«Mi primera boda» de Ariel Winograd; lunática subversión de lo establecido

Llega a España la segunda película del argentino Ariel Winograd transcurridos unos dos años del estreno en el país de origen, una comedia delirante con la pareja de actores uruguayos más reconocidos a nivel internacional, la siempre adaptable Natalia Oreiro en un papel que nos recuerda al de «Miss Tacuarembó» y el carismático Daniel Hendler haciendo de egoísta en una película para disfrutar un buen rato viendo demoler o alterar el sentido y el orden de los ritos, en este caso el de una boda que cobra un alcance disparatado.
Leonora y Adrián van a unirse en matrimonio en una ceremonia religiosa que se oficiará en una casa de campo. Él es judío y ella católica pero parece que eso no supondrá problema porque todo está pactado de antemano. El amplio de la celebración se ha trabajado durante meses con una empresa que se dedica a la organización de estos eventos. El vestido está impecable, la tarta de cuatro pisos está lista y los invitados están comenzando a llegar, entre ellos el ibérico Imanol Arias haciendo un papel de español «conquistador».
Todo está correcto pero algo que hará Adrián provocará una cadena de problemas y situaciones difíciles que complicarán la ceremonia hasta el punto de que pueda peligrar su continuidad e incluso el mismísimo matrimonio que es el que se pretende formalizar en ese ceremonial.
Además de los mencionados, son reconocibles entre el elenco dos de los integrantes de Les Luthiers: Marcos Mundstock y Daniel Rabinovich. También están Soledad Silveyra, Pepe Soriano haciendo de abuelo porrero, Martín Piroyansky y Gabriela Acher, entre otros secundarios.
Los actores principales demuestran un gran dominio para el gag dentro de una película que de una forma divertida e inteligente se está cuestionando el significado de los rituales y qué es lo que sucedería si alguna vez se nos ocurriese introducir ciertos cambios sobre lo establecido e inclusive, lo cual sucede mucho más de lo que se piensa, si algún imprevisto altera lo formalmente dispuesto. Cuántas veces ha ocurrido que por ejemplo la novia llega tarde a la ceremonia porque se le ha roto el tacón de un zapato; pues de cosas parecidas es de lo que habla «Mi primera boda» y la película cae bien justamente por eso, porque siempre reconocemos y recordamos un acto así como el de un amasijo de nervios y emociones, tanto para los novios como para los invitados.
Ojalá podamos ver por mucho tiempo películas tan bien configuradas como ésta donde tanto el guionista como el director han sabido encadenar convenientemente las escenas, dominando en qué momento es más idóneo introducir giros inesperados que alteran el hilo de lo que estamos viendo, en este género de comedia desopilante tan denostado por el flojo trabajo de algunos realizadores. No es éste el caso porque el film de Winograd, al que conocimos por «Cara de Queso» (2006), está formulado para que lo disfruten tanto el espectador que se conforma sólo con reírse de las torpezas que cometen los demás como el que procura buscarle distintas capas de lectura a la narración, -imperdible aquí el juego ‘piedra, papel o tijera’ y quienes lo practican en la película-. Sin duda, un buen trabajo que dignifica la comedia concebida en gags efectistas con la idea de llegar a un público masivo en el cine argentino.
©José Luis García/Cinestel.com