“Bahía Blanca”, de Rodrigo Caprotti; espinosos secretos inconfesables
Del docente y escritor argentino Martín Kohan ya tuvimos la oportunidad de ver en el cine el traspaso de su novela «Ciencias morales» convertida en “La mirada invisible” (2010) por Diego Lerman.
Más de diez años después, el hasta ahora documentalista Rodrigo Caprotti lleva a las pantallas de cine, “Bahía Blanca”, título homónimo de la obra de Kohan, que fue presentado en la Competencia Internacional del BAFICI 2021.
Protagonizada por un elenco de primer orden (Guillermo Pfening, Elisa Carricajo, Marcelo Subiotto, Ailín Salas, Javier Drolas y Julia Martínez Rubio), la película muestra cómo un docente universitario utiliza una investigación sobre el escritor Ezequiel Martínez Estrada para escapar de un pasado que lo atormenta y establecerse en Bahía Blanca a 688 km al sur de Buenos Aires.
Hay una especie de leyenda en torno a esa localidad costera que tal vez la haga parecer una ciudad maldita a ojos de los que no residen en ella. Ese hecho está en esta historia encarnado por el protagonista Mario Novoa (Pfening), quien acude al lugar en busca de resarcirse de los problemas que lo mantienen abrumado en alguna otra parte, sin que en principio él sepa muy bien qué es lo que se va a encontrar en ese territorio.
Lo que está muy claro desde el comienzo del filme es que Mario se encuentra ahí con el objetivo de olvidar esas cosas de su pasado que lo atormentan. Sin embargo, por una inesperada casualidad, aparece de repente un viejo amigo que también está de visita en la zona, obligando a dar un giro completo a todo lo que hasta ese momento estaba pasando en esta historia de espinosos secretos inconfesables.
Rodrigo Caprotti responde las preguntas de Cinestel:
– La película parte de una novela de Martín Kohan y él también aparece en algún momento en ella. ¿Contaste con su colaboración para armar el guion?
Desde un principio mi intención era poder estar en contacto bastante seguido con él en relación a los cambios y a la transformación que íbamos haciendo de la novela al guion. Martín tuvo más bien una implicancia directa, recibiendo algunas versiones de la adaptación, pero él prefirió no tener ninguna relación con este proceso, más que nada porque es el autor de la novela y le parecía que una cosa es la novela y la otra es la película.
Sí que tuvimos varias charlas y reuniones, y en lo particular donde creo que él más incidió es en la idea de lograr adaptar todo lo que tenía que ver con los diálogos, volverlos un poco más coloquiales para poder llevarlos a una película. En eso siento que Martín estuvo más presente y fue de muchísima ayuda.
– El protagonista anda atormentado por su pasado. ¿Una de las principales características del filme sería la doble vida de sus personajes?
Creo que en los personajes principales hay dos matices distintos que se caracterizan en cada uno de ellos, y que tienen que ver con lo que deberían hacer y lo que hacen. Creo que ahí hay una división, más allá de ocultar el ayer y en el caso de Mario, estar atormentado por ese pasado con esta particularidad de estar haciendo cosas diferentes a las que deberían.
Eso hace como una especie de desdoblamiento en los personajes.
– ¿En verdad Bahía Blanca tiene tan mala suerte o eso simplemente está descrito así en la novela de Kohan?
La fama que tiene la ciudad está relacionada con la yeta, que es un concepto muy nuestro que sí que tiene que ver con la mala suerte, pero que es algo que no se puede trazar una línea sobre cuáles son sus raíces, aunque sí que está relacionado con el ámbito cultural, concretamente con la música o con otras artes en donde se generó esa fama.
Hay una historia relacionada con Carlos Di Sarli, que es un autor de tango muy conocido que escribió un tema que se llama «Bahía Blanca».
Él era bahiense, y hay ahí una relación con el ambiente tanguero de la época y lo que generaba la idea de la yeta, pues desde ese entorno del tango se trasladó la idea de que Di Sarli era yeta, aparentemente por alguna envidia de algunos de sus contemporáneos de la música tanguera.
Algo de eso permeó en la idea de que Bahía Blanca a su vez era yeta, y hay una historia en torno a todo eso y en ese tango en particular que se llama «Bahía Blanca». Creo que algo de todo ello ha quedado en el subconsciente popular, en el que está esta idea de que la ciudad tiene mala suerte o es yeta.
– La atracción física y sexual es otro de los temas de la película. ¿Kohan buscó cierta desmesura psicológica en ese sentido?
Totalmente de acuerdo con esa percepción de que Kohan busca una desmesura. Eso ocurre en relación a algunos personajes, pero principalmente a la mirada de Mario, el personaje principal, con respecto al sexo opuesto.
Creo que hay algo muy interesante ahí a tener en cuenta, y es que se llegó a un punto de desmesura en el relato novelesco que nosotros tratamos de trasladar a la película y que es muy interesante por ser la mirada completamente subjetiva, dentro de una ficción, del personaje principal para con el resto de los personajes, particularmente de los femeninos. Considero que hay ahí una lectura de cierta masculinidad en el caso de nuestro personaje principal, que es Mario.
Pero me resultó muy interesante ese clima que planteaba la novela de una subjetividad muy extrema, en una descripción muy interna de lo que le sucede al personaje y que se extrapola por ahí en imágenes a esta desmesura que vos planteás muy bien en tu pregunta.
– Justamente el aporte de las actrices es definitivo, con una sorprendente actuación de Ailín Salas y también de Elisa Carricajo. ¿Ambos papeles son un reflejo de la sociedad patriarcal?
A mi modo de ver, las actuaciones de Ailín Salas y de Elisa Carricajo de alguna manera están ancladas en una época, porque la película transcurre en el pasado; entonces hay ciertas formas de ese periodo de tiempo en particular que hacen leer que esos personajes femeninos están anclados en un momento específico de nuestra sociedad argentina en ese momento.
Eso se trasluce en la relación de estas dos mujeres con Mario, en la forma de relacionarse y qué aspecto tienen esos personajes femeninos, en este caso en particular, en este momento específico de la historia, y haciendo la referencia de que está anclada en un momento histórico del pasado.
Creo que eso hace leer un montón de situaciones, de comentarios y de relaciones entre los personajes, que vistos desde el lente del presente, hace ver esas acciones, hechos y diálogos de una manera totalmente diferente y que son llamativos.
– Y Guillermo Pfening también tuvo un nivel altísimo de implicación en el proyecto, llegando inclusive a coproducir la película, ¿no es así?
Sí, Guillermo Pfening estuvo implicadísimo en la película, hasta tal punto que llegó a coproducirla. Ya estábamos con algunos problemas financieros justo antes de empezar a filmar, y él y su hermano Caíto colaboraron económicamente con esas últimas jornadas que nos quedaban por poder filmar para acabar la totalidad del rodaje entero sin tener estos problemas presupuestarios.
Y más allá de que a su vez él, al tener un personaje principal tan central que requería un nivel de implicancia con la historia y con la película, encima lo trasladó a la producción, lo cual para nosotros fue de enorme ayuda y también de un compromiso muy grande por parte suya para con la película.
©José Luis García/Cinestel.com