«Mr. Turner» con Timothy Spall; una mente privilegiada e intransigente

No es la primera vez que el cineasta británico Mike Leigh acomete una biopic. En «Topsy-Turby» (1999) ya la hizo por vez primera con los compositores Gilbert y Sullivan. El pintor inglés Joseph Mallord William Turner fue una figura cuestionada y controvertida en su tiempo, pero en la actualidad está mejor valorado por una obra que consiguió elevar el arte de paisajes a la altura de la pintura de Historia. «Mr. Turner» es una película que se ciñe a los 25 últimos años en la vida de este artista excéntrico, revolucionario, habilidoso y clarividente, que también pasó a los anales como anárquico, imperfecto, vulnerable, e incluso muchas veces tosco.
Leigh ha basado todo el proyecto de este filme en el magnífico nivel actoral del protagonista Timothy Spall, y es probable que los cuantiosos admiradores del pintor encuentren aquí buenas referencias sobre los derroteros que llevó la vida de Turner en esos años de plena madurez personal y profesional. Tal vez el hecho de haberse sustraído a ese periodo concreto ha provocado que la película no sea un retrato en torno a su profundidad psicológica, sino más bien un reflejo de sus acciones y de esa personalidad tan imperfecta y contradictoria que combina huellas de genialidad con una decantación hacia instintos más primarios del ser humano, como una frecuente carraspera acompañada de repetidos gruñidos y de unos pocos esputos que dispara a los lienzos en algunos momentos de inspiración pictórica en el film durante su trabajo artístico. En realidad, nos hallamos frente a un ser con un gran sentido del arte, pero también muy caótico en el terreno personal, incluso en la relación con sus amores y durante las visitas que hace a prostíbulos de la época, donde su carácter poco comunicativo se hace notar.
Con una estupenda fotografía y dirección de arte, «Mr. Turner» nos acerca en sus dos horas y media de metraje a la figura de alguien que profesionalmente fue un incomprendido mientras vivió, porque lo que proponía en sus cuadros estaba mucho más avanzado de lo que comúnmente se hacía en aquellas primeras décadas del siglo XIX, en concreto por su concepto de la luminosidad, de la luz, y también del ángulo compositivo. Claro está que Leigh introdujo en el guión algunas pinceladas de humor, fáciles de reconocer por el patetismo personal de Turner que sin embargo, como le correspondió por su condición de visionario, se permitía también expresar sus temores de que la irrupción de la daguerrotipia, la antecesora de la cámara fotográfica de placas, podría haber sido una amenaza para la continuidad de la pintura.
En definitiva, «Mr. Turner» es una formidable oportunidad de conocer más sobre este genio del arte a través de la actuación brillante de un actor de prestigio, sobre el que nadie sabe cómo se las ingenia para modular su voz a niveles tan distintos en sus películas de una manera tan sorprendente, y que acaba de ser reconocido por este trabajo en los premios de la Academia de Cine Europeo.
©José Luis García/Cinestel.com