“No son 30 pesos”, de Fernando Krichmar Porto; pasado y presente
Estreno en Buenos Aires
El director argentino Fernando Krichmar Porto desarrolla en su más reciente película un tema vinculado a la libertad que como individuos y colectivos diversos se tendría que tener para procurar un mundo mejor y más acorde a los sueños y realidades de la gente.
Si bien el terreno de las ideas siempre es discutible, también es obvio reconocer que los movimientos de resistencia y liberación en América Latina siempre han existido, y eso es lo que nos recuerda “No son 30 pesos”, docu-ficción cuyo título se conecta formidablemente a un hecho fortuito acaecido justo cuando estaba finalizando el rodaje de esta película.
Un grupo de jóvenes actores intenta recrear aquí los entresijos de las actividades que el Frente Patriótico Manuel Rodríguez de Chile llevó a cabo en un tiempo convulso y sus consecuencias hasta el presente.
En Argentina son muy pocas o casi podríamos decir que apenas ninguna, las noticias que se difunden acerca de la actualidad del país colindante. En ese sentido, parece ser que son dos países completamente desconocidos, pero no para Krichmar, quien en los años 80 del siglo pasado, siendo muy joven militaba en un pequeño partido que durante la dictadura de Augusto Pinochet recibió y ocultó en la Argentina a algunos de los militantes que escapaban del territorio chileno tras huir de la cárcel o inclusive intentar acabar con la vida del dictador en algún momento que el film también reproduce. La tensión y la violencia era en aquellos momentos máxima, a la par que desigual por ambas partes, y la persecución sigue hasta épocas recientes, independientemente de que la ONU ya les ha considerado refugiados políticos a todos aquellos componentes del grupo que viven en el exterior de Chile.
Como en todo documental, hubo una investigación previa y aquí el co-guionista y director del film se anima a emular el estilo de narración con voz en off que marcó parte del cine que hizo el Pino Solanas, además de que regresa a una fórmula sobre la que ya vimos que funciona con éxito en alguna de sus anteriores películas, y que consiste en emplear partes de ficción para ayudar al espectador a hacerse una idea más certera sobre cuál es la situación que se pretende comunicar a través del lenguaje cinematográfico.
Pero justo el día en el cual Fernando y su equipo tenían previsto abandonar ese bello, montañoso, marítimo y alargado país andino, ocurre un estallido social motivado por la decisión de las autoridades chilenas de aumentar en 30 pesos el precio del boleto del transporte público. Ante la perplejidad de los responsables políticos por la situación creada, los numerosos manifestantes exhibían carteles y pancartas con el lema «No son 30 pesos, son 30 años», coincidiendo precisamente con las lejanas fechas en que una reforma constitucional quiso eliminar la resistencia de ese Frente Patriótico.
En general, todas las películas de Krichmar Porto están articuladas alrededor del tema de cómo el pasado sigue presente y a mostrar los filamentos que nos llevan a dar algún tipo de utilidad a la reflexión histórica. El director comienza esta entrevista exponiendo algunas de las motivaciones que le llevaron a abordar este relato para el cine:
“Nosotros partíamos de la base de que cómo puede ser que estos tipos estén no sólo invisibilizados, sino perseguidos en el Chile actual, y queríamos generar ese toque acerca de una generación actual más centrada en sí misma, muy poco altruista, muy poco proclive a las soluciones colectivas, y también muy adaptada al Chile post-pinochetista en el cual los economistas de derecha hablan del milagro chileno, aunque la realidad concreta de la gente es que vive endeudada, que tiene que hacer muchos trabajos para llegar a fin de mes, que no posee derechos sociales algunos y que no tiene acceso a la salud y la educación, entre otras cosas”.
“Chile tiene una sociedad muy cristalizada, donde para ir a la Universidad tenés que percibir el sueldo íntegro de una maestra, por ejemplo, o sea que una maestra nunca puede tener un hijo universitario si no es endeudándose gracias al «milagro chileno» a veinte o treinta años, lo cual genera una inmovilidad social bastante compleja, pues en estas sociedades sudamericanas las cosas empiezan a andar bien cuando comienza a haber alguna posibilidad de movilidad social ascendente, como fue en Argentina durante el peronismo, en Brasil con Lula o en su momento en Ecuador con Rafael Correa. Eso es en general lo que las oligarquías y las clases dominantes quieren evitar, y cristalizar justamente el estado de cosas de la desigualdad, pues Chile es en ese sentido uno de los países más desiguales del mundo.
– En “No son 30 pesos” escucho a alguien decir que es interesante ponerse en el lugar del otro y yo me pregunto: ¿Qué podría ser más abierto para cualquiera, ponerse en el lugar de otra persona o entender cuál es la situación general que la rodea?
La idea es que el espectador pueda profundizar en quiénes fueron estos tipos, dejando también un poco de misterio. Es muy difícil en una película de una hora y media agotar el análisis de un proceso histórico. Entonces en general las películas también demandan que sean entretenidas, que tengan un ritmo, y es muy difícil dar demasiadas respuestas como las daría un tratado, un libro o una serie donde podés dividir las cuestiones temáticas.
Esta película es algo que tiene que ver con mi mirada sobre los chilenos, con mi conocimiento sobre esta experiencia, sobre la cual soy consciente de que sólo afecta a una micronésima parte de la sociedad, que es la que sabe de esta resistencia a Pinochet y es muy difícil en una película, profundizar.
Si me decís si a mí me hubiera gustado mucho más plantear cuestiones como lo que fue la historia tradicional de lo que fueron los partidos comunistas en Latinoamérica, su estalinismo, su alineación directa con Moscú, su absurda adhesión a lo que se llamó la vía pacífica y el gran error que fue no prepararse para eso durante el gobierno de Allende, te respondería que hay un montón de temas en los cuales yo no quise profundizar, porque además en muchos aspectos yo siempre digo que para eso ya está el enemigo, dado que entre otras cosas, esos tipos tuvieron los huevos y los ovarios para enfrentar esa situación, desde haber tenido infancias sumamente traumáticas y desafortunadas como consecuencia de la represión de Pinochet, de haber estado en un partido que no estando preparado para eso, entregó dos Comités Centrales completos que fue lo que mató al pinochetismo antes del inicio de la lucha armada; también con esto pretendí generar algún tipo de empatía, porque hoy hablás de la lucha armada y todo el mundo se espanta y se asusta, cuando en realidad ahí fue una lucha completamente defensiva, en el sentido de que la lucha armada la inició claramente la burguesía, frente a un gobierno constitucional que hacía muy poco que había ganado una elección.
En realidad todos esos datos son muy difíciles de meterlos en una película sin que sea un choque infumable, pero yo sé que si el relato te lleva a interesarte en el tema, vas a profundizar en ello posteriormente. Ése es para mí el objetivo cuando hacés una película política: despertar un interés y cierta empatía, generar emociones positivas respecto de lo que vos querés comunicar.
– También durante el visionado de la película, en algún momento me vino a la mente una conversación que mantuve en un aeropuerto con Miguel Littín, donde nos encontramos fortuitamente luego de habernos visto en un festival de cine, y él me comentó que creía que las cosas van evolucionando, pero que la gente siempre encuentra cauces para la resistencia, maneras de resistirse.
Sí, esa es la historia de la lucha de clases, donde hay avances y retrocesos. No hay una linealidad, no hay una versión positivista del marxismo, como los mismos Marx y Engels tenían por lo lógico del paradigma filosófico en el que se desarrollaron esas ideas prospectivas de que el capitalismo se iba a caer por sus propias contradicciones. Evidentemente eso no pasó, pero lo que sí pasa es que la lucha de clases sigue siendo el motor de la Historia; entonces desde otro lugar se puede oprimir y oprimir, y generar mecanismos que, tarde o temprano, por algún lado salta la resistencia.
Un poco con que esa idea quede presente en alguna gente que pueda ver la película, ya nuestra función está cumplida. Lo demás es cuestión de los políticos.
– Y por otro lado, yo también encuentro en este filme similitudes técnicas y de base con algunos trabajos del fallecido David «Coco» Blaustein, cuando trató y abordó para el cine la existencia y significación de la guerrilla de Montoneros. Creo que hay algo de su espíritu en “No son 30 pesos”.
Sí, en general el documental argentino tiene al menos un origen en Fernando Birri y la Escuela de Santa Fe, y después se dio por las circunstancias políticas, de una forma clandestina. Ahí estaban Fernando Solanas con “La Hora de los Hornos”; Raymundo Gleyzer con sus distintas obras, inclusive “Los Traidores”, que no era un documental, pero él fue un cineasta dispuesto a hacer esa ficción porque era imposible dar una idea directa de lo que era la burocracia sindical desde su mismo interior real.
Todo eso fue abruptamente borrado durante la dictadura. Y de manera literal porque, de hecho, Raymundo Gleyzer aún permanece desaparecido, pero a partir de algunas filmografías, entre las cuales se encuentra la de Coco, se empezó a volver a ver el cine documental. Nosotros revivimos todas esas experiencias y filmamos todo lo que fue la resistencia al menemismo en los 90s, iniciándonos en la misma época que él, que ya era un hombre mucho más grande y desgraciadamente murió hace poco tiempo. “Cazadores de Utopías” fue su primer filme, en un momento en el cual nosotros todavía no teníamos apoyos oficiales y hacíamos películas mucho más precarias, pero Coco sí tenía gente cercana y apoyos dentro del INCAA como para que le puedan financiar sus proyectos y en nuestro caso, hubo que luchar para eso.
Durante años, David tenía un programa de radio y siempre que estrenábamos nos invitaba y le gustaban mucho nuestras pelis, como también a Birri y a la gente del grupo de Cine de la Base. Y en ese sentido hay una continuidad de un cine documental muy ligado a las luchas sociales y políticas, y con momentos de clandestinidad y de cierto heroísmo de los hacedores de esas películas.
Supongo, y es muy probable, que volvamos a esa época que para nosotros fueron los 90s, cuando filmábamos en los ratos libres con bastantes problemas económicos y con muchos despelotes personales, pero claros en que había que dejar un testimonio audiovisual de lo que era la resistencia.
– En algún momento de tu película hay personas que aparecen como si estuvieran hablando consigo mismos de una forma que puede llevarnos a pensar en lo que son las actualmente llamadas “generaciones digitales”, formadas por los más jóvenes que no han conocido lo que era un mundo con pocas pantallas, y que ahora todo lo ven y se comunican a través de ellas. ¿Crees que sigue siendo posible una reflexión personal en estas nuevas condiciones?
Es difícil. El cine es más un lenguaje de nuestra generación. Entonces, la idea era poner a esos personajes solos frente al espejo y ahí les dejábamos así literalmente, para que relataran su experiencia, tratando de aportar a esta historia, sin preguntas ni nada. Les decíamos que dijeran lo que quisieran y nosotros nos íbamos, porque la idea era generar ese efecto de “converso con el hombre que siempre va conmigo”, que dijo Machado, el amigo tan querido por nosotros gracias a Serrat y otra gente. Y es como vos decís, destacar el hecho de que la reflexión te puede llevar a profundizar en algunas ideas, sin mucha pretensión, porque era uno o dos minutos los que cada persona estaba frente al espejo.
Ahí nuestra idea, -más allá de qué les pasa a los viejos viendo cómo los jóvenes crean su historia, que es lo que se da en las discusiones-, era ver cómo les pega a estas generaciones que están tan atravesadas por lo fugaz, por lo actual, por lo que realmente termina muy rápido y se multiplica pareciendo que lo de hace quince segundos ya es viejo. Así que se sentaban y decían qué les pasó en los tres o cuatro días que ellos estuvieron trabajando con nosotros; una técnica que ya usamos en “Seré millones” de una manera más profunda, porque allá eran actores que habían salido de un casting y no tenían la más pálida idea de con qué se iban a encontrar, y sin embargo estos pibes ya eran de un grupo de teatro, un poco más militantes que sabían lo que iban a hacer y de esta forma, sus reflexiones parecen un poco más profundas.
– ¿Volverías a filmar en Chile?
Sí, probablemente me vea obligado a filmar en Chile o en otro lado, porque acá se va a cortar el financiamiento para hacer cine y de hecho estoy haciendo una película ahora que tiene que ver con mi bisabuelo, que fue el primer director de cine argentino, pero que fue un inmigrante que llegó desde Italia en 1905 y en 1909 hizo la primera película con argumento. De hecho el día del cine nacional se conmemora en recuerdo al día en que se estrenó esta película.
En el verano de ustedes viajamos a su pueblo en Italia y estuvimos recorriendo la Puglia para hacer la investigación previa. Así que la próxima película me va a llevar no sólo a profundizar en Latinoamérica sino también en lo que fue la migración europea, que por supuesto tuvo que ver con las grandes masacres posteriores al resurgimiento de la refundación de Italia, que todo el mundo lo ve como un hecho heroico, pero que tuvo sus claroscuros y sus matanzas hacia la gente del sur, porque fue más que nada una conquista de un reino norteño a un reino sureño, precisamente en manos de los Borbones, en el reino de las dos Sicilias, donde tal vez la tradición de esta gente del sur de Italia tenía más que ver con España que con su propio país.
©José Luis García/Cinestel.com