«Infancia clandestina» de Benjamín Ávila; iniciación, compromiso, riesgo y amor
Primera presencia de Ávila en el terreno del largometraje de ficción con una historia que sin ser literalmente autobiográfica está compuesta a partir de distintas vivencias personales del realizador que en su niñez tuvo que soportar la represión militar y la desaparición de familiares.
«Infancia clandestina» es la mirada de Juan, un niño que tiene una entrada en la adolescencia y una iniciación sexual cruzada por aquellos graves acontecimientos que le obligan a la necesidad de tener que defender dos personalidades distintas para salvar aquella situación.
A diferencia de «Kamchatka», la película de Marcelo Piñeyro genialmente escrita por el guionista y escritor Marcelo Figueras en la que la mirada era netamente infantil, aquí Benjamín Ávila ha ampliado ese espectro mostrando también las acciones clandestinas de los mayores, con su férrea disciplina como militantes de la guerrilla de montoneros, y conjugándolas con los deseos de los chicos de pasarla bien y descubrir sensaciones y cosas nuevas a pesar de que en la escuela Juan tiene que hacerse pasar por Ernesto para proteger a su familia regresada del exilio.
Interesante destacar que a este proyecto se han unido actores de la talla de Ernesto Alterio y los uruguayos Natalia Oreiro, que incluso canta, y César Troncoso.
La película es una coproducción con Brasil y España en la que participa una productora de Barcelona, Atlàntida, y contó con fondos de Ibermedia, Televisión Española, Icaa y la Radio Televisión Argentina.
«Creo que es una película que habla de las emociones y no de las ideas y eso toma un vigor distinto a las ideas mismas porque de algún modo lo que yo reivindico de aquella época son las emociones que tenían todos ya que tal vez hasta llegar al hoy el tiempo ha hecho que las ideas se estanquen y los conceptos se endurezcan y este es un momento interesante para pensar desde el planteo de la película que esos conceptos van a ser renovados y que pueden humanizarse nuevamente y tener un lugar mucho más sensorial porque las ideas tienen lugares emocionantes mucho más profundos que los conceptos», dijo Ávila en la presentación del film.
El director conoció en el pasado bastantes casos de personas que se tuvieron que mantener ocultas en la clandestinidad hasta, en ocasiones, el año 1985. «Era parte de la realidad el no irse del país también. Hay que saber que muchos de los padres tuvieron que quedarse clandestinos y construir una nueva vida. Tal vez son historias que no se conocen pero son muchas y creo que la clandestinidad también lleva a este lugar de endogamia, estos dos mundos que tiene la película, el de Juan y el de Ernesto.
Tienen su vida fuera y su vida dentro y para ellos esto no es un conflicto sino algo absolutamente normal porque él sabe la verdad y lo único sobre lo que puede dudar en su momento al final de la película es si decir si se llama Juan o no porque de algún modo Ernesto está copado (es un tipo alegre). La vida de Ernesto está buena (bien) y de algún modo decir que es Juan es eliminar a Ernesto».
Ávila fue secuestrado cuatro días cuando tenía 7 años de edad. Su hermano mayor un mes y uno de los 106 nietos aparecidos hasta ahora es un hermano suyo. «Conozco perfectamente lo que es la violencia del terrorismo del Estado, lo he vivido en carne propia -dijo en la presentación-. La familia es el lugar seguro donde uno se recluye porque es el lugar donde seguro te van a proteger».
Luis Puenzo, quien lograra el Oscar a la mejor película extranjera en 1986 por «La Historia Oficial», es el productor principal de «Infancia clandestina». Aunque ambas tienen muchos puntos en común, ésta es una ficción.
Puenzo quiso resaltar en la presentación que Benjamín Ávila se despegó de algunos detalles de su propia historia solo para tomar una cierta distancia y poder contarla aunque cada escena del filme suponga una catarsis con su propia realidad vivida.
«La película refleja muy claramente la historia de Benja -dijo el productor- y la historia de muchos otros chicos. Es cierto que no se han hecho películas desde el punto de vista de los chicos siendo unos muchachos tan protagónicos en la desgraciada etapa de los militares en la Argentina. Es tan importante la vida de estos chicos que ahora tienen la edad de Benja, entre los 30 y los 40, que es una generación notable y en ese sentido me parece que lo que se ha conseguido con esta película que es su mayor virtud, vista ahora, terminada, es lo que Benja me contó que quería hacer. Ese es el mayor éxito de la película».
La actriz Natalia Oreiro llevó a cabo una concienzuda tarea de investigación y de despojo de lo que conocemos hoy acerca de lo que sucedió en esa época. «En Uruguay los montoneros era los tupamaros, -recordó- y quizá podía tener mayor referencia de ellos. Su posición se parecía bastante. Yo nací en el 77 y de hecho fui hace muchos años reclamada como hija de desaparecidos cuando yo era muy pequeña, por eso cuando me llegó el guión de esta película me emocionó muchísimo, sentí que la tenía que hacer y que no solamente era un desafío como actriz el interpretar este personaje sino que también era un vínculo emocional muy fuerte el que iba a generar con Benjamín porque, si bien es parte de su historia aunque no es su historia, mi personaje tenía muchos condimentos cercanos a él ya que interpreto a la madre del protagonista».
Benjamín Ávila ha invertido unos doce años de su vida para desarrollar este proyecto que, aunque ha sido ya muy abordado por el cine argentino, plantea un punto de vista nuevo como es la de tener que adoptar dos personalidades distintas para defenderse de aquella desastrosa situación. (cba/rba)