Azul Lombardía: cómo adaptar algo del teatro al cine y conseguir éxito

Guionista, actriz y directora, Azul Lombardía está en todo y acaba de aprovechar el tirón de “Dóberman”, la obra de teatro que escribió y dirigió, para lanzar a la cartelera de Buenos Aires su primer largometraje, de idéntico título al de la pieza teatral y con las mismas actrices, Maruja Bustamante y Mónica Raiola.
Conocida también por ser la autora y directora de la serie televisiva “Según Roxi”, la realizadora lleva al cine una historia que atraviesa lo cotidiano. Dos mujeres que son vecinas se encuentran una tarde en casa de una de ellas y comienzan a charlar. Pero a medida que la conversación avanza, el tono de la misma va a cambiar hacia una postura que se presume más radical, ante la cual se intuye la posibilidad de que pueda ocurrir una gran tragedia doméstica. La envidia y el prejuicio son los temas más fundamentales que trata el film.
Pero adaptar una obra de teatro al cine no es algo que sea tan sencillo como a simple vista pueda parecer; se necesita de una habilidad especial para llegar hasta el lenguaje cinematográfico desde el teatral, sobre todo si, como ocurre en este caso, las artistas que encarnan los papeles protagonistas son las mismas.
Azul Lombardía, directora de “Dóberman”, nos explica más detalles para los lectores de Cinestel:
– ¿Cómo se lleva la transformación de un mismo relato teatral a otro cinematográfico?
El relato ya tenía su recorrido en teatro; los personajes y lo que sucede estaba muy aceitado cuando decidí adaptar el guión. Mi intención no fue agrandar o abrir la historia ni forzarla, sino potenciar aquello que me parecía que en cine iba a crecer. Pude presentar los personajes y mostrar sus mundos para contextualizar mejor la historia, pude con un plano secuencia profundizar la idea de tiempo real de la trama y elegir qué ver y en qué momento y también hacer crecer el final, dándole más tensión que la que el relato conseguía en teatro.
– Tu película trata el tema de la manipulación a través de la palabra. ¿Crees que hay quien le tiene miedo a los silencios porque quizá a veces hablan más que las palabras?
Puede ser… muchas veces las palabras, o la verborragia, son mantos que protegen de la soledad de las propias preguntas, que muchas veces se hacen en silencio…
– Y vista tu experiencia en ambos terrenos, ¿es más creíble el cine que el teatro?
Es distinto; el teatro tiene una convención sobre la verdad y el hecho de la experiencia viva de ver y sentir, pero el cine te da otra distancia, aunque por otro lado el verosímil que podés construir en el cine es mucho mayor.
– En el teatro puede haber ciertos grados de improvisación entre los actores. ¿Crees que en el cine sería bueno mantenerlos?
Depende en qué circunstancia. En nuestra variable de plano secuencia de 35 minutos, la improvisación podría haber complicado la coreografía ensayada de cámaras y demás. Pero por otro lado, la necesidad de que el relato esté vivo, necesita de poder hacer propias las palabras y a veces para eso es necesario alguna modificación en el momento.
– Para terminar, ¿cómo quedó el teatro independiente de Buenos Aires tras los tarifazos eléctricos? ¿Qué se hizo para solventar esos problemas?
Está muy complicada la situación. Es increíble las pocas herramientas que el estado pone en función de alivianar la crisis a los teatros independientes. Que las empresas no hagan concesiones, ni descuentos, ni estén exentos de varios impuestos que los ahorcan, no se entiende. Mismo regular los pagos con tarjetas, que les cobran como si fuesen un comercio que vende ropa.
La única salida será la de unirse y reclamar. Sé que hubo una asamblea de teatros independientes hace poco donde se estipuló un plan de lucha o de reclamos, pero veremos qué voluntad hay… y qué cosas concretas pueden gestionar.
©José Luis García/Cinestel.com

Azul Lombardía, directora de “Dóberman”