ventú Productions, toda una declaración de intenciones.
Recordando que Castro mandó fusilar a un grupo de jóvenes que robaron una lancha para intentar huir del país en forma de castigo ejemplarizante, Giroud explicó en el Ateneu de Barcelona: “Yo estoy harto de que Cuba siga siendo un parque temático de una utopía, de que el dolor de los cubanos valga menos que el dolor de los argentinos de Videla, de los chilenos de Pinochet o de los españoles de Franco. ¿Por qué el de nosotros es menos legítimo? Esas fueron las motivaciones para que yo hiciera esta película”.
El realizador también dijo que él no cree que Cuba sea una dictadura, sino un Estado mafioso. “Las dictaduras caen cuando muere el dictador” -apostilló-.
©José Luis García/Cinestel.com