«La Jaula de Oro» de Diego Quemada-Diez; las esperanzas depositadas y la dura realidad
La búsqueda de mejoras en las condiciones de vida es algo que parece inherente al ser humano y la tragedia que viven muchos jóvenes centroamericanos y mexicanos que se aventuran a cruzar distintos países para intentar llegar a los Estados Unidos es un ejemplo de ello. Algunas ficciones y documentales se habían hecho hasta ahora acerca de esta peligrosa odisea pero «La Jaula de Oro», ganadora del premio a la interpretación de Una cierta mirada en Cannes, destaca por su precisión narrativa con unas actuaciones sencillas pero sublimes y altamente descriptivas.
A Diego Quemada-Diez le preocupó este tema porque él también ha sido nómada, aunque en otras circunstancias. Nació en la localidad española de Burgos y todavía en pañales se trasladó a Logroño, luego creció en Barcelona, posteriormente vivió en Madrid para después emigrar a USA hasta instalarse definitivamente en México, país que tras el periodo que legalmente le correspondía, le concedió la nacionalidad y le extendió su pasaporte poco antes de su exitoso debut en este largometraje como realizador en Cannes. Tiene una amplia experiencia y ha trabajado con directores como González Iñárritu y Ken Loach.
«La Jaula de Oro» cuenta cómo unos chicos que huyen de Guatemala para llegar a Estados Unidos, conocen a Chauk, un indígena tzotzil que no habla español y viaja indocumentado. Para dar con los protagonistas, Quemada-Diez vio unos seis mil niños, una mitad en Guatemala y la otra en los altos de Chiapas. «La idea era buscar en las zonas marginales de Guatemala, -cuenta a Cinestel- la Zona 3, la 18, en Ciudad Quetzal, Limón,… todos esos barrios que tienen casas de latón, y darles voz a ellos localizando a alguien que pudiera protagonizar la película en un lugar complicado para hacer castings porque son zonas muy peligrosas, pero a través de una organización que se llama Caja Lúdica, que hace un teatro callejero para darles alternativas a los jóvenes a través del arte y de otras personas que conocí en el periodo de investigación, tuvimos acceso a entrar y nos apoyaron mucho para encontrar a los niños. Eso duró seis meses y al protagonista lo encontramos en la Zona 3, que es donde filmamos el principio de la película».
«En la zona de los Altos de Chiapas fue muy complicado porque las comunidades indígenas son muy desconfiadas de cualquier persona que no sea de su comunidad, nos llaman Kashlans, un término muy despectivo y ven igual a alguien de Ciudad de México como a alguien de Tuxtla Gutiérrez, de España o de Estados Unidos. Por tantos abusos que se han realizado hay un gran problema de desconfianza y resentimiento hacia el blanco y el mestizo que todavía sigue vivo».
“Todo esto sólo pudo ser superado por mediación del Centro Estatal de Lenguas Arte y Literatura Indígena (CELALI), la mayoría de las personas en la organización son tzotziles y tseltales, gracias a ellos y su director, el maestro Enrique Perez López, que desde sus inicios creyó en la película, hicimos el casting, nos abrieron sus comunidades y encontramos a Rodolfo, el protagonista tzotzil. Nos costó mucho dar con él porque muchos pueblos han cambiado mucho desde la escolarización en español, Internet, etc y te encontrabas a niños después de ir cuatro horas en camioneta por caminos que se avergonzaban de ser indígenas y de su lengua, vestidos de raperos y con teléfono móvil, queriendo ser médicos o abogados en la ciudad de México. Me sentía como Don Quijote buscando a alguien que ya no existía, pensé estaba loco pero por alguna razón seguí adelante. Finalmente después de dos meses buscando por las montañas y 3000 niños ahí estaba Rodolfo, descalzo, sin hablar nada de español y a través del guía me dijo que quería irse de su pueblo y ser el protagonista de la película y automáticamente sentí que era él».
– ¿Los jóvenes que se ven montados en el tren eran desplazados reales que estaban en tránsito?
