«La Cama», de Monica Lairana; las últimas 24 horas de una pareja
Jorge y Mabel son una pareja en la que ambos rondan los 60 años de edad. Ellos dos están pasando las últimas 24 horas en común y ya no piensan más en seguir estando juntos.
«Cada cual lleva en el fondo de sí mismo, como un cementerio, a aquellos a los que ha amado» decía en una cita con la que comienza la película, el escritor francés Romain Rolland, a través de su novela Jean-Christophe.
La Berlinale Forum acogió el debut de Monica Lairana en la dirección de largometrajes de ficción. Reconocida actriz de cine y teatro, tal vez su vertiente como realizadora no se conozca tanto, pero sería importante recordar que Lairana abrió esta nueva posibilidad en su trabajo creativo ya en el año 2010 con el cortometraje «Rosa» siendo seleccionado para optar por la Palma de Oro en Cannes. Y que su segundo corto, «María», fue reconocido por los cronistas argentinos con un Cóndor de Plata.
«La Cama» es una película en la que su pareja protagonista está tratando de expresar un último aliento de pasión frente a una ruptura inevitable. Ambos están en realidad derrumbados y sin energía a una edad bastante avanzada. Ella llora y él está triste. El desasosiego disimulado y la esperanza desvanecida marcan mucho la vida de los dos en ese momento preciso. La cámara los mira impasible ante su desgracia.
Sandra Sandrini y Alejo Mango son los actores que dan vida a estas personas sobre quienes se presume que posiblemente se complementaron bien durante largo tiempo, pero a los que les ha llegado la obviedad de tener que tomar o asumir la decisión del otro.
Monica Lairana se pregunta e interpela al espectador sobre si es posible capturar en las imágenes el instante preciso, el exacto momento en que dos cuerpos dejan de ser amantes y tal vez comienzan a extrañarse.
La directora responde las preguntas de Cinestel:
– ¿Expresar las emociones dentro un tránsito personal amargo era tu intención con «La Cama»?
«La cama» es una película muy íntima. Es un retrato de una pareja adulta durante el último día que comparten juntos, previo a una separación definitiva. Durante ese día ellos deben dividir sus pertenencias y vaciar la casa que compartieron por mas de 30 años. La casa donde criaron a sus hijos y construyeron su familia, antes de que el camión de la mudanza pase a retirar todas las cosas.
La película observa minuciosamente la relación de sus protagonistas. El cariño y la humanidad que persiste a pesar del momento duro y triste que atraviesan. Mi intención era que la cámara los observara como una espía. Que el espectador se sintiera invitado a ser voyeur de esas últimas horas de despedida, donde justamente todas las emociones que transitan son contradictorias, fluctuantes, imprevistas. Me interesaba captar ese vaivén emocional por la importancia de exponer otra clase de despedida, más humana.
«La cama» nos habla de nuestras contradicciones a nivel afectivo, y de algunas decisiones que somos capaces de tomar sin tener del todo claro lo que eso significará en el futuro ni el dolor que podemos ocasionarle al otro. También me interesaba que dentro de esa amargura hubiera pequeñas irrupciones de humor, porque nuestra vida cotidiana está plagada de momentos tragicómicos.
– ¿La desnudez vista en tu película sería otro reflejo más de ese desasosiego disimulado y desesperanza de los personajes?
La desnudez me interesó siempre como temática en sí misma. Ya en mis cortometrajes la desnudez y la intimidad eran partes esenciales de la narración. Hay una búsqueda expresiva que se repite, muy vinculada a utilizar los cuerpos como el elemento narrativo por excelencia, por encima incluso de los diálogos. Son los cuerpos los que me conducen a contar historias. La brutal y a la vez hermosa potencia que tienen en la pantalla es lo que me atrapa.
En «La cama», antes del guión, la primera imagen que tuve fue justamente la del cuerpo de un hombre y una mujer desnudos, tirados en el piso de una habitación, devastados, con sus cabezas gachas, totalmente desolados. En la película los cuerpos de los protagonistas son utilizados no sólo para ilustrar el desasosiego o la desolación que atraviesan, sino para introducir otros temas sutilmente, como la decadencia de los cuerpos y la vejez.
– ¿Y no crees que los objetos conservan un pedacito de nosotros mismos? Porque esta ficción tuya veo que les da esa categoría de importancia y hasta, me atrevería a decir, con un punto fetichista.
Hay algo muy interesante en el hecho de como a lo largo de nuestras vidas nos convertimos en acumuladores de objetos, muebles y todo tipo de cosas. Y esto se amplifica cuando pensamos en una pareja o en una familia. A lo largo de los años la dimensión del espacio ocupado por esos objetos crece y en algunos casos llega a ser absurdo. Esta idea me interesaba para la película. Todos esos objetos hablan de lo que somos, de lo que fuimos, de lo que pretendíamos ser. Los objetos antiguos son recortes del pasado y guardan una carga emocional muy fuerte. La casa –escenario único y central en la película- entra también en esta categoría, y por eso es para mi el tercer personaje del film.
– ¿Qué ventajas le encuentras a rodar los planos con una cámara estática?
La utilización del plano fijo con una cámara estática para mi acentúa la sensación de verdad, sobre todo en combinación con la duración de los planos. El tiempo transcurre frente a nosotros. Los actores se desplazan en escena y realizan sus acciones sin cortes. Al eliminar parte del artificio cinematográfico es interesante lo que se produce como sensación de verdad. Una cámara más virtuosa o vertiginosa para mí nos aleja de este sentido. Hay una decisión arriesgada también en optar por largas duraciones para las escenas, y un ritmo general muy calmo, relacionada con la idea de abandonar la exigencia de velocidad actual e invitar a los espectadores a dejarse llevar por la contemplación, por entregar su tiempo a observar a dos seres lejanos, pero a la vez cercanos, familiares, a mirarlos en calma y en profundidad mientras atraviesan su despedida, con la intención de generar identificación, empatía, pero también preguntas esenciales a nosotros mismos.
– Tus personajes son una pareja cercana a la tercera edad. Da la impresión de que quisiste también romper determinados clichés que se dan en el cine en torno a la belleza y a la sexualidad en esa etapa tan adulta. ¿Fue esa tu intención?
La sexualidad en la tercera edad es otro de los temas que me interesan mucho como realizadora. Mi primer corto, “Rosa”, que compitió en Cannes, abordaba la sexualidad de una sexagenaria que luchaba contra su soledad. Pienso que el sexo está tan ligado a nuestro ser como personas y que eso se conserva toda la vida. Aún hoy existe una especie de tabú acerca del sexo, sobretodo en lo que respecta a la sexualidad de las personas mayores de 50 años. Y eso se ve reflejado en el cine. Hay también una suerte de implícito cultural que determina que una mujer a los 60 años ya no es una persona sexual. Y esa idea me enoja mucho, porque además acarrea otras ideas como por ejemplo que el cuerpo de una mujer después de los 40 ya no es atractivo. Tenemos una cultura casi generalizada que enaltece a niveles insólitos la belleza de la juventud y desprecia a los cuerpos que envejecen. Para mí todos los cuerpos son bellos en la forma que tengan y en ese sentido es interesante que el cine ofrezca otras miradas.
©José Luis García/Cinestel.com