«A Oscuras», de Victoria Chaya Miranda; retratos de las adicciones
Estreno en Buenos Aires
La directora argentina Victoria Chaya Miranda suele desarrollar sus trabajos en el terreno de la ficción a partir de datos certeros sobre experiencias similares a las que ella cuenta en la ficción. Como ejemplo de esto está la serie televisiva que dirigió, «Los Pibes del Puente» donde, como en otras de sus realizaciones, un buen guion de base supone la posibilidad de extraer de él un acercamiento quizá más oportuno e identificable a como el asunto que propone se vive en la realidad.
Con «A Oscuras», la cineasta se atreve con un tema complejo y doloroso: el de las adicciones cuando quien está afectado prefiere vivir en el autoengaño, mientras se deja la vida dedicándose a actividades de lo más penosas y denigrantes para cualquier persona.
El filme es una historia coral cuyos argumentos tienen en común la resistencia.
Los tres casos que aquí se desarrollan de forma entremezclada tienen que ver con esa pulsión psicológica que se circunscribe al uso y abuso de substancias tóxicas de diversa índole. Una artista en horas bajas por haberse hecho «demasiado» mayor; una bailarina derivada hacia la prostitución a través de una relación sentimental dañina y dependiente; y un joven que también se mueve en ambientes nocturnos y que se autodestruye mediante la cocaína, conforman el universo triste de esta lacra social que la película trata de mostrar enteramente en forma de thriller psicológico, incluso con esas contradicciones individuales que se evidencian a lo largo de su metraje, al tiempo que aquí se incide igualmente en la situación discriminatoria crónica que vive la mujer.
La directora Victoria Chaya Miranda responde las preguntas de Cinestel:
– ¿Cómo fue que siendo guionista y directora has rodado sobre el texto de otra persona?
Me gusta mucho dirigir productos que no he escrito. Lo hice con «Los Pibes del Puente», teleserie que dirigí y salió en la Televisión Pública Argentina. Soy Script Doctor también; puedo ver de lejos un guión y saber cómo quedaría la mejor versión del producto que leo. Tener el desafío de sacar lo mejor de un guión es una tarea hermosa que como directora me fascina; ¡Es un desafío hermoso!
– Y un desafío además cumplido, si como en este caso cuentas con una guionista que investigó mucho acerca del tema sobre el que estaba escribiendo y con una directora como vos que le da el significado a través de los planos. ¿Quisieron que esta historia de ficción se sintiera como auténtica y real?
En principio yo tengo como dos situaciones. Por un lado, como directora no es que agarro un guion y lo filmo y no lo objeto. Recibí el texto y propuse muchísimas modificaciones que por suerte la autora (Carla Scatarelli) tomó, porque creo que un guion original siempre hay que laburarlo y darle cambios. Para mí son como dos obras diferentes, la preescrita audiovisual y la palabra filmada. Y ese pasaje es muy lindo trabajarlo en conjunto también, además de que el guionista tiene que hacer un trabajo muy doloroso que es el de soltar completamente ese producto, entregártelo y confiar en que vos vas a seguir haciendo cambios en pos de ese producto y de seguir intentando sacar lo mejor de ello.
– Los personajes de «A Oscuras» parece que necesitan sonido constante para no caer en el vacío. ¿La mayoría de ellos le tiene miedo al silencio?
Creo que están en un profundo silencio, que se acerca mucho al silencio de la muerte. Imagino que le temen a ambas cosas, al silencio y a la muerte como partes de la misma moneda.
– En ese sentido, el recurso a la mentira ha sido siempre una constante entre los toxicómanos. ¿Tus personajes mienten para confirmar su autoengaño?
Cuando el adicto miente, yo creo que lo hace para que la realidad no lo impacte. Entonces, cuando un personaje así miente mientras está sumergido en una substancia y con una carga familiar muy grande, creo que lo que está pasando es que está intentando que la realidad no le duela tanto. En eso construye una mentira que es un acto más de negación.
Yo estoy convencida de que todo ser humano que es consciente de su situación, tiene que dar un paso hacia una modificación o transformación; entonces, cuando no nos cambiamos de lugar y estamos sumergidos en una compulsión ciclíca como la que se refleja en esta historia, ese mismo hecho es una mentira, la adicción es una falsedad en la que quienes la padecen creen que la podrán dejar más tarde, y esa misma ansiedad para dejarlo produce que vayas de nuevo hacia la situación original de dependencia de la substancia. Es muy difícil eliminar esa compulsión.
Para responderte a tu pregunta, te diré que creo que esta mentira no es tan consciente. Yo personalmente fui adicta muchos años al tabaco y me costó muchísimo dejarlo, pero creo que fue la mejor obra de mi vida el dejar de fumar, aunque me gustaba mucho fumar tabaco y me parecía como algo rico (nunca sentí el rechazo a la substancia). Yo lo dejé por salud y ahora soy una completa anti-tabaco, pero creo que hay algo de la compulsión que genera una substancia, que te mete en una mentira que te llena porque esa substancia arma como un paisaje ilusorio y no sos tan consciente de ese autoengaño.
– Me llamó la atención que los afectados por las drogas en el film viven en la oscuridad de la noche, pero de día habitan en departamentos bien blancos y luminosos. ¿Era ésa quizás una decisión formal desde el guión?