Sí, todos eran reales y esa era parte de la insistencia de que hiciéramos así la película, con todas las personas reales.
– ¿Y cómo conseguiste filmar el tren en movimiento con ellos encima con tanta precisión y sin que se mueva la cámara? ¿Empleaste una steady-cam?
No, la mayoría fue cámara en mano y tratábamos de absorber el movimiento con el cuerpo, pero sí que en un momento dado nos habíamos propuesto usar unos aparatos con giroscopio pero finalmente no teníamos dinero y de todas maneras el movimiento ayuda a sentir como que estás allí viviendo la experiencia. Vivir a través de ellos la odisea.
– Se nota un gran estudio previo por vuestra parte de los detalles que suceden en esos éxodos humanos y viendo esta ficción me estaba dando cuenta de que igual que los vagones del tren están enlazados, también existe una especie de cadena imaginaria con eslabones de diferente color que discurre paralela al tren y que alimenta este sistema peligroso y perverso que relatas en la película. ¿Lo investigasteis a fondo?
Sí, hubo mucha investigación y un proceso muy largo de selección de todas las entrevistas para saber cuales servirían para el arco dramático de la película y a nivel de la filmación, para la construcción de los personajes.
De repente una niña me contó que cuando su madre la llevó a los Estados Unidos le cortó el pelo y la disfrazó de niño y luego otra me contó que muchas tomaban las pastillas antes de empezar el viaje porque sabían que las iban a violar. Entonces tomas esos elementos y los concentras en tu protagonista y ella se corta el pelo, se viste de chico y se toma la pastilla como parte del ritual de prepararse para este viaje y uno busca acciones y esos detalles gracias a estos testimonios detrás de los cuales hay mucha investigación. Desgraciadamente no puedes ponerlo todo y tienes que elegir pero sí te da un conocimiento muy importante del terreno y de la gente para ponerse a escribir sobre ello. Es importante la imaginación y crear a partir de la nada pero también es importante tener una base, un balance entre el realismo y el idealismo.
– En «La Jaula de Oro» otro de los peligros es el de las traiciones, no se sabe muy bien en quien confiar. ¿La realidad podría superar a la ficción en ese caso?
Sí, es lo que les suele pasar a los inmigrantes y la idea de la película es hacerlos héroes desde un punto de vista que normalmente no tienen dentro de esta problemática. También era importante en el proceso matizar los sentimientos humanos y por otro lado la mayoría te cuentan muchas cosas, entre ellas cómo la gente les ayuda pero también cómo de repente se aprovechan de ellos. La traición en México está muy en el ambiente y te cuentan cómo te engañan o te crees que es una cosa y resulta que es otra, como también ocurre que en la vida muchas veces uno mismo se autoengaña porque quiere creer que las cosas son de una manera y te sorprendes porque no viste que iba por otro lado la cosa.
– A lo largo de la película hay varios cortes muy breves que hacen referencia al frío atmosférico y tú dijiste en Cannes que tenían que ver con la necesidad que siente el protagonista de ver la nieve por primera vez pero yo ahí también vi representada una metáfora de la gente que permanece fría sin hacer nada y ajena a ese acontecimiento migratorio y a esa cadena paralela perversa y sin fin. ¿Lo hiciste por eso también o es sólo una apreciación mía?
¡Qué interesante! Eso surgió de las veces que hablaba con los migrantes y cuando les preguntaba que para qué querían ir a los Estados Unidos me decían que por trabajo o dinero, ver las autopistas, los rascacielos,… cada uno tenía una imagen interna de ese lugar ideal, con el césped cortado todo igual y esas cosas. Cada cual te lo explicaba de diferente manera y de pronto hubo un chico que me dijo que quería ver la nieve, se quedó así tan ancho y parecía como un niño porque había una parte muy interesante en su deseo y entonces pensé en contraponer eso con alguien que tiene un sueño más materialista y al final uno vive en un lugar donde hace calor y quiere ir a un lugar donde quiere ver esas cosas blancas que caen del cielo porque donde vive no existe eso. Algo tan sencillo como esto, me pareció muy poético y muy bello y pensé en crear esta oposición.
