«La Impresión de una Guerra», de Camilo Restrepo; retazos del terror

Nacido en Colombia, Camilo Restrepo alcanza con «La Impresión de una Guerra» su tercer cortometraje que recurre a fragmentos diversos de realidades distintas, pero todas ellas trazadas en torno a una problemática que el país viene arrastrando nada menos que desde hace 70 años, un conflicto armado interno cuyos contornos han perdido con el tiempo nitidez. Esta es una guerra difusa en la que la violencia rastrero insidiosa ha invadido poco a poco el conjunto de la sociedad. Pasado tanto tiempo desde sus inicios, la barbarie y el terror han dejado ya multitud de rastros. “La Impresión de una Guerra” muestra algunas de estas marcas, voluntarias o accidentales, ostensibles, fugaces o disimuladas. A menudo signos de lucha contra el olvido, la indiferencia y la impunidad. Todo se complica con las relaciones que se han tejido entre los diferentes actores: los grupos de la guerrilla, los narcotraficantes, fuerzas militares y paramilitares, y las bandas mafiosas.
Con la voz del director como hilo conductor, el filme nos pasea por el amargo enfrentamiento a través de periódicos defectuosos con sus colores desvaídos o saturados, fotografías borrosas, antiguas filmaciones de combatientes y algún testimonio sobre el dolor y la huella.
Declaraciones del director
En el transcurso de las investigaciones y la búsqueda de archivos que llevé a cabo para esta película, me encontré con el problema de presentar el conflicto colombiano de acuerdo a una estructura o un tema que pusiera orden en los acontecimientos y en el contexto de las consideraciones personales. Sin embargo, cada intento de crear un esquema o punto de vista específico me parecía representar una simplificación del problema.
Nosotros, el pueblo de Colombia, probablemente no hemos logrado el suficiente desapego todavía para ser los que analicemos una situación que todavía nos está agrediendo. La guerra en Colombia no ha terminado todavía, y la violencia, menos aún. Pertenezco a una generación de colombianos que fueron fuertemente afectados por los años más violentos del conflicto y que llevan el estigma de la guerra. Todo lo que podemos traer a esta primera etapa de análisis de nuestra historia reciente es nuestras propias historias, nuestras propias impresiones.
Mi objetivo era capturar huellas visibles de la violencia en la vida cotidiana de las personas que viven en ese país. Las imágenes de los campos de batalla, imágenes conmemorativas, imágenes inscritas en el paisaje urbano, representaciones íntimas de las experiencias que las personas han atravesado… Estos rastros -deliberados, accidentales, ostensibles, fugaces o disimulados- constituyen la materia prima para «La Impresión de una Guerra».
Para conectar estas imágenes, prestando atención tanto a las condiciones en que surgieron y su derrotero como tales, la película propone una reflexión sobre la composición de los recuerdos del conflicto colombiano.
¿Quién es Camilo Restrepo?

Camilo Restrepo
Nací en Medellín en 1975 y viví en Colombia hasta que tenía 22 años.
Desde entonces, los recuerdos, encuentros, conversaciones telefónicas y los medios de comunicación han sido mis sustitutos para vivir el día a día de allá. Con el tiempo, un país diferente al que yo conocía se ha concretado para mí a través de los filtros de fuentes remotas de información.
Yo de vez en cuando enfrento a esta Colombia recompuesta en mi mente con la realidad actual del país. Así es como llegué a empezar a hacer películas durante mis visitas ocasionales allí.
«La Impresión de una Guerra» amplía las reflexiones abordadas en mis dos primeros cortometrajes sobre el destino de las imágenes y de las diferentes capas de representación que se pueden dar en un solo territorio. Al igual que mis otras películas, «La Impresión de una Guerra» trata de ir más allá del discurso estándar para capturar una determinada realidad del país.
«Tropic Pocket» (2011) entrelaza diferentes contrastes visuales que vienen todos de la misma región aislada del país.
«Cómo crece la sombra cuando el sol declina» (2014) retrata la ciudad de Medellín según les parece a gente que está en los márgenes, los que hacen juegos malabares en las intersecciones de calles o los que trabajan en un depósito de chatarra.