“Blanco en blanco”; la complicidad y el terrible ocaso de un fotógrafo
Estrenada en España
El actor chileno Alfredo Castro encarna a Pedro, un fotógrafo que llega a Tierra del Fuego con su cámara fotográfica de placas. Estamos a finales del siglo XIX y el recién llegado ha sido contratado para fotografiar el matrimonio de Mr. Porter, un latifundista, con una chica que apenas es una niña.
Pero la degradación del personaje en cuestión no acaba ahí, ya que este protagonista de esta historia es a su vez el promotor de numerosos crímenes y vejaciones hacia los habitantes originarios de aquellas tierras.
Théo Court retrata en “Blanco en blanco” la perversión de estos individuos que mantienen la herencia de humillación que supuso el periodo colonial y que poseen un comportamiento que los desacredita como personas humanas.
El acceso a la posibilidad de llegar a hacer cosas malas no te da el derecho de acabar haciéndolas.
El director nacido en Ibiza pero criado en Chile habla en esta película sobre la más profunda estupidez humana que pueda haber. Y es que el ser humano es sin lugar a dudas el animal más raro que habita el planeta.
Valga decir que este relato tiene un trasfondo de autenticidad, pues a Court parece que le conmocionó el visionado de unas fotografías de esa época donde un ser miserable llamado Julius Popper posaba hace más de 100 años junto a sus empleados al lado de las víctimas fallecidas en sus habituales matanzas. Eso ocurrió en el sur de Chile y los damnificados fueron los miembros del pueblo Selknam.
Los personajes protagonistas de “Blanco en blanco” habitan en la mentira y la manipulación. Vencen porque poseen armas que los otros no tienen, pero no convencen. El relato que se muestra ha sido inventado para el guion, pero sumando el contexto histórico de varios siglos de triste devenir de los pueblos indígenas. Y lo que el filme cuenta es cómo un fotógrafo que tal vez antes poco se comportó de acuerdo a las circunstancias en su propia vida, acaba siendo cómplice de esos atropellos y genocidios.
Théo Court responde las preguntas de Cinestel:
– ¿Originalmente te planteaste hacer alguna reconstrucción para el cine de aquellos graves hechos que tanto te impresionaron?
Yo nunca quise hacer una película historicista, -pero sí que tuviera un contexto-, sino más bien tratar una historia que, si bien partiera de un contexto realista, también hablara de otras cosas.
– ¿Identificas el tema principal del film como la herencia del colonialismo y la utilización de las personas como si fueran objetos?
Yo a raíz de las fotos de Julius Popper, hice una reconstrucción de esas imágenes para reconocer cómo a veces se tergiversa la Historia y de qué manera están construidas las crónicas de lo que pasó en la colonia en Chile.
– Igualmente quisiste también jugar con comportamientos que son inesperados para el espectador.
Sí, quise establecer un nexo entre la situación de la niña y esos horrores que se ven con el genocidio que perpetra esta gente. Es el símil que hay entre el horror y la belleza, o entre la inocencia de una niña y ese acto deleznable que muestro tal como se hacía en las matanzas de Selknam. También quería mostrar cómo la cámara del fotógrafo puede retratar tanto la muerte como la inocencia.
– ¿Tú no juzgas a los personajes porque crees que es el público quien los debe juzgar?
Sí claro, yo pongo unos elementos y creo que es el espectador el que tiene que darle creativamente su sentido. A mí me gusta contar con espectadores dinámicos que participen en las películas activamente.
– Cuentas en el elenco con Alfredo Castro, Lars Rudolph y Lola Rubio, que son todos de nacionalidades diferentes, lo cual no importa tanto si es que en realidad se está hablando de otra cosa en la película, ¿no es así?
Las colonias de Tierra del Fuego estaban formadas por colonos de muchas nacionalidades, -ingleses, españoles e italianos principalmente-, lo cual me permitió tener una amalgama de procedencias muy diversa en el guion y la posibilidad de montar un casting mucho más abierto en ese sentido.
– Tuviste la asesoría de Mauro Herce como responsable de montaje e igualmente veo que tu equipo técnico también era muy internacional.
Sí, procedemos de lugares muy distintos, amigos todos que nos conocimos mayormente en la Escuela de Cine de Cuba, en San Antonio de los Baños, junto con Mauro Herce, José Alayón, Manuel Muñoz, Carlos García que hace el sonido,… somos varios que tenemos distintas nacionalidades.
– ¿Y ese centro docente de Cuba fue el principal en el cual aprendiste cine?
Sí fue el más importante para todos nosotros, sobre todo porque nos dio la posibilidad de conocernos en una escuela que te permite estar consumiendo cine y hablar de cine constantemente todos los días y a todas horas. Eso es algo muy enriquecedor.
– El rodaje ocurrió tanto en Chile como en Canarias. ¿Eso fue debido a los apoyos que recibiste?
Al ser la película española en un 80% con una participación fuerte de Canarias, entonces teníamos que filmar allí. Partimos el rodaje en dos: primero filmamos en Tierra del Fuego durante una semana y luego otras dos semanas en Tenerife.
– ¿Pero tú te consideras más chileno que español?
Tengo una relación con los dos lugares muy bonita. Voy y vengo y estoy en los dos espacios constantemente.
– De todas formas hay que considerar que de Chile hay todavía muchas historias que contar en el cine. Es un territorio que da para mucho.
Claro. A mí me parece que Chile es un país en constante transformación, donde están ocurriendo siempre hechos nuevos por su propia Historia y yo creo que sus paisajes tan espectaculares invitan a tratar más temas cinematográficos en su territorio.
– ¿Y cómo has vivido los inconvenientes habidos este año 2020 para estrenar? ¿Has echado en falta lo que son las salas de cine?
Así es. Está complicado para todo el sector. Vamos a ver cómo salimos del lío y si la gente se anima a ir al cine. Esperemos que así sea.
©José Luis García/Cinestel.com