«La Mula», con María Valverde y Mario Casas; valores humanos frente a estrategias heroicas

«La Mula» es una película que nos aproxima a la realidad de multitud de personas sencillas que pese a tener valores, deseos, proyectos, sueños, propósitos, ideas o esperanzas, se vieron involucradas sin pretenderlo y sin que les pidieran permiso o su opinión en una contienda bélica como la Guerra Civil en la que algunos no creían y otros sí, pero siempre influenciados por un umbral de temores y miedos.
La novela de Juan Eslava Galán ha sido adaptada al cine reflejando el sentir y el proceso que su padre, cabo acemilero que llegada la paz quiso intentar por todos los medios salvar una mula que sirviera para levantar su casa y su futuro. La vida del cabo Juan Castro es antiheróica, pícara y tierna a la vez. El protagonista, jienense, es reclutado por el bando nacional y en un pueblo cordobés se enamora de una joven llamada Conchi que parece estar buscando un novio de conveniencia, adinerado y que la dé garantías de estabilidad futura.
Lo sintomático de que eran unas relaciones mediatizadas por el miedo es que ambos, Juan y Conchi, se sienten obligados a mentir sobre sí mismos, pero no por pura hipocresía, sino porque piensan que de esta forma van a agradar más al otro. En el caso de Juan, solo con la mentira podrá acceder inicialmente a Conchi y en el de ella, creyéndose en la obligación de adoptar toda una simbología y rituales de ese bando militar que en realidad ni los entiende ni los sabe explicar.
Es fácilmente reconocible en la película que el guión original en el que se basa «La Mula» fue escrito con mucho conocimiento de causa pues incluye elementos de reflexión sobre los sentimientos de las personas cuando nos muestra que siempre hay quien se cuestiona si es correcto lo que está haciendo y en el film tampoco faltan personajes que creen estar en el bando equivocado de la guerra. Especialmente las primeras imágenes de la película en una trinchera son muy reveladoras de ese sentir de no saber muy bien por qué y para qué se está ahí y reproducen además conversaciones y actitudes que eran de lo más habitual en el frente de batalla. Eslava Galán lo llama «la tercera España» porque habían dos bandos con ideas políticas pero también otro que entró a participar forzado sin saber bien lo que se estaba disputando ni por qué.
Si observamos con atención la película, nos damos cuenta de que los tiempos cambian, los instrumentos cambian, los dirigentes políticos también cambian, pero los problemas de fondo, los de origen, siguen siendo parecidos. El poder siempre procura que surjan héroes y si no surgen, los fabrica. En la película, el cabo Juan Castro es artificialmente proclamado por los generales del Estado Mayor como un héroe. Lo que entonces se pudo haber hecho con estos soldados, hoy en día quizá se estaría haciendo con algunos futbolistas. Los héroes de cartón nos estimulan la falsa autoestima, nos hacen soñar, pero también nos desvían la atención frente a otros asuntos que dejamos de lado.
La tardanza en el estreno de «La Mula» ha beneficiado a la película sobre todo en dos puntos: la situación de crisis económica debería de llevar a profundizar más al espectador en sus reflexiones, y en estos cuatro años, el actor protagonista Mario Casas ha aumentado significativamente su popularidad.
Esta historia tratada con humor contribuye a limar asperezas. Aquí los animales son los protagonistas, unas mulas que en una escena inicial ni se inmutan ante la explosión de un artefacto aunque Valeria, la del cabo Castro, sí que sale desbocada en otro momento del film.
©José Luis García/Cinestel.com