Sí que la idea de retratar Estados Unidos como un lugar gris, frío y oscuro formaba parte del todo de la película, de que ese lugar a donde llegan es todo lo contrario a lo de la idealización o de la utopía, es una distopía, es una trampa. También a nivel dramático se tenía que desmoronar su objetivo para que entonces tuviera un proceso más interno y que se diera cuenta de que, al final, es difícil encontrar las cosas fuera de uno porque uno aprende en el camino de la vida que la felicidad no está en otro lado sino que uno la busca dentro porque sino esa búsqueda es incansable, nunca estarías satisfecho con ningún lugar donde llegaras.
Entonces lo que él aprende en ese momento en que ve la nieve, la idea es que tuviera un poco de conciencia de esto que acabo de comentar y también darle un sentimiento con una cierta esperanza dentro de esta situación casi cercana a la esclavitud que él está viviendo, y al final también tratar de celebrar el poder del ser humano y no quedarse nada más encerrado en la fábrica sino que se abriera un poco la vida y que nos diéramos cuenta de que definitivamente somos un puntito en el universo en esta sensación como de que estás flotando entre medio de las estrellas y que nuestro potencial seguramente es mucho mayor.
– ¿El final está rodado verdaderamente en los Estados Unidos?
Sí, fue rodado allá. Lo que pretendíamos también con la película era documentar los lugares por donde pasábamos en estas situaciones totalmente reales y entonces cuando encontramos esa empacadora de carne en Estados Unidos pues yo no me podía creer que nos dejaran filmar allí dentro. Entonces simplemente pusimos allí a nuestro personaje principal, lo filmamos, y tratamos de documentar la realidad de todas las personas que trabajaban allí, que efectivamente todos son migrantes y el 90% mexicanos o centroamericanos.
– ¿Y la frontera que aparece es la real?
Sí, de hecho filmamos en Tijuana y todos los túneles que aparecen fue porque me lo contó un niño que lo acababan de deportar y lo conocí en un albergue de menores y al día siguiente de que hablé con él me llevó al lugar por donde entró que ese es el túnel por donde empiezan a meterse donde les dan las mochilas, y ya luego el resto lo construimos en diferentes túneles y lugares porque obviamente no podíamos filmar en el lado de Estados Unidos, eso resultaba un poco complicado.
– ¿Cómo solventasteis el problema de los permisos para rodar?
Fue muy complicado porque teníamos ciento veinte locaciones, yo quería muchos días de tren, pero al final por cuestiones de dinero solo fueron cinco días de ferrocarril y esos días había que aprovecharlos y creo que solo dos veces nos pudimos subir y el resto estábamos abajo, por eso todo está construido en diferentes lugares. Los trenes eran convoyes que nosotros alquilábamos, lo que pasa es que era el mismo tren que los migrantes usan pero necesitábamos alquilarlo para que nos dejaran subir y al ser el mismo dejábamos que los migrantes se subieran y les dábamos también el transporte y les pedíamos que nos firmaran las autorizaciones y les pagábamos, los contratábamos como si fueran extras pero eran migrantes. Fue muy complejo todo lo del tren, ya lo viste supongo en las secuencias, como muy complicadas algunas pero la clave fue haber hecho una investigación porque entonces ya sabes qué lugares son peligrosos y cuales tranquilos y también mis productores hicieron muy buena labor de relaciones con las autoridades, tanto municipales como estatales y entonces cada estado nos iba apoyando, los pueblos, parte porque algunos los conocía yo de la investigación, otros porque ellos consiguieron apoyos políticos pero sí era un viaje peligroso y había que tener todo el apoyo posible de las autoridades también.
«La Jaula de Oro» es una ficción contemporánea en el sentido de que se basa en la realidad, tiene una parte muy importante de denuncia pero, a la vez, la ficción trata de hacerte sentir por alguien por el que normalmente no sentirías y darle voz a alguien que normalmente no escucharías.
©José Luis García/Cinestel.com