«Amando a Carolina», el tormento agrio por un amor no correspondido
Estrenada en Argentina
Ilusionarse por alguien que es difícilmente accesible en la realidad. Eso es lo que le pasa al protagonista de la nueva película del realizador argentino Martín Viaggio, quien ya en 2009 también trató sobre la intensidad de los vínculos amorosos entre las personas en su ópera prima «A quién llamarías».
Nueve años después llega «Amando a Carolina», un filme que viene a confirmarnos la veteranía de este guionista y director, en una historia que está protagonizada por Bela Carrijo, una actriz brasileña que se prodiga poco en el cine, pero que tuvo su debut en él con el film «Cartas de amor son ridículas» (2014), y también por Guillermo Pfening, famoso actor argentino que ya ha superado las 30 películas a lo largo de su carrera.
Estamos ante un drama romántico interesante que podría pertenecer a cualquier época.
La película comienza con una mudanza motivada por una ruptura, aunque las idas y venidas en el tiempo son frecuentes en este relato focalizado en Diego, un joven porteño y cosmopolita que se siente atormentado por un amor no correspondido y decide comenzar a escribir una novela en torno a su idea y su deseo sobre cómo sería una relación con Carolina, una brasileña que está residiendo en Argentina y a la que conoció hace tiempo.
Pero lo cierto y real es que Carolina tiene su vida al margen de las aspiraciones de Diego, y se ha enamorado de un artista plástico brasileño que se dedica a viajar por el mundo con una camioneta.
El enamoramiento y el deseo son puntos claves en el filme, visto desde aquello que cada uno construye para sí mismo, y el dilema aquí es el que confronta elementos como la pertenencia y la existencia de ese deseo, con los intereses y gustos reales de la otra persona.
El director y guionista Martín Viaggio responde las preguntas de Cinestel:
– ¿El hecho de que la película tenga como dos partes diferenciadas y algunos capítulos, por qué se dio así?
Coincido en que la película tiene dos partes bien diferenciadas. Incluso eso está remarcado desde la gráfica. A mí me resultó muy importante, tanto en el proceso de guión final (tuvimos más de 20 versiones incluso con finales diferentes), en el rodaje, y en la etapa final de edición y sonido, el tener muy claro el «tono» de la película. Pretendí ir hasta el fondo en el género romántico, incluso llegar hasta el «Bolero», con su célebre intensidad y exageraciones románticas. Es un «film en tono de bolero».
La historia, siempre narrada desde el punto de vista de Diego, llega al espectador desde sí mismo, todo lo que sabemos lo conocemos a través de Diego.
En la primera parte es Diego que se presenta a sí mismo y cuenta su «triste» historia de amor no correspondido, y en la segunda parte, es el propio Diego quien nos cuenta lo que le contó Carolina. Conocemos su versión de los hechos narrados por ella pero a través de él, como parte de lo que narra el libro. No sabemos si Carolina estaría de acuerdo con esa versión, creo que no. Todo es un íntimo soliloquio, donde el personaje Diego expresa sus deseos, temores, dudas, pero nunca de la manera objetiva, sino teñido de su propia subjetividad e intensidad muchas veces exagerada.
Creo que Pfening tuvo la virtud de dar una actuación muy convincente, es realista a su modo, hizo que Diego sea un personaje creíble y querible, trajo a tierra la película, hizo que nos pudiésemos identificar con su drama amoroso, tan generalizado y tratado por el cine.
En la segunda parte es Carolina quien cuenta lo que pasó en Brasil, Diego no estuvo allí, y lo hace en distintos días, en situaciones varias. Ella le cuenta su amor apasionado por Daniel y de cómo se separaron, y durante esos días, Diego va aceptando que ella no lo ama y que sigue amando a Daniel. Diego escribe un libro porque me pareció que era un recurso narrativo que ayudaba a contar la historia, y justificaba, de alguna manera, el tono literario de muchas escenas. En el cuento propio sobre el que me basé para el guión, Diego no era escritor.
– Tienes mucha habilidad para las elipsis y los flashbacks. ¿Crees que es la mejor manera posible a la hora de narrar una película?
Sobre esa habilidad no tengo la menor idea, ni me doy cuenta; es así como me sale contar la historia. El director de fotografía, que conoce todos mis guiones, me dice «ahí viene el Señor Elipsis», porque uso mucho la palabra «Elipsis» al plantear la estructura narrativa. Otra manera de contar la historia es evidente que la hay, y allí está la gracia, en encontrar la manera personal de hacerlo.
– Es remarcable el interés que el protagonista muestra por recuperar su viejo amor. ¿La coincidencia de que él sea un escritor y que vos también escribas guiones, quiere decir que estás reconociendo que alguien así expresaría mejor en palabras ese proceso tan interno e íntimo?
Es una coincidencia, escribo guiones y novelas (que ni intento publicar) pero no me siento escritor, ni me parezco a Diego. Puse que fuese escritor porque me convenía narrativamente, sin referencias personales.
– Hay en «Amando a Carolina» algunas pequeñas partes con voz en off. De hecho, me parece que es la música la que tiene mayor presencia incluso entre las cosas del film que no podemos ver. ¿Cómo te planteaste el uso de ambos recursos?
En el guión dice continuamente «música», pero la música es un ítem muy caro dentro del presupuesto y no pude ser muy preciso sobre qué significaba «aquí va música». Creo que la música es clave para reafirmar el tono melancólico y apasionado de la historia de Diego. No me puedo imaginar la película sin música.
Luego, empezamos con la búsqueda de una actriz que tocara el piano para «Mujer del Piano», y conocimos a Mercedes Catoni. La contratamos como actriz, y de casualidad dimos con su música y nos gustó lo que hacía; de pronto teníamos el leimotiv, y así, de manera natural, fuimos incorporando distintas canciones que generosamente Mercedes nos incluyó dentro del presupuesto (austero) que teníamos para «música».
Sobre el final, y por la amistad de Carla Gallas, la productora brasilera, con dos músicos brasileros, Arthur de Farias y Nenung, ellos nos cedieron sus canciones conmovedoramente bellas (que todavía no pagamos), y así tuvimos nuestra banda musical. El off fue para entrar en el mundo interior de Diego, en su discurso interior. Era más largo. Con Pfening coincidimos en grabarlos, pero no usarlos en tanto no hiciesen falta, lo que así pasó.
– Y para finalizar, me gustaría saber si pretendes ser un cineasta que explore distintos lenguajes. Lo digo porque sé que tienes pendiente el estreno de un documental también.
Como director y productor me interesa tanto la ficción como el documental. En ambos me siento muy cómodo. Mi inclinación es a historias un poco oscuras e íntimas, pero al momento de obtener el financiamiento, se hace más difícil. Esto tanto en la ficción como en el documental. Quiero hacer un documental sobre la Muerte y no logro que a nadie le interese el tema. De allí que siempre tengamos proyectos de distinta naturaleza, personales y no tanto, para un pequeño público muy específico o historias más sencillas que incluyan un espectro mayor, a fin de ver cuál de ellos podrá transformarse en película, y aceptar, después de muchos esfuerzos, cuáles nunca lo serán.
©José Luis García/Cinestel.com