No era una decisión de guión, esa decisión fotográfica fue parte de la propuesta estética que decidí para el film, y propone desanclar la droga de la marginalidad económica y traerla a los hogares con buenos modales, ascéticos modernos, «bellos». Aclaro también que el departamento blanco del film es el de Lucio (Francisco Bass), a pesar de que Ana (Guadalupe Docampo) durante el día se encuentra en lugares lumínicos.
– Igualmente la película aleja todo lo que puede los conflictos familiares al centrarse en personajes bastante solitarios. ¿Quisieron con ello tal vez acudir directamente al núcleo de la cuestión de las adicciones con el aislamiento social que ellas implican?
El objetivo es demostrar el aislamiento por un lado y por otro lado dar cuenta de que esos conflictos familiares son la pesada mochila que los personajes protagonistas tienen en su interior. Son carencias que conviven en ellos.
– Y además a eso que decís se le agrega un repulsivo sentido misógino en un par de personajes de la película, redondeado con su necesidad intrínseca de conseguir dinero a toda costa. ¿Criticas en el filme las carencias educativas, además del problema de las adicciones?
Sí, y por supuesto pongo en jaque a los misóginos, definitivamente los pongo a la luz de la pantalla y me gustaba por un lado el desafío de ilustrarlos y de mostrar dos caras de ese odio hacia las mujeres, tanto la naturalización del odio como su cotidianeidad.
Está claro que el film posee una crítica educativa que va hacia la formación de los seres humanos en la construcción de sus valores, porque yo creo que en nombre de los «mejores valores» se han cometido feminicidios cada 24 horas en Argentina. Me parece que los valores que se establecen en una sociedad como la argentina, están en crisis y completamente enterrados en conceptos erróneos.
En ese sentido yo sí quería ilustrar esa necesidad de deconstruir y potenciarse en un lugar más profundo. Realmente creo que hay una desigualdad en relación a nuestro cuerpo de mujer que yo pienso que es objetado en cada periodo de nuestra vida desde que tenés 7 años a través de una mirada corrompida.
Eso contribuye a que las mujeres vivan situaciones de muchísima desigualdad y desequidad en la construcción de nuestros trabajos y nuestros sueldos, además de que somos pocas las mujeres que hemos logrado ser independientes, armar nuestra carrera y ser líderes, y eso es a costa de mucho esfuerzo y mucha insistencia, donde llega un momento que tenés que fortalecerte de una manera apoteótica para seguir avanzando.
– Y hablando del tema, vos que militas por los derechos de la mujer en el mundo del cine, ¿cómo ves vuestra participación en el conjunto del cine argentino?
Yo soy parte de un colectivo que se llama Acción Mujeres del Cine, y trabajamos en muchísima consonancia con otras asociaciones de cineastas argentinas como MUA (Mujeres Audiovisuales) para pedirle cosas al Instituto; así que en relación a eso, soy feminista, y mucho, y con Acción me empecé a sentir muy acompañada porque había otras iguales que estaban profundizando mucho en el trabajo de género y me parece que eso es muy importante para potenciarnos entre nosotras.
Eso en el 2018 realmente nos favoreció desde la producción y empezamos a estar conectadas, compartiendo insumos de cada productora e información cuando hubo problemas. Así que, en ese sentido, la unión hace la fuerza y el cine argentino está pasando una situación muy complicada, pues no se está cumpliendo la Ley de Cine, que es una ley ejemplar en toda Latinoamérica, muy parecida a la ley francesa en lo que respecta a la regulación de las salas, donde no se controla la venta de entradas de cine argentino porque están dejando de mandar gente a chequear nuestras películas.
Además, los créditos están suspendidos hace años y se bancarizaron, lo cual significa que pagarías un interés como si te fueras a comprar una casa, cuando en realidad vos estás haciendo una obra de interés cultural, donde forma parte de la legislación del cine garantizar que esa película de interés estatal se haga, y vos lo que hacés es que sos el responsable de esa construcción, pero no somos millonarios ni empresarios.
El dinero que entra para una película, entra y se va de nuestras cuentas para que esa obra se cumpla. Entonces, sinceramente yo creo que el cine argentino está en peligro de extinción. Personalmente las películas que estoy haciendo son obras que nacieron en el 2016-17 desde el punto de vista de la producción, y en el 2010 desde el guion, por lo cual creo que en ese sentido son películas que vienen ya desde un coletazo anterior, de modo que me parece que el objetivo que tienen estas nuevas medidas del Instituto es muy restrictivo porque intentan que en lugar de que haya 160 películas por año, que sean 50, porque estamos filmando en condiciones nefastas, dedicando tres semanas de rodaje a películas que necesitarían siete.
Así no se puede hacer cine, y nosotros lo estamos haciendo porque estamos capacitados, pero vos ves los productos y los productos sufren.
Esta situación tan complicada, por supuesto que no se está contando en los medios de comunicación y pensamos que terminará amputando nuestra Ley de Cine si acaso no se toman medidas al respecto. Lo que sucede es que no hay gestión en pos de defender estos derechos de los realizadores y de la cultura misma que está siendo recortada.
Así que estamos en una situación compleja, pero nosotras no nos vamos a detener porque yo creo que uno hace cultura con o sin el Estado, y me parece que el Estado siempre te juega una mala pasada, esté quien esté en el poder. Como realizadora conozco muy bien de qué se trata el conflicto y las peripecias para realizar algo. Sé que lo vamos a seguir insistiendo, pero el panorama no es nada alentador.
©José Luis García/Cinestel.com