Cannes 2013: «Heli» de Amat Escalante; búsqueda en un entorno saturado de violencia
Catalán de nacimiento pero con una larga vida en México, Amat Escalante tiene el orgullo de que sus hasta ahora tres largometrajes han pasado por Cannes; los dos primeros «Sangre» y «Los Bastardos» por Un certain regard y este último, «Heli», en la Sección Oficial del Festival más prestigioso que en otras de sus secciones seleccionó a «Wakolda» de Lucía Puenzo y algunos arriesgados trabajos de cine de autor procedentes de Latinoamérica.
Con «Heli», Escalante abunda de nuevo en el problema de la violencia, esta vez en una pequeña ciudad mexicana donde las únicas posibilidades de salir adelante son dedicándose a ensamblar automóviles o al narcotráfico. El realizador es también autor del guión en el que ha subrayado la obstinada huida hacia ninguna parte de sus personajes, situando como personaje principal de la película a Estela, una niña de 12 años que se enamora de un joven cadete de la policía implicado en el tráfico de drogas en un entorno rural en el que, en la vida real, las pequeñas a veces dan a luz a los 14 años de edad.
Amat Escalante asegura que no ha conocido casos particulares relacionados con el tema de esta historia: «Al no haber experimentado en mi cercanía lo que les sucede a los personajes, he tenido que extrapolar y usar mi imaginación -confiesa-. Lo que me interesa es la dimensión psicológica más que los hechos específicos, llegar a saber cómo se vive en un clima permanente de miedo».
«Mis personajes sufren actos de violencia, -continúa- y como consecuencia se encuentran bajo tensión, una tensión que estoy tratando de mostrar y compartir con el espectador. Muestro situaciones extremas. En México, todo el mundo vive con una especie de temor en el estómago. La violencia es una realidad en todo momento, incluso si no te afecta directamente».
– ¿Cómo estableces la atmósfera que deseas reflejar en cada película?
Son los actores los que determinan el ánimo general. Todo comienza desde el punto de vista de los cuerpos, los rostros y la mirada de mis actores. Ellos dictan el tono de la película. Los actores siguen siendo los vectores a través de los cuales un director de cine transmite emociones y sentimientos. La ambientación también dicta el tono general, por eso, en el momento de escribir el guión, todo permanece abstracto. Yo nunca sé de antemano cómo va a ser todo el conjunto.
– «Heli» continene una escena de tortura insoportable. ¿Por qué fuiste tan explícito?
Hasta «Los Bastardos», yo representé la tensión de manera creciente. Toma mi película anterior y verás que llega un momento en que mi héroe se rompe y estalla. Es un acto muy violento, desesperado. Ahora he decidido explorar la violencia extrema. Este tipo de comportamiento en los seres humanos me pone profundamente triste. Al filmarlo, no estoy tratando de impresionar, sino de expresar la tristeza que surge de tales actos. Los perpetradores no son monstruos sino seres humanos, y a menudo niños, como muestro en «Heli». No estoy inventando nada. Tu puedes mirar internet y encontrarás algunas imágenes terribles. Cuando se piensa en los ajustes de cuentas del hampa, uno siempre se imagina un gran tipo con bigote y sombrero, pero las bandas pagan a los niños para hacer este trabajo sucio.
– La película se abre con una secuencia muy potente que luego desencadena en un amplio flashback. ¿Por qué elegiste estructurar la narración de esta manera?
Siempre tuve la intención de empezar la película con esa imagen: un hombre que colgaba sobre un puente. Esta imagen es muy común en México. Tu puedes ver este tipo de cosas todo el tiempo en los periódicos. Quería mostrarlo inicialmente fuera de contexto, para después volver a ello mediante el hilo narrativo y mostrar la realidad que encierra. (cba/rbc)
«WAKOLDA», DE LUCÍA PUENZO
Álex Brendemühl, Natalia Oreiro y Diego Peretti son los protagonistas del último film de la realizadora argentina producido por su oscarizado papá Luis Puenzo y por el productor español José María Morales, extensamente especializado en cine latinoamericano.
«Wakolda» está basada en el periodo más misterioso de la huida del criminal nazi Joseph Mengele, el de su residencia en Bariloche. Según la directora «lo único que se sabe es que trabajó como veterinario, experimentando con ganado argentino, mientras en secreto continuó su investigación comprando muestras de sangre de mujeres embarazadas. Existía un rumor acerca de que Mengele estaba creando muñecas humanas perfectas y esto se convirtió en mito».
«Mengele fue un fanático -continúa- que se veía a sí mismo como un visionario durante esta etapa histórica: la esencia de su ideología era alcanzar la perfección biológica y destruir todo lo que se interponía en su camino. Esta visión de la bio-medicina no solo es tangencial al movimiento de la guerra sino que está presente en el corazón del movimiento nazi».
«Pasé casi un año escribiendo el guión de «Wakolda», basado en mi quinta novela, donde me sumergí en las complejas razones por las cuales el gobierno argentino abrió sus puertas a tantos nazis y crearon leyes que les permitieran usar sus nombres reales. Es más, ciudades enteras, como Bariloche, les recibieron con los brazos abiertos. ¿Por qué hubo cientos de familias argentinas que se convirtieron en cómplices de estos hombres? ¿Qué pasó con las comunidades alemanas que se asentaron en Patagonia incluso antes de la Segunda Guerra Mundial, justo cuando el nazismo era algo que se escondía? ¿Qué ocurrió con los adolescentes que se criaron en estas comunidades al enterarse de los monstruos con los que convivían?»
«Estas preguntas me ayudaron a crear la trama de «Wakolda», que mezcla la historia real con aquella de una familia que convivió con uno de los criminales más crueles. Mientras exploraba entre algunos temas y atmósferas de mis películas anteriores (la construcción de nuestras identidades y los despertares sexuales, sociales y políticos), el lenguaje cinematográfico de «Wakolda» lo encontré en el contraste entre la grandeza del paisaje de Patagonia y los diminutos detalles del mundo privado del personaje». *Lucía Puenzo