«Invasión», de Abner Ibrahim; el presente de las disputas del pasado
Que se sepa, es la primera vez que un panameño indaga en un hecho amargo y penoso de su país que supuso todo un trauma colectivo, pero sobre el que se da la paradoja de que muy poca gente quiere recordarlo ahora. En 1989 los Estados Unidos invadieron militarmente Panamá provocando numerosas muertes tanto civiles como militares y causando el desmantelamiento de las fuerzas militares panameñas, el caos económico y social en el país y la posterior rendición y arresto de Noriega. En 1992 fue juzgado en los Estados Unidos y condenado a una pena de 40 años de reclusión, bajo la acusación de estar relacionado con el cártel de Medellín. La pena se rebajó posteriormente a 30 años y luego a 20 por «buena conducta». ¿Era necesario invadir un país entero para atrapar a un solo hombre?
Abner Ibrahim captura con su cámara en «Invasión» el testimonio de panameños que vivieron en primera persona aquel hecho traumático, con cierta vena periodística y adjuntando unos pocos elementos de ficción que dan una idea de aquel momento, con cadáveres hacinados por las calles y sin que hoy en día se haya hecho público el número exacto de fallecidos.
El realizador, que dedica la película «a todos los hijos de Panamá», responde las preguntas de Cinestel:
– ¿Cuál fue su motivación personal para abordar este documental?
Cuando fue el vigésimo aniversario de la Invasión me di cuenta que había pasado mucho tiempo y aún no existía un consenso en torno a esa historia. Panamá es un país tropical, con una actitud muy jovial hacia la vida -cosa que me encanta- pero eso tiene su contracara que significa que es un país que se niega a ver las partes difíciles de su Historia, de su identidad. 20 años después de la Invasión había muy poca obra crítica o literaria, ningún panameño había hecho ninguna película, y en las escuelas no se enseñaba casi nada sobre el tema. Pero al mismo tiempo lo que era fascinante es que cuando hablabas con casi cualquier panameño mayor de 35 años, todos tenían una historia que contar sobre su propia experiencia durante esos días de fines de 1989.
Desde el inicio sabía que el problema que iba a tener era que sobrarían historias, y que todas eran importantes. Me interesaron siempre por igual las de gente común y las de los protagonistas de la Invasión, pues al fin y al cabo eran todas historias que impactaron las vidas de quienes las cuentan, y que al contarlas, se sentía la urgencia de plasmarlas, de hacerlas de todos. La memoria de la Invasión estaba muy viva en las mentes de cada uno, y estaba también muy dispersa. Si querías saber sobre la Invasión tenías que hablar con cientos de personas, sino miles. Y eso fue lo que hicimos. Sentía que era el tipo de proyecto ideal para cine documental, pues el simple hecho de agrupar las vivencias individuales y ver el impacto que tenían al reunirlas, ya adquiría sentido y prometía algo interesante que yo mismo tenía muchas ganas de ver.
– ¿Por qué no aparecen tanto los testimonios de familiares directos de las víctimas «colaterales»? Qué ironía llamarlas así, ¿verdad?
No aparecen mas porque son tan fuertes que se hace imposible ver la película. Es una tortura para el espectador y tuvimos que dosificar los testimonios más duros, tristes.
– ¿Cómo fue que intentó localizar a Noriega para entrevistarlo? ¿Le respondieron?
Hablé con él varias veces pero no pudimos grabarlo en video, sólo conseguimos audio. La voz que sale al final del documental es la de Noriega.
– ¿Con quién cree usted que se identifica más la población anciana de Panamá, con Omar Torrijos o con Noriega?
Omar Torrijos.
– ¿Cuál puede ser la causa a su juicio de que ese periodo trágico no se enseñe hoy día en las escuelas del país?
La gran mayoría de los panameños jóvenes saben muy poco acerca de la Invasión. Una joven de 16 años me dijo en una conversación después de una función de la película: «Quedé muy enojada después de ver su documental…». Yo preocupado le pregunté ¿por qué? Y su respuesta me sorprendió; me dijo que estaba enojada porque algo tan grave había pasado tan recientemente en su Panamá y ella no se había enterado. ¿Cómo puede ser que nadie nos ha contado?, me dijo.
Es uno de esos raros casos donde todas las partes, por diversas razones, prefieren no hablar de eso. En Panamá se dio un fenómeno similar al que sufre la víctima de una violación. No es un tema que la víctima quiere compartir en público. Por un lado está la vergüenza y culpa de muchos que pidieron una invasión (pero no imaginaban o no les importaba quizás las consecuencias).
Luego viene el miedo de otros que estaban directamente involucrados con el régimen militar de Noriega y no quieren ser identificados como tales.
Y tercero está el deseo y acción de EEUU para callar todo lo feo que sucedió (los errores o el concepto de víctimas colaterales como ellos llaman a los muertos resultado de una guerra innecesaria). Desde el momento de la ocupación, con su nombre cínico ¨Just Cause¨ (Causa Justa), la Invasión se mercadeó como una liberación.
Aparte de todo esto, está lo que yo considero uno de los aspectos fundamentales del ethos panameño, mercantilista y utilitarista por excelencia, y es que se le da la espalda a la Historia a nivel institucional. Si la Historia reciente del país no aporta a la idea de Panamá como centro de comercio marítimo internacional, y no trae consigo nada bueno como turismo o inversiones, es descartado con un vulgar “¿Y pa qué?, ¿Pa qué quieres hablar de eso? ¿Pa qué quieres escribir de eso? ¿Pa qué enseñarlo en las escuelas? y ¿Pa qué hacer una película de eso?”
©José Luis García/Cinestel.com