Venecia: premiaron a Arturo Ripstein y presentó «La Calle de la Amargura»

«Tiempo de Morir» (1965) fue un western cuyo guion fue escrito por Carlos Fuentes y por Gabriel García Márquez. Con esa película Arturo Ripstein, hijo de un productor, debutó a los 21 años como director. Ahora han pasado cincuenta años desde entonces y la 72 Mostra cinematográfica internacional de Venecia le ha premiado por toda su carrera, al tiempo que ofrecía la premier mundial de su nueva película «La Calle de la Amargura» junto a su esposa y guionista Paz Alicia Garciadiego, las actrices Nora Velázquez y Patricia Reyes Espíndola, y el productor Walter Navas. Ripstein es un cineasta muy singular con capacidad para reinventarse en cada nueva película que hace, y curiosamente habiendo transitado el camino inverso al de su compañera de toda la vida, logrando una mutua complementación muy fructífera para los dos.
En cuanto a este reconocimiento entregado, el Director de la Mostra de Venecia, Alberto Barbera, declaraba: «Arturo Ripstein es el cineasta más vital, tenaz y original de la generación que hizo su debut a mediados de los años sesenta, el heredero de las producciones de la edad de oro del cine mexicano y el precursor de una nueva generación de autores contemporáneos como Carlos Reygadas, Guillermo del Toro y Nicolás Pereda, cada uno de los cuales, a su manera, reconoce la profunda deuda que le deben a su trabajo. En sus tantas películas inolvidables, la mayoría de ellas co-escritas con Paz Alicia Garciadiego, Ripstein ha traído a la vida un universo inquieto y afligido, poblado de personajes patéticamente al borde del abismo en el que están destinados a caer. La extraña mezcla de belleza y brutalidad, la compasión y la violencia, la ironía y la tristeza, añade una dimensión totalmente personal a su cine, que ahonda sus raíces en la tragedia popular y las atmósferas del melodrama, que hábilmente reelabora. Estos elementos están también para ser encontrados, por su poder y su belleza intacta, en su última película, que el Festival de Cine de Venecia tiene el placer de presentar en su premier mundial».
«La Calle de la Amargura» es una película sobre lo indigno: un par prostitutas regresan a sus cuchitriles cansadas tras una noche de no trabajar. Por la noche dos boxeadores enanos quieren celebrar con ellas su victoria. Los narcotizan para robarlos, pero se pasan con la dosis y los matan. A partir de ahí cometen todos los errores habidos y por haber. El filme contiene algo de la picaresca española y del esperpento de Valle-Inclán, y está rodado en blanco y negro porque Ripstein no concibe contar una historia de otra manera, aunque en ocasiones haya cedido a las presiones de los productores para hacer alguna de sus películas en color. A los seis años entró por primera vez en un plató de rodaje y en blanco y negro era como se filmaban: «Entiendo que es un elemento que provoca la imaginación -decía en Venecia- porque no es como el realismo que el color nos otorga. El blanco y negro carece de eso que es el color y entonces los espectadores me ayudan a mí a terminar la película. (…) Picasso alguna vez dijo que el color debilita, y viendo la parte de su obra pintada sin colores, uno se da cuenta del porqué la vida es en blanco y negro».
Durante la Mostra también hubo quien le encontró al filme similitudes con el expresionismo alemán por el uso que en determinados momentos hace de las sombras. Ripstein afirmó al respecto que ese movimiento fue fundamental para la cultura cinematográfica de algunos de los cineastas de su generación: «Ir de Fritz Lang a Pabst y a Murnau fue lo que nos dio de alguna manera un sentido de lo misterioso, lo extraño y lo fascinante. Sin fascinación no hay narrativa. Robert Louis Stevenson decía que un escritor que no tiene fascinación no tiene nada, y el expresionismo alemán provoca sin duda eso». Lo que sí está claro observando sus filmes es que la pasión por el cine de Ripstein y la pasión por la cultura literaria de Garciadiego se han yuxtapuesto y enriquecido en beneficio de toda su obra.
Para Arturo Ripstein estar detrás de la cámara ha sido enormemente grato porque él nunca se salió del cine. Su papá lo llevaba a las salas cuando tenía tres años y unos años más tarde a los estudios de rodaje: «El cine era un mundo que a mí me parecía prodigioso, -contaba en Venecia-, y por eso nunca me he salido de las películas. Truman Capote alguna vez dijo que Dios te da un don y te da un látigo. Yo tomé la frase como propia y sé que me dieron la fortuna de poder filmar, pero también te dan el látigo y eso consiste en tener que sentarte y ver tus películas. Eso te hace muy desdichado, y el cine tiene la ventaja de la amnesia. Las carreras de mi generación eran muy largas porque para olvidarse de la película que uno había hecho tenías que hacer la siguiente, que era la película que te rescataba, y así sucesivamente hasta que no había más que hacer. La dicha es continuar, es la contumacia, más allá no es comprensible».
©José Luis García/Cinestel.com (foto de las actrices Nora Velázquez y Patricia Reyes Espíndola, gentileza de la Biennale di Venezia)