Murió Julio García Espinosa; un cineasta imperfecto e incómodo
Fue una persona que dedicó su vida entera al mundo del cine. Tenía sus propias ideas que defendía, pero era muy respetuoso con las de los demás. Julio García Espinosa nació en septiembre de 1926 y este año habría cumplido los 90 años. Fue uno de los fundadores del ICAIC en Cuba. Junto a Tomás Gutiérrez Alea (Titón), Alfredo Guevara y José Massip, rodaron un documental en 1955 titulado «El Mégano», que se considera el origen del llamado Nuevo Cine Latinoamericano. La película no es que fuera especialmente buena, pero sí que era rupturista con lo que se venía haciendo, pues de hecho denunciaba las condiciones de trabajo y de vida infrahumanas que soportaban los carboneros de la Ciénaga de Zapata.
Hasta la fecha, era el único fundador del Instituto de Cine Cubano que continuaba con vida. Destacó siempre sobre todo por su intenso virtuosismo en todo lo que hizo, que no fue poco.
Como director, García Espinosa rodó seis películas de ficción y siete documentales. «Aventuras de Juan Quinquín» (1961) y «La inútil muerte de mi socio Manolo» (1969) fueron sus ficciones más célebres. En escritura de guión superó los veinte largometrajes, entre ellos «Lucía» (1968), de Humberto Solás, y «La primera carga del machete» (1969), de Manuel Octavio Gómez.
Dedicó la mayoría de sus ensayos al cine cubano y latinoamericano. El más renombrado fue ‘Por un cine imperfecto’, pero hubo otros muchos de su autoría con títulos como ‘El cine cubano o los caminos de la modernidad’, ‘Los cuatro medios de comunicación son tres: cine y TV’, ‘Lo nuevo en el Nuevo Cine Latinoamericano’, ‘El destino del cine’, o el que tituló ‘¿Cine nacional: decadencia o muerte?’.
Como estudió cine en Italia, en el Centro Sperimentale di Cinematografía de Roma, fue siempre muy evidente su predilección por los postulados del neorrealismo italiano frente a los de la nueva ola francesa. Cineastas como Luchino Visconti, Vittorio de Sica o Roberto Rossellini, fueron sus referentes artísticos.
Nunca estuvo quieto en su vida, y siempre al servicio del cine. Presidió el ICAIC durante una década, dirigió el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, fue viceministro de Cultura, miembro de la Academia de cine española y director de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños.
El currículum de las cosas que hizo este hombre podría llenar páginas y páginas. Inclusive se han llegado a publicar libros sobre él, como el extraordinario ‘Conversaciones con un cineasta incómodo: Julio García Espinosa’ de Víctor Fowler, texto que fue publicado en el año 2004, coincidiendo en el tiempo con la recepción del Premio Nacional de Cine, momento en el que el cineasta nos concedió una entrevista (diciembre 2004, Festival de La Habana), primero publicada en la web de la Mostra de cine latinoamericano de Lleida, y más tarde aquí en Cinestel, que ahora reproducimos como tributo a lo que ha significado su figura para el mundo del cine:
– En esta etapa de la vida en el que ya le hacen homenajes, ¿qué reflexiones tiene?
Pues que te hacen sentir viejo tantos homenajes, pero al mismo tiempo le motiva a uno también una reflexión que no cesa, porque ahora recientemente con el libro de García Márquez ‘La historia de mis putas tristes’ leí la novela del autor japonés al cual él se la dedica, y es una metáfora de cómo, llegado a una cierta edad, uno se enfrenta con ciertas cosas que le hacen reflexionar sobre su vida, y crea una situación de estar uno en una determinada edad mirando a una bella durmiente desnuda a ver si su vida está a la altura de lo que está viendo. Te ocurre algo similar cuando con la enorme generosidad de algunos amigos que te hacen un homenaje, tú piensas si has estado a la altura del reconocimiento que te están haciendo, y eso es a veces un poco traumático porque la vida no es una línea recta hacia el porvenir; es muy sinuosa y muy accidentada.
– Usted contribuyó de una manera importante a la creación del Icaic. Visto cómo ha ido desarrollando su trabajo, ¿qué visión tiene de ese organismo?
Bueno yo, cuando regresé de Italia de estudiar cine en el centro experimental de cinematografía en el año 54, hace ya medio siglo, hicimos aquí en Cuba, en plena dictadura de Batista, el documental ‘El mégano’ que por ese trabajo yo fui apresado y, aunque es bastante ‘naïf’, de muy principiante y modesto, se considera el antecedente del cine cubano. Los que integramos el equipo que filmó ese documental, Alfredo Guevara, Gutiérrez-Alea, José Massip,… en fin, ese grupo, fuimos los que fundamos después el Icaic al triunfo de la Revolución.
Ese afán de promover una cinematografía en nuestro país fue secundado con el mismo empeño que cuando hicimos ‘El mégano’, que era proyectar el cine tratando que formara parte de la cultura del país, no como un simple divertimento ni afán económico.
Luego, diez años después, se dieron las cuatro películas que hoy se consideran clásicas del cine cubano: ‘Memoria del subdesarrollo’, ‘Lucía’, ‘La primera carga del machete’ y ‘Aventura de Juan Quinquín’.
Fue un cine que no se unió al realismo socialista promovido por la URSS, sino que el cine nuestro se unió al de Latinoamérica y se le llamó el Nuevo Cine Latinoamericano porque era un cine que trataba no tanto de marcar las diferencias como el cine latinoamericano de los años 30 ó 40, sino de remarcar que todos éramos seres humanos al calor de un ansia de liberación en los países de América Latina.
– Usted después del éxito de ‘Aventuras de Juan Quinquín’ rehusó para siempre a tener un reconocimiento parecido de taquilla, ¿por qué?
Porque yo me propuse explorar otras formas de narrar ya que pensaba y pienso que mi agonía fundamental es la contradicción. Yo fui un muchacho de barrio popular y por lo tanto me formé dentro de una cultura muy popular, lo mismo en la música popular cubana que en el teatro popular cubano; es decir yo tenía la formación de que la cultura era eso.
Cuando yo ya tengo un cierto nivel educacional, me identifico con unas manifestaciones de una estética más de minoría, y se me creó una angustia muy poderosa que ha marcado mi vida y la sigue marcando hasta ahora, que es que me encontré que eso que se llamaba cultura desplazaba a la cultura popular. Desde entonces yo trato de ver cómo superar esa dicotomía y con el cine yo pensé que al fin llegaba un medio de expresión artística capaz de superar esa división. Ahora me doy cuenta de que el nacimiento del cine propiciaba por primera vez una libertad para el espectador tremenda.
– En el momento actual (la entrevista es de diciembre de 2004), el cine cubano está buscando otros modos de expresarse a través de las nuevas tecnologías. ¿Esto cree usted que será posible?
Yo creo que el digital y las nuevas tecnologías traen nuevos planteamientos sobre los que hay que reflexionar mucho. Piensa que el cine es un espectáculo al cual uno tiene que salir, y es colectivo en tanto que espectador. Después aparece la televisión y el espectador sufre un cambio porque ya es en la casa, no tiene que salir y es individual. Llega el digital, llega el video, llega Internet y con ello el espectador sufre un cambio total: ya no solo es en la casa, no solo es individual, sino que se puede ser consumidor y también productor.
Entonces esa evolución que la tecnología le permite al espectador, para nosotros significa un desafío y tenemos que buscar respuestas a esta situación que nos parece que puede favorecer, no solo un pensamiento en el cual el espectador pueda moverse con más libertad, sino también un tipo de pensamiento más contemporáneo, de manera que en las nuevas tecnologías el problema no es fascinarse tecnológicamente con ellas, sino ver si esa tecnología nos favorece a nosotros un pensamiento mucho más actualizado o contemporáneo que el que hemos tenido hasta ahora.
Utilizar el digital puede suponer una producción más económica, pero no nos debe llevar al facilismo, porque muchas veces a un fotógrafo le parece mucho más fácil utilizar el digital que el celuloide y realmente puede ser más fácil técnicamente, pero desde el punto de vista estético, la formación intelectual de ese cineasta tiene que ser igual o mayor que la que tenía el fotógrafo cuando hacía el celuloide en 35 mm. (La Habana, Cuba. Diciembre de 2004). (Las fotos fueron tomadas durante esa edición del Festival)
©José Luis García/Cinestel.com