«Dos días en Nueva York» de Julie Delpy, normalidad caótica

Actriz pasada a la dirección, Julie Delpy recupera su personaje Marion de «Dos días en París» que ahora, tras romper con Jack, se ha ido a vivir a casa de su nuevo novio Mingus (Chris Rock) en la ciudad de los rascacielos donde recibe la visita de sus familiares más directos desde Francia. Una comedia delirante que claramente sigue los pasos del cine de Woody Allen y un poco también los de John Cassavetes y Robert Altman, que son referentes para la realizadora.
La familia de Marion llega a Nueva York y despliega toda una serie de tópicos franceses de manera exagerada. Su presencia en el apartamento donde viven Mingus y Marion provoca una gran convulsión en la casa. Su excéntrico padre, su alocada hermana Rose y el ex-novio constituyen una mezcla explosiva con continuas y repetidas consecuencias.
La mayor parte de los miembros de esta familia viven como en una infancia prolongada y siempre se hacen las mismas preguntas para las que no son capaces de hallar respuesta. Hasta Rose todavía se pelea con su hermana como si fueran niñas.
En sus conversaciones pocas veces pueden evitar hacer referencia a temas sexuales, especialmente a las partes genitales, y están siempre buscando que esas frases sean ingeniosas y divertidas.
Julie Delpy es a la vez directora y protagonista. Su Marion es una mujer muy directa en las conversaciones, que siempre dice lo que piensa, y que está empeñada en obtener un buen reconocimiento en las galerías de arte. Ese es su handicap y el origen de todos los males que le acechan.
La ansiedad que le provoca supera su capacidad y por eso se comporta como una neurótica. Su inestabilidad emocional le hace pasar una mala jugada y en ocasiones entra en auténticas paranoias como la de creer que si hace uso de una cabina telefónica se podría contagiar de gonorrea.
Mingus, el novio, personaje de Chris Rock, trata en todo momento de arreglar o nivelar lo que no se puede arreglar.
Presenta un programa de radio en el que recibe llamadas de los oyentes y en su rincón favorito de la casa tiene una reproducción en cartón a escala real del presidente Obama al que cuenta sus confidencias más íntimas y personales. La presencia de los familiares pone a prueba su relación con Marion a la vez que intenta seguir descubriéndola a través de ellos.
La relación entre ambos es mucho más abierta que la que tenía en su anterior filme rodado en París, que podríamos considerar como una primera parte de éste, en el que aquel novio se mostraba bastante celoso.
En paralelo estamos ante una película que reivindica la diversidad cultural. Las auténticas diferencias que sí podrían ser reprochables están siempre en el terreno económico y eso lo subraya Delpy, autora también del guión, en una breve escena en la que su padre, ficticio y además real, raya la puerta de una limusina.
«Dos días en Nueva York» es una película sobre la que el espectador va a estar más que nunca condicionado por su manera de ser. Sin término medio, habrá quienes la valoren como lo amena y divertida que es incluyendo la música que también ha sido escrita por Julie Delpy, y otros que no podrán soportar su lenguaje al que consideraran soez y grosero.
La actriz y directora ha vivido el cine desde muy pequeña y eso se percibe en la película.
©José Luis García/Cinestel.com
(fotos: Nicole Rivelli/Polaris – Alta Films)