“Cheto, Cheto” traspasa los barrotes para enseñar a conocer el cine
Estrenada en Argentina
Son chicos que están obligados a permanecer en un centro de reclusión para gente de su edad como consecuencia de haberse dedicado a delinquir en el pasado.
Fabio M. Zurita presenta en “Cheto, Cheto” el resultado de su experiencia como educador en actividades que tienen que ver con el cine para distintos institutos de ese tipo que existen en Argentina.
Su tarea allí era la de conversar con sus alumnos, ver películas, debatirlas, intentar filmar algún corto y proponerles que escribieran. De este modo, aquellos pibes han conocido más de cerca las potencialidades del mundo audiovisual.
El filme propone ese acercamiento desde la idea de que la falta de acceso a diversos y variados conocimientos es lo que ha abocado a todos esos muchachos a la situación social tan difícil en la que se encuentran.
Zurita echa mano tanto de material reciente como de archivo, entre el cual se halla una pequeña charla que dio Osvaldo Bayer en uno de esos centros de reclusión para chicos adolescentes que suelen vivir hacinados por la escasez de espacio que se les destina.
“Cheto, Cheto” intenta huir en todo momento, y pese a las dificultades más que evidentes, de ese ambiente carcelario para intentar aportar algún rayo de esperanza. Y es que a estos chicos se les debería de facilitar una reinserción en la sociedad si es que así ellos lo piden.
Fabio M. Zurita responde las preguntas de Cinestel:
– ¿Qué buscan al programar este tipo de talleres en las prisiones?
Yo buscaba trabajo y me propusieron algo que era ideal para que pueda hacer, por mi forma de ser y por un documental que realicé en los años 90 sobre violencia en el fútbol. Trataba sobre la otra mirada de la represión policial a las barras en el fútbol de aquel entonces. A la propuesta de entrada le dije que no; buscaba otra cosa más relacionada al cine, la poesía y alejado de cierta violencia existente o implícita, porque creí que emocionalmente me haría mal.
A la semana me presenté con la documentación para comenzar y al año estaba trabajando en el instituto cerrado de Virrey del Pino, en donde las clases las dabas encerrado bajo candado en el aula o área educativa. La propuesta era pasar películas y entretener a los pibes y pegué buena onda, arrancando con una mateada y algo que compraba en el camino… a los pocos meses me pidieron que vaya al cerrado en Pablo Nogués y también al de chicas en Ferrari, Merlo.
No sólo pasaba películas sino que las analizábamos y compartía pensamientos de desarrollo de una idea. Al poco tiempo pedían que pase a dar charlas y películas y el taller se hizo itinerante. En veinticuatro horas podía dar un taller en el Alma Fuerte de La Plata, pasar por el cerrado de Dolores y terminar en Mar del Plata. Hasta que un cambio de gestión me dejaba sin trabajo y después me solicitaban que haga el taller únicamente en el famoso nuevo dique, hoy Alfaro 1.
– Hay una escena de César con su novia que sugiere el cine de José Campusano. ¿Ese tipo de películas tan originales es seguido y conocido en esos centros?
La espontaneidad y el largarse a hacer y crear propuestas originales, surge de parte de los mismos protagonistas. Esa idea de la pareja que una vez en el encierro se va con su mejor amigo, surge como una broma en una visita del director Fabián Forte, presentando su película “El muerto cuenta su historia”. En un momento de la charla dijo tras esa idea, porque ya que hay una cámara o dos, se aprovecha y se filma esa historia, ahí Nico dirigía y Omar y César participaban con ideas y se sumaron todos, hasta tuve que actuar. En una hora de manera muy divertida se filmó ese cortometraje al modo que más les gusta vivir; “Cheto Cheto” o deprisa deprisa.
En el taller se veían en cantidad cortometrajes, porque me permitía explicar distintos puntos y áreas del cine sin que se aburran, también se veían propuestas diversas de largometrajes, pero a la tercera pausa para explicar un efecto o lo bien logrado del encuadre, me pedían que no le ponga tanta publicidad. De Campusano les pasé “El perro Molina” y de Pablo César “Orillas”. Ambos vinieron de visita al instituto y en ambas películas tuve un bolo como policía y cuando me veían en la pantalla del televisor giraban sus cabezas y me miraban diciendo -¡es usted! Tienen un muy buen registro de observar.
– ¿Y cómo se dio lugar a que fueras guionista, director y productor del film al mismo tiempo?
Fue una película muy personal, trabajaba en el lugar y preparaba la idea del guión. La investigación era de años y estaba solo. Cuando se fue armando el guión trabajé con dos asesores, uno fue Fabio Szteinhendler en lo que respecta a la historia social y además visitó y dialogó con los chicos. Y el otro, Roberto Barandalla con su experiencia de haber trabajado en capítulos de cárceles.
Omar Figueroa dio su aporte en la asistencia de dirección y Nico también a la historia.
En la producción ejecutiva estuve con junto a Mónica Amarilla, pero soy el productor y presentante ante el INCAA. Previo y posterior había muchísimo trabajo por hacer para llevar adelante este tipo de documental tan ambicioso y que no dejaría réditos en lo económico. Por esa razón muchas veces la producción y la dirección en bajos presupuestos van de la mano. Por lógica y siendo una película de autor, respetando el guión y entrando en la investigación, debía dirigirla y respetar la idea.
– Para mí hay otro referente del cine, en su caso de la cooperación Sur-Sur, que es Pablo César. ¿Te ayudó como experiencia el hecho de haber trabajado con él?
¡Agradezco tu pregunta! Haber trabajado con Pablo César fue una enorme inspiración y ayuda. Además de los grandes riesgos que afronta con las producciones de sus películas internacionales, fue de gran inspiración su talento en producir “Cheto Cheto”. Es una persona de gran sensibilidad y generoso, muy respetuoso, un gran director de cine, con enorme calidad de imagen en sus fílmicos. Trabajé en varias películas con Pablo, cumpliendo distintos roles. La más maravillosa fue “Pensando en él”, una coproducción con la India. Creo que esa fue la que más me marcó en el asunto de la producción.
Pablo en la previa al rodaje me acompañó junto al guionista de su película y con el actor principal al instituto Alfaro a dar una de sus clases magistrales y hasta propuso invitarlos a participar del rodaje, que luego las autoridades no terminaron aceptando. Es el día de hoy que Nico me habla de Pablo y su deseo de trabajar en alguna de sus películas y Pablo lo tiene muy en cuenta.
– ¿Y tras esta experiencia, realmente crees que las cárceles son centros de reinserción para estos jóvenes?
Considero que no es un lugar de reinserción y las cárceles seguramente tampoco lo sean. Es meter a una persona en un freezer, congelado por unos años y luego salen al mundo de dinosaurios. Midiendo en algunos menores las condiciones de extrema pobreza, ayuda a que esos chicos los visite un médico, un odontólogo y tengan garantizado el pan de cada día. Puedan retomar algunas clases del colegio primario, cumplir tareas de limpieza o participar en alguno de los talleres de carpintería, huerta, panadería o algunos de los especiales del ministerio de trabajo. Luego vuelven a la calle, en algunos casos se inventan la reinserción por temor a volver y perder su libertad. También sirve para aclarar ideas y cortar con ciertas adicciones, que de seguir así terminarían sus vidas en cuestión de poco tiempo con un inexorable desenlace violento. Toda esta misma contención se podría lograr en sus barrios y/o adyacencias, con justicia social y con adultos que no pretendan que la responsabilidad sea de los menores.
©José Luis García/Cinestel.com