«La Mirada Invisible», ingenuidad y observación bajo la represión del poder
Estrenada en España el 12 de agosto.
No es un argumento que ponga blanco sobre negro sino que ahonda en otros aspectos de lo que fue el sistema represivo de la dictadura militar desde la subjetividad de un personaje ajeno al contexto, sexualmente reprimido y en “estado de búsqueda”. El espectador debe fijarse en la parte para construir el todo.
La película está ambientada en el año final del régimen dictatorial argentino, en su etapa de decadencia más plena, justo antes de la guerra de Malvinas, y su director Diego Lerman la ha definido cómo una fábula moral ambientada en la dictadura. A través de una trama muy sencilla y singular aparece en toda su dimensión el sistema represivo de la época.
Protagonizada por Julieta Zylberberg («La Niña Santa») y Osmar Nuñez, la película cuenta cómo María Teresa, persiguiendo un vago, quizá inexistente olor a cigarrillo, comienza a esconderse en los baños de los varones para sorprender a los que fuman y llevarlos ante la autoridad, y poco a poco hace de ello un hábito oscuramente excitante, no el de la violación de las reglas sino de su aplicación a ultranza de donde surgirán la torsión y el desvío, de la rigurosa vigilancia de una completa rectitud, de la custodia inflexible de una normalidad total y atroz.
Diego Lerman cuenta a Cinestel más detalles:
«La Mirada Invisible» transcurre en marzo del año ’82 en el Colegio Nacional Buenos Aires durante lo que fue un final largo de la dictadura en Argentina. Este primer final fue de una gran decadencia, cuando la dictadura ya había sido corporizada, había pasado a los cuerpos, y luego de restaurar un modelo represivo durante varios años esto ya está naturalizado en bastantes partes de la población.
Respecto al colegio, lo que se ve es justamente a los alumnos convivir en un lugar de naturalización en donde el rigor por la conducta es un hecho ordinario.
La película está ambientada en previo a lo que fue la declaración de guerra de Malvinas, en abril de 1982. Más tarde la guerra desencadenó otro tipo de final pero hubo primero un brote nacionalista, un apoyo popular a esa guerra y luego de la derrota fue ahí cuando la dictadura de alguna manera empezó a irse.
– El voyeurismo forma parte de la actitud de la protagonista, ¿no cree que con el auge de las tecnologías esa forma de pasar el tiempo se ha acentuado, tanto en televisión como en Internet?
Sí, totalmente. Ahí el grado tal vez más exponencial del voyeurismo televisivo es cualquier ‘reality’ de los que se han hecho. Yo recuerdo ese Gran Hermano que era como poner en evidencia ese lugar voyeurístico y ese morbo por mirarlo todo y por saberlo todo, pero creo que ahí la situación de control y de dominio del voyeurista en el caso de María Teresa, que es el personaje protagónico de la película, lo que estamos poniendo en juego es justamente eso, de quién es esa mirada donde todos espían a todos y donde hay incluso un ojo más grande, el ojo del poder o el ojo que todo lo mira, que es aquel ojo que está por encima de todas aquellas pequeñas miradas.
En esta mirada, que es la de María Teresa, una chica ingenua que comienza a trabajar en este colegio siendo ajena a ese mundo como si fuese extranjera porque pertenece a otra clase social y no forma parte del contexto de ese colegio, es donde todo lo que comienza a suceder es nuevo y en los baños de varones, en los que termina percibiendo un posible olor a cigarrillo de un alumno. Entonces empieza a espiar y a partir de eso es que aparece lo bajo y el deseo se manifiesta y ese deseo es algo que por más represión que haya no puede controlar y aparece en el cuerpo y se hace evidente en los baños.
– ¿En «La Mirada Invisible» qué cree que es más determinante, un exceso de rigidez en las reglas o lo absurdo y penoso de la represión sexual?
Yo creo que es una mezcla de ambos conceptos. Sobre la represión, el contexto está pervertido en la moral, a través de la instauración de esta dictadura sangrienta y sanguinaria en donde lo sexual no está ajeno a eso y donde se generan normas ridículas pero muy concretas, como si el pelo debe tener dos o tres dedos de largo, sobre que el uniforme debe ser impecable, sobre la manera cuasi militar que los alumnos deben formar y tomar distancia,… esas pequeñas reglas, por más ínfimas y anecdóticas y hasta que nos podríamos desde el hoy burlar de ellas, pero lo que denotan de fondo es que hay un poder detras de esas reglas que lo que dice es que las cosas son de una sola manera y son de esa que dice el poder que son y si no fuesen así, entonces aquel que no las cumpla deberá ser sancionado.
De esta forma lo que hay es un sistema rígido a través de pequeños detalles donde el caso de los alumnos que fuman el cigarrillo no es el tema, no es una película anti-tabaco, sino que el tema es que haya un alumno capaz de enfrentar a la ley y el orden y que hace quebrar unas reglas. Si eso es así, hay que sancionarlo con todo el rigor. Esa es la ideología del jefe de preceptores que encarna un poco la ideología del poder dominante en ese momento.
– A usted no le dejaron filmar en el lugar donde está ambientada la novela en la que se basa la película. ¿Cree que es debido a una cierta postura narcisista respecto al qué dirán?
Puede ser. La anécdota es que el Colegio Nacional de Buenos Aires es un colegio absolutamente elitista que ha formado a parte de la clase de élite tanto política como cultural del país. Muchísimos dirigentes tanto del espectro de izquierda como de derecha o centro han salido de ese colegio.
Yo cuando quise hacer una adaptación de la novela de Martín Kohan «Ciencias Morales», una de las cosas que más me atrajeron, entre otras cosas, era el lugar que tomaba como universo condensado que era este colegio tan simbólico que podría ser como cualquier otro colegio elitista de por ejemplo España, pero que en el caso argentino tiene un peso bastante específico en la sociedad.
Al día de hoy, a la hora de pedir permiso para rodar es una localización visualmente imponente como lugar, es una construcción que es una especie de templo del saber donde hay una relación espacial casi eclesiastica, donde el individuo es muy pequeño frente a la magnificiencia arquitectónica que muestra que hay un Estado supremo y poderoso detrás de ese proyecto educativo que es un tipo de estado utópico de una época que sucedió en la Argentina.
Finalmente la anécdota fue que la rectora del colegio, luego de leer el guión me dijo que no podía filmar en ese lugar siendo que es un colegio que se ha usado para diversas películas, entre ellas la última había sido una producción española sobre la vida del líder del Opus Dei que se había rodado una parte ahí, pero bueno, consideró que no era una locación para rodar esta película y eso nos obligó a tener que reconstruir un colegio porque no encontramos ningún otro con esa magnificiencia y finalmente lo que hicimos fue crear un colegio ficticio que era la suma de distintos lugares, entre ellos el Congreso Nacional y tres colegios más que demandó un enorme trabajo pero que visualmente yo me quedé muy conforme con la reconstrucción no tanto arquitectónica, porque la arquitectura que aparece no es francesa, es más bien española, pero se narra esa magnificiencia que a mí tanto me importaba que aparezca.
– Una productora española participó en el film. ¿Significa que puede tener más posibililidades de que se estrene en España tras su paso por el Festival de San Sebastián?
La película es una coproducción con Imval, de Luis Ángel Ramírez de Madrid y la productora Mediadrama de Andalucía. También está productoras de Francia y Argentina.
©Carlos Bermúdez/Cinestel.com 01/09/2010