«No quiero dormir sola» de Natalia Beristain; un pulso a la memoria
Entrevista a la directora.
El Alzheimer es una enfermedad que se ha extendido de una manera general por todos los países y que provoca una pérdida de memoria casi constante en quien la padece, con serias dificultades para reconocer incluso a sus seres más queridos. En su ópera prima, Natalia Beristain ha contado con una extraordinaria actuación de la veterana actriz mexicana Adriana Roel y el convincente papel desempeñado por Mariana Gajá y el resto del elenco en una historia cuyos ingredientes principales son parecidos a todos los casos que se producen en la vida real en uno de los desordenes más tristes y crueles que hemos conocido en estas dos últimas décadas.
Amanda es una mujer de 33 años que desde pequeña siempre pasó muy cortos espacios de tiempo con su abuela Dolores, fundamentalmente por su profesión de actriz que le absorbía un tiempo que no pudo dedicar a sus nietos. Ahora es una anciana alcohólica retirada y encerrada en su casa con síndrome de Diógenes y síntomas de Alzheimer, cuya nieta ha recibido un aviso de su deplorable estado y se dispone a ayudar en todo lo que pueda, rompiendo al mismo tiempo con su rutina de aburrimiento diario.
La directora Natalia Beristain amplía detalles sobre la película en diálogo con Cinestel:
– Es sabido que el origen del film parte de una historia real que sufriste con tu abuela, pero ¿hasta qué punto tiene similitudes con aquella situación que viviste?
Digamos que hay muchísimas cosas que son ficcionadas. Realmente, situaciones que yo haya vivido en carne propia habrá tres en toda la película, pero no hay duda de que es una reflexión o una necesidad de contar esa historia a partir de mi abuela Dolores que, aunque la interpretación que hace Adriana Roel es su propia visión de este personaje, el relato está basado en ella y eso engloba toda la película.
– Uno de los factores a tener en cuenta en el personaje de esta señora es la soledad en la que se encuentra. ¿Ese sería quizá como un punto de partida para todos los demás problemas que tiene?
Yo creo que esa soledad influye directamente en el sentido de que estamos planteando un personaje que antes solía vivir rodeado de aplausos y halagos, con gente constantemente queriendo estar cerca de ella, y conforme se va haciendo mayor esta gente empieza a desaparecer y ella misma tampoco construye una relación familiar lo suficientemente sólida como para que cuando llegue la vejez, por lo menos la familia esté a su lado. Entonces sí, sin duda esta ausencia de gente alrededor marca definitivamente lo que Lola es hoy día.
– El Alzheimer es una enfermedad que tiene unas características que son comunes a todos los que lo padecen y que en «No quiero dormir sola» se ven, como es el hecho de salir a la calle y no saber adónde va y también algunos pequeños momentos de lucidez mental sobre los que te quería preguntar. ¿Tu crees que esos son los instantes en que más sufren los que padecen esta dolencia degenerativa?
Híjole; sí totalmente. Un poco, ahora sí que fuera de la ficción, de lo que yo viví con mi abuela, creo que los pequeños momentos en donde caía en cuenta de que ya estaba más tiempo desconectada de la realidad que dentro de ella, eran muy dolorosos y como muy poderosos hacia reconocer un empeoramiento de sus condiciones habituales. Sí que era algo que de manera sutil, porque tampoco son grandes revelaciones que sucedan como una explosión, nos interesaba remarcarlo con el personaje de Lola.
– El final de la película es un poco abierto. ¿Prefieres este tipo de finales?
En esta historia en particular sí, porque me importaba más hablar sobre la trayectoria de estos dos seres, en el encuentro que tienen y en su relación, más que emitir un claro juicio que cerrara la historia. Por eso dejamos un final abierto, porque nos interesaba más que la gente se concentrara en la relación y en cómo se va forjando, antes que decirle al público qué es lo que tiene que pensar o sentir. Era mejor dejarlo así para que cada uno pudiera interpretarlo como mejor le conviniera a sus sentimientos y apostando a que lo importante era la relación, no cómo concluye el film.
– Hay otro factor muy importante que es cómo se comportan los familiares. En este sentido, aparece en una parte de la película el que es el hijo de Lola y padre de Amanda, que lo encarna tu papá Arturo, quien dice que como su madre ya no se va a acordar de quién es él, para qué entrar a verla en la habitación del hospital. ¿Es porque ha perdido los afectos hacia su madre o porque está más preocupado por otros temas económicos antes que querer fijarse en esa realidad?
Creo que es una combinación de todo lo que mencionas. También creo que no es nada más falta de afecto, sino que hay una especie de reconocimiento inmediato, porque uno se reconoce inmediatamente en la figura de los padres y que muy probablemente, más de las veces es esa imagen, que por lo menos a mí me pasa y lo he visto también con mis padres hacia mis abuelos, de pronto ves una imagen de ti que no quieres ver, con la cual no te quieres confrontar o a la cual no quieres llegar a «convertirte en», pero inevitablemente es una marca indeleble y en el caso de este personaje, del hijo y también padre, a él creo que le duele muchísimo ver a su madre en esas circunstancias y lo que hace es bloquearlo, no aceptarlo, no confrontarlo,… No estoy diciendo que probablemente no sea una actitud egoísta pero la entiendo como algo muy humano.
– Cuentas con la gran ventaja de que tu familia forma parte del terreno de la actuación y eso te ha ofrecido la posibilidad de trabajar de forma parecida a como lo hace Gabriel Retes en México, entendiéndolo como un beneficio en general para la obra y para algunos matices concretos. ¿Piensas continuar haciéndolo así?
Yo pienso que probablemente sí, creo que no siempre solamente con la familia, pero al haber crecido un poco entre ensayos en el teatro y en filmaciones y además ahora tengo un buen par de años dedicándome a la dirección de casting, pues realmente mi universo está rodeado de actores y mis amigos, mi gente cercana, la gran mayoría también lo son, entonces es una debilidad que tengo, disfruto muchísimo con el trabajo de los actores, y es una profesión que me mistifica y que honro profundamente. Por eso sí, me veo trabajando con mi familia, sin duda, y dirigiendo actores siempre porque también está esta nueva ola con la que yo en particular no disfruto tanto, que tiene que ver con los ‘actores naturales’ que les llaman en México, los no actores, y yo creo que ese no será mi camino.
– Igualmente te pueden dar consejos importantes, sobre todo los más veteranos, aunque me parece que tu familia trabaja más en el teatro, ¿no es así?
Totalmente, todos han trabajado en cine y en televisión pero realmente son gente forjada y dedicada al teatro.
– ¿Estás pensando en una nueva película?
Tengo un guión justamente entre manos que ya está terminado. De dos proyectos previstos, ya terminé con éste y espero poder dedicarme el resto del año a pulir lo más posible ese guión y empezar el año que entra con la batalla gigante de buscar financiamiento y esas cosas.
– Eres pareja de Kyzza Terrazas, quien hiciera un impresionante debut en el largometraje con «El lenguaje de los machetes». ¿Tenéis pensado hacer algún film juntos o por el momento cada uno va a ir por su lado profesionalmente?
Creo que de momento cada uno vamos a hacer lo nuestro. Sin duda, tanto creo que en «No quiero dormir sola» como en «El lenguaje de los machetes» no se habrían hecho sin el apoyo del otro, pero por lo pronto no. Para trabajar juntos todavía necesitamos avanzar en el terreno personal y así poder mezclar con más seguridad la relación en el trabajo.
©José Luis García/Cinestel.com