Entrevista a Mauricio Álamo por «La Desmemoriada»; dulce evocación
FIDBA de Buenos Aires
La vida de la actriz chilena Myriam Palacios poco