«La Dona Jueva», de Bertold Brecht vista por Antoni Verdaguer
Participó en el 17 Festival de Cinema Jueu de Barcelona.
Cineasta en activo desde 1976, Antoni Verdaguer tiene un vasto conocimiento de todo lo que tiene que ver con el medio cinematográfico y, en consecuencia, una larga lista de actrices y actores con los que ha trabajado por su facilidad de adaptación al relato y su olfato para elegir las historias y los guiones. Su último trabajo es un cortometraje que adapta al cine una de las escenas independientes de la obra teatral Terror y miseria del Tercer Reich, escrita por Bertold Brecht y estrenada en 1938. «La Dona Jueva» es la historia de una mujer que está preparando su equipaje y que vacila indecisa durante un rato frente a la fotografía de su marido que está encima de la cómoda, antes de telefonearlo.
Gran cinéfilo desde muy joven, el director egarense (de la ciudad catalana de Terrassa, capital de la comarca del Vallès Occidental), ha pasado y conocido tantas experiencias interesantes que hasta se podría postular, si él quisiera, a una entrevista maratoniana de radio o televisión. Su facilidad y maestría en la dirección de actores, de la que es un docente de referencia, ha hecho que hasta ahora algunos de los mejores actores y actrices españoles hayan trabajado con él. Naturalmente, sigue en marcha y con una sensibilidad capaz de captar al vuelo una frase o idea surgida de una conversación y transformarla en una película, aunque sea en un cortometraje, como es el caso que nos ocupa.
Antoni Verdaguer nos cuenta para Cinestel cómo se formó el proyecto de rodar «La Mujer Judía».
«Todo comenzó cuando la protagonista del corto, Rosa Aguado, me invitó a ver un espectáculo que ha montado que se llama ‘Llum entre grisos’ y que está basado en textos, canciones y poemas de Bertold Brecht, e incorpora los veinte minutos de «La Mujer Judía» que después hemos rodado.
A mí me pareció que era casi un monólogo, porque al final aparece el marido en escena y encontré que el relato era muy interesante por muchos de los conceptos que se pueden desprender de este texto. Se lo propuse a ella, y entre dos entidades sin ánimo de lucro lo hemos llevado a cabo como actividad muy especial, porque no es el sistema habitual de hacer películas».
– ¿Uno de los temas principales de la historia sería el de la desesperación con y sin ira?
En sí lo que plantea es lo que le pasa a una pareja, en este caso formada por una mujer judía y por un alemán que no es judío, pero a los que la situación les empieza a afectar por igual. Al marido le niegan el saludo en el trabajo y ella se quiere ir porque de alguna forma piensa que así el marido la va a querer. Es decir, ella no se va porque el marido no la quiere, sino que haciéndolo así lo deja a él sin una serie de problemas que le vendrán seguro. Pero al mismo tiempo tampoco acaba de estar contenta de cómo la trata el marido, así que a la vez es un acto de amor y de desamor.
– También tiene un componente de tragedia toda esa situación en los años ’40.
Evidentemente. Está la ruptura de un matrimonio, de un círculo de amigos, y la más general que se produjo en cuanto a que millones de personas acaban yendo a un campo de concentración. Y esos son los puntos por los que yo creo que más me ha interesado hacer este corto a partir de este texto de Brecht que nos sirve para la recuperación de la Memoria Histórica, porque hay que tenerlo siempre muy presente y conviene recordarlo de vez en cuando, ya que estas cosas como el Holocausto nazi, no tienen que volver a pasar nunca más y además debe prevalecer la no discriminación en función de sexo, raza, creencias políticas o religión. Éstas son las dos cosas principales que defiende el texto y el corto.
– Brecht no definía el espacio escénico en su texto. ¿Qué tuvo en cuenta a la hora de resolver esa ambigüedad?
Lo ubicamos en una casa de burguesía media-alta en los años ’30 en Berlín o en Munich y nosotros lo hemos rodado en Terrassa. Al ser, que yo sepa, un texto teatral del que no se había hecho ninguna adaptación cinematográfica, evidentemente lo hemos sacado de lo que sería un sólo espacio del escenario y lo hemos puesto en un espacio real, en una casa de estilo modernista decorada como en aquellos años, que no es exactamente la Alemania de aquel tiempo pero es lo que teníamos más cercano, porque esta casa con planta baja y piso amueblado yo creo que define muy bien la situación de los personajes. En principio, por su posición social a priori no parecen unas personas que tuvieran que padecer el drama que están viviendo, lo que pasa es que el drama lo genera el entorno, el poder nazi que hay en aquel momento y todo lo que iba sucediendo, como todos sabemos.
– Muchas de las imágenes que recordamos de esa época son en blanco y negro. ¿Eso ha ayudado a la decisión de hacer la película en ese sistema?
Sí. Hablando con el director de fotografía Joan Carles Lausin, un profesional con el que he colaborado en muchas películas, lo primero que me dijo cuando le pasé el guión fue que él lo veía en blanco y negro, y la verdad es que a mí también me ocurría eso.
Como ha dicho él mismo en la presentación del Festival de Cine Judío, a mí me parece que ese blanco y negro muy contrastado y marcado sin muchos grises, por decirlo de alguna forma, refuerza este dramatismo. Pienso también que hay una nota de color, un pequeño homenaje a Speilberg si quieres en su película «La lista de Schindler», que es el niño que va con ella y que cuando ha hecho una serie de llamadas, quema el papel donde tiene los números de teléfono para que nadie pueda relacionar a esta gente a la que ha llamado con la mujer. Esta llama, esta destrucción de pruebas, es el único momento que es en color de la película.
Muchas veces el hecho de poder hacerlo o no en blanco y negro son condicionantes comerciales que imponen los propios productores. Aquí lo hemos producido nosotros mismos y hemos hecho lo que nos parecía que era más idóneo.
– «Havanera 1820» y «La Teranyina» son también dos largometrajes suyos de ambientación clásica. ¿Se siente atraído por contar este tipo de historias?
Precisamente de «La Teranyina» hemos celebrado hace muy poco el 25 aniversario de su estreno y es una película de la que estoy muy satisfecho. Aunque ahora he vuelto al corto, yo he hecho catorce largometrajes y de ellos sólo estos dos son de épocas anteriores. Pero sí te tengo que decir que seguramente si fuera yo el que decidiera lo que voy a hacer, pues hubiera hecho más películas así.
«La Teranyina» es una historia situada en 1909 durante la Semana Trágica en una ciudad próxima a Barcelona, que habla de la revolución industrial, del enfrentamiento de la clase obrera con la burguesía. El relato de «Havanera 1820» se remonta al siglo XIX, habla del tráfico de esclavos, de cómo un negocio que acabó siendo ilegal ayudó y contribuyó mucho a la prosperidad en Catalunya. Ninguna de las dos habla de un hecho histórico-político sino que ambas son puras ficciones y una es una película de intriga y la otra un melodrama de aventuras. En el caso de «Una mujer judía», es un filme ambientado en los años 30 con un trasfondo que es el Holocausto nazi. Éste es un tipo de cine que me apetece mucho hacer y no siempre tengo proyectos que van en esta misma línea, pero el problema está en la situación en que nos encontramos ahora para hacer según qué películas, porque la dificultad está en saber de dónde se saca la financiación para ello.
©José Luis García/Cinestel.com