«La herida» de Fernando Franco; firme crudeza y tormentoso rigor

Iba a ser un documental sobre uno de tantos síndromes que se hallan en el catálogo de la psiquiatría moderna, pero cuando el realizador sevillano comprobó que los afectados reales agudizaban el problema o, dicho de otra forma, lo sobreactuaban, decidió echar mano de la ficción para que una actriz con la profesionalidad de Marian Álvarez pudiese ponderar mejor los altibajos de este cóctel destructivo en la vida de cualquier persona. «La herida» es una película descriptiva de estos problemas cuyo rigor puede resultar excesivo y asfixiante para los no eruditos, que somos la mayoría. Premio a la mejor actriz y mención especial del jurado oficial de San Sebastián.
El film narra la tragedia personal de Ana Ortega, una chica de 30 años que padece un cúmulo de síntomas que los psiquiatras agrupan bajo la denominación de Trastorno Límite de la Personalidad por los que le cuesta relacionarse con los demás. Cuando mantiene cualquier conversación, por ejemplo, transcurridos unos minutos se vuelve repentinamente irritada, grita a su interlocutor y termina abandonando el lugar. Sus impulsos autodestructivos la hacen autolesionarse usando distintos artilugios como una negación de sí misma ante la falta de afectos correspondidos. A ello se le suma el abuso del alcohol y las drogas junto con otro descontrol más que es la cleptomanía.
Bromeando acerca de esa excesiva rigurosidad y abstracción hacia el personaje de esta conductora de ambulancias que tiene la película, mencionar que Fernando Franco parecería haber hecho realidad un nuevo síndrome, el del montador de cine que cuando dirige su primera película emplea largos planos secuencia. Bromas aparte, en casi todos los planos de esta difícil y radical película está la actriz Marian Álvarez. La cámara la va siguiendo a todas partes y nos obliga a los espectadores a medir el contexto de esta historia a través del rostro de Ana en sus emociones. El realizador además ha usado lentes largos en los planos con cámara fija para que la parte posterior de la actriz quede desenfocada.
No menos importantes son aquí los dos progenitores de la chica, en especial la madre en quien podría radicar el origen de todos los problemas afectivos y de relación que tiene su hija. En su afán por mostrarnos hasta el más mínimo detalle de los síntomas del trastorno que Ana padece, encerrándonos angustiosamente en su mundo interior, Franco ha abandonado la posibilidad de ofrecernos más elementos sobre la vida de la madre que nos habrían proporcionado una información mucho más precisa sobre su grado de implicación en los desarreglos de su hija con los que hubiésemos intentado comprender mucho mejor esta historia.
Es Roxana Pastor quien interpreta a la progenitora, una mujer completamente aséptica en sus conversaciones y en su trato con Ana. Ella también nos deja con la sensación de que está atrapada por algún motivo, quizá porque fue abandonada por su marido, y de que tiene pocos recursos a su alcance para transformar esa relación sombría y triste en la que notamos que nunca nada estuvo en su lugar y de ahí esa incapacidad para avanzar en la vida, tanto antes como ahora, momento en el que ella está haciendo ver como que no se entera o no se quiere enterar de lo que le pasa a su hija.
El guión de «La herida» es una obra del reputado dramaturgo y guionista habitual de Jaime Rosales, Enric Rufas. Franco asegura que este trastorno tiene una baja incidencia entre la población joven y que las familias que lo padecen son incapaces de identificar el problema y sus raíces. En ese sentido, considera este largometraje riguroso y honesto, algo que sí se puede comprobar al verlo, aunque también es demasiado parcial en su exposición. El film es una producción de cinco empresas españolas y algunas instituciones. El nexo común de la mayoría de profesionales técnicos vinculados a este proyecto es que todos han pasado por la ECAM de Madrid, donde se conocieron.
©José Luis García/Cinestel.com