José Luis Guerín habló en Buenos Aires sobre lo que mejor conoce: el cine
Los silencios en el cine
«De las dos películas que aquí presento, una es el silencio absoluto y en la otra existe la posibilidad del silencio como pausa.
Cineastas que trabajan con influencias artísticas de otros
«El lado más fastidioso de la cinefilia sería el ‘guiño fortuito’, que yo reconozco en muchos cineastas que quizás filman la Gran Vía de Madrid como si fuera la Quinta Avenida de Nueva York, porque son incapaces de ver sus calles, porque están filtrados o alienados por alguna acumulación de referencias o de diálogos que remiten a otras películas. Ese guiño es muy empobrecedor, a mi juicio, y es lo que menos justicia hace además a los creadores a los que intentan emular porque aquellos que son emulados eran tipos libres, que eran capaces de ver sus calles y ellos ya no ven calles, ven películas sólo.
Lo importante es rescatar las ideas y cómo esos cineastas se relacionaban con las cosas, pensaban las cosas, pensaban sus ciudades y las gentes. Cuando el cine, en lugar de servir para ver mejor las cosas, sirve para no ver entonces se convierte en algo endogámico, cerrado sobre sí mismo.
Los adolescentes españoles de su generación
«Mi generación yo creo que ha tardado mucho en aceptar la propia cultura española. En mi adolescencia, durante la época de Franco, éramos muy despectivos con nuestra propia cultura, idealizábamos lo que venía de fuera y nos sentíamos un poco humillados con lo propio porque eran los tiempos de la dictadura.
Soy de la generación del rock, detestaba a los cantautores españoles y catalanes, el rock y la literatura de fuera y todavía tengo enormes lagunas culturales con lo propio».
El Western, uno de sus géneros favoritos
«Yo estoy muy agradecido al Western. Es el género de mi infancia y mi epopeya natural. Conozco mucho mejor la historia de los Estados Unidos que la de mi país porque me la contaron los Westerns; la construcción del ferrocarril, la llegada del Ponient Express, los nombres de los principales bandidos, la guerra de la secesión, los conclictos entre ganaderos y agricultores,… eso me lo ha contado el Western con una forma de gesta, de apopeya y es mi mitología natural y me siento noblemente seducido. No veo esa nobleza en el cine actual americano y tampoco ningún atisbo de cultura popular en ese cine. Creo que los Westerns con los que yo me formé tenían el gusto por la cultura popular, y eso no hay que confundirlo con cine comercial, que es distinto».
El documental supone renovación
«Lo vivo como una renovación de la dramaturgia. Como cineasta te preguntas cómo fimar situaciones, cuerpos, diálogos y hay algo en la dramaturgia de cine clásico que se me antoja ya academicista, finiquitado para mí como cineasta. Entonces el documental viene a ayudarnos a renovar la forma de filmar personas y diálogos, y por eso necesito de ambos.
El documental importa ese aire nuevo de la realidad, de pactar con los azares, con lo aleatorio y a veces crear situaciones y diálogos en lugar de imponerlos, y de otro lado está el deseo, que viene más del cine de ficción, del control de la iluminación, de crear climas con la luz, pausas dramáticas de silencios,… entonces es en esa tesitura donde encuentro el placer del cine actual».
La importancia del encuadre en el desarrollo de la película
«Hay una división profesional en el cine muy importante que son, por un lado, los cineastas que proceden primero por la situación y luego buscan el encuadre y los que necesitamos absolutamente del encuadre como elemento primordial de ordenar el mundo.
Admiro mucho a cineastas para quienes el encuadre es algo funcional pero en los que apenas existe la noción de encuadre, que crean la situación y la capturan como reportero con una fuerza extraordinaria. Mi forma de verlo es distinta porque el encuadre está dando una lectura, una frase, completamente distinta.
Cuando hice «En Construcción» estuve estudiando mucho de pronto cómo el valor de una frase cambia si está filmado de un lado o de otro. Se decían cosas distintas. Igual pasa si quien habla está fuera del encuadre. A mí me gusta mucho, al acabar una película, seguir rodando solo con el registrador sonoro porque luego en el montaje se puede transformar de alguna manera las imágenes con lo que se escucha fuera de campo. Esa es la operación esencial del cine: ver y escuchar».
Bresson decía siempre también que había que dar siempre prioridad o al ojo o al oído, que en paridad se anulaban porque a veces hay más tensión en lo que ves y otrasen lo que oyes».
El «factor tiempo» en la narración cinematográfica
«El tiempo es otro tema esencial del cine. Sea el tema que sea el que se trate, el tema de discusión final siempre acaba siendo el tiempo porque es un extraño milagro. Quiero decir que lo que hace el cine es capturar trozos de tiempo.
Recuerdo el vértigo que me produjo la primera vez que leí un manual de cine en el que la primera clase era la definición del plano y lo definía así: ‘un plano es un trozo de tiempo y espacio’. Aparte del vértigo, me fascinó. Luego, todo lo que seguía casi me parecía banal comparado con la fuerza que tenía esta frase.
El tiempo en la vida es irreversible, fluye, se escapa, es efímero y el cine tiene ese gran misterio que es capturar un trozo de tiempo que queda dentro de un plano y preservarlo del tiempo fugitivo. El cine son huellas de luz y eso lo tiene en común también con la fotografía. La intimidad que tiene con lo real es algomuy específico por eso yo no llego a entender como cine los dibujos animados o el cine hecho en ordenador, que es otro arte igual de maravilloso quizá o más, pero es otra cosa, responde a otra ética, a otra moral».