«La Once» (Tea Time), de Maite Alberdi; reunión estable y duradera

Con su primer trabajo en cine documental, «El Salvavidas», la directora chilena Maite Alberdi nos demostró de qué manera se puede avanzar desde la sencillez expositiva hacia una esfera reconocible en el terreno de las relaciones humanas. Es bastante común que la parcela de la amistad sea en la práctica uno de los ámbitos más satisfactorios que tenemos y con más razón lo es si ese aprecio procede de mucho tiempo atrás, como sucede en «La Once» (Tea Time), esta nueva historia en la que la realizadora nos acerca a un grupo de mujeres ancianas, antiguas compañeras de estudios, que desde hace 65 años se reúnen una vez al mes a la misma hora para tomar el té y conversar acerca de muy diversos temas. Pasado y presente se combinan entre encuentros y desencuentros.
Instaladas en un pensamiento puramente conservador, María Teresa Muñoz, Ximena Calderón, Alicia Pérez, Angélica Charpentier, Gema Droguett e Inés Krisch, comparten sus respectivas interpretaciones de la realidad vivida desde que comenzaron a pololear (comprometerse) con sus maridos hasta la llegada de la viudedad para algunas de ellas. Partiendo de diferentes posturas, opinan en relación a la virginidad, el sexo, la homosexualidad, el nacimiento de los hijos, el romanticismo, el machismo, la infidelidad y el patriotismo chileno. Son mujeres que con tantos años vividos han construido su verdad desde una base que es claramente inamovible y con la convicción de que la realidad actual ya no les pertenece, de hecho apenas se las escucha hablar sobre hijos y nietos pero sí de algunos chismes que, por lógica, provocan la hilaridad entre ellas.
Contribuye al buen éxito de «La Once» la fabulosa construcción técnica de la película con un elogiable montaje de las escenas tomadas casi todas en un mismo espacio, acompañadas de unos primeros planos increíbles y gozosos en los que se ve tal variedad de pasteles que despierta el apetito de cualquier espectador. Se percibe también que Alberdi cuidó al extremo todos los detalles apoyada por los elementos propios del ritual que estas mujeres, una de las cuales era su propia abuela, venían cumpliendo mes tras mes desde los años ’50 del siglo pasado. Las protagonistas se arreglan con profusión y esmero, entonan a veces el estribillo de una canción que permanece anclada en sus recuerdos, y son servidas por criadas peruanas que es una característica que siguen manteniendo las clases medias y acomodadas de Chile.
El título proviene de la expresión chilena «tomar Once», originaria de fines del siglo XIX cuando un selecto club de once mujeres se reunía todas las tardes a tomar el té. La realizadora nos ofrece aquí una oportunidad única para contrastar modelos y pensamientos diferentes de antaño con los de ahora, qué es lo que cambió y lo que se ha podido heredar en la actualidad, por la vía de un grupo que también está en vías de transformación.
©José Luis García/Cinestel.com