Construcción de identidades en el documental argentino reciente
Construir una identidad propia y diferenciada es uno de los retos más apasionantes al que desde chicos nos enfrentamos. Dos documentales argentinos de reciente estreno nos pusieron de relieve, por un lado cómo se llega a configurar una personalidad muy singular y por otro, las serias dificultades para hacerlo en el caso de las jóvenes generaciones actuales. Nos fijamos en «Kartun. El año de Salomé» de Hugo Creixell y Mónica Salerno y en «La toma» de Sandra Gugliotta.
«KARTUN. EL AÑO DE SALOMÉ»
El documental de Salerno y Creixell nos acerca al trabajo y pensamiento de uno de los dramaturgos argentinos más reconocidos en los últimos tiempos tomando como hilo conductor el proceso completo de los ensayos de la última obra teatral estrenada por él, «Salomé de Chacra». Sus intereses como artista, su método como director y su infinita pasión por contagiar el amor a la dramaturgia conforman una detallada radiografía de su fuerte personalidad marcada por un interés especial en diferenciarse del resto.
La idea de hacer esta película parte de un proyecto de serie televisiva sobre dramaturgos que no llegó a ser concluido pero que había recabado mucho material sobre Mauricio Kartun, un profesional que ha forjado un carisma propio y que se desenvuelve dentro y fuera del set teatral con mucho histrionismo. Él mismo se autodefine como un puro observador que ha desarrollado la capacidad de comunicar.
La obsesión de Kartun no está tanto en acumular conocimientos desde esa observación de la vida común, sino en clasificarlos para después poder explicárselos al público en sus obras teatrales. El dramaturgo se reconoce a sí mismo como un ferviente admirador de Diego Carpusotto porque, al igual que le ocurre a él, es capaz de sacar un texto de cualquier cosa.
La película comienza y acaba en el Cariló, el lugar que el director teatral tiene destinado para sus actividades creativas, discurre por los diferentes ensayos que son realizados con la mayor escenografía posible y también nos ofrece partes urbanas de Buenos Aires, así como un retrato del mercado de abastos donde Kartun trabajó durante una década antes de decidir dedicarse por completo al mundo del teatro. Algunos lugares de ensayo nos recuerdan esos locales tan numerosos en la capital argentina donde todas las noches se celebran sesiones de teatro independiente.
Los realizadores pretendieron en un primer momento hacer un documental sobre una historia con elementos narrativos que normalmente se utilizan para la ficción pero fue derivando hacia Kartun como personaje principal sin la pretensión de hacer una biografía, sino más bien de descubrir cómo crea y cómo escribe a través de fragmentos de su quehacer profesional cotidiano, mostrando cómo fue su escapada para adelante hasta conseguir esa posición que ahora ostenta y su estética personal, propia y bastante intransigente con respecto a ideas que por su naturaleza no comparte. Kartun es un poeta inmerso en la cultura del trabajo y el perfeccionamiento profesional.
«LA TOMA» DE SANDRA GUGLIOTTA
El documental de Gugliotta es otro ejemplo más de una obra fílmica propuesta inicialmente bajo unos determinados parámetros pero que al final acaba siendo otra cosa completamente distinta. La realizadora comenzó el rodaje en la escuela secundaria Nicolás Avellaneda del barrio bonaerense de Palermo con la intención de poner su foco de atención en que las representantes de los comités de estudiantes eran todas mujeres. Pretendía ser en ese sentido una película sobre los géneros, pero durante su elaboración se produjo en el centro una toma, un encierro de estudiantes, que saltó de manera muy sesgada a los medios de comunicación generalistas. El film inmediatamente se convirtió en un testimonio vivo sobre esa ocupación de las aulas.
En «La toma» encontraremos las diferentes posturas a la hora de reclamar unas mejores condiciones para la enseñanza pública e incluso el diferente concepto de sacrificio por la comunidad y por el bien común que tienen las personas que aparecen (y las que no) en la película. En el film somos testigos de los diálogos que se llevan a cabo en el centro para que se lleguen a acometer mejoras en temas como el mobiliario para el estudio o en la estructura misma del edificio con algunas grietas amenazantes.
Aunque sin haberla visto se le podrían encontrar algunas similitudes con «Escuela normal» de Celina Murga, aquí es el grave conflicto el que se hace notar, mientras que en la primera lo que se pretendía era reflejar el funcionamiento en un día cualquiera. Gugliotta rodó simultáneamente con dos cámaras diferentes durante las cuatro o cinco horas que duraba cada asamblea, teniendo que hacer frente al desorden y la espontaneidad con que tenían lugar.
Como reflexión final de este documental nos podría quedar, por un lado que hay una minoría de estudiantes, en este caso, casi todas mujeres, que saben entonar un discurso coherente sobre sus discutibles puntos de vista, y por otro el tremendo desgaje que se percibe entre padres e hijos, lo que sin duda va a influenciar poderosamente en la construcción de su identidad. En este sentido, Sandra Gugliotta parecería estar sugiriendo a los padres, ¡vayan a las escuelas y preocúpense sobre las condiciones en las que allá estudian sus hijos! Los profesores hacen todo lo que pueden pero aquí parece que hay muchos padres que no saben o no quieren saber que también son responsables de la educación de sus descendientes.
©José Luis García/Cinestel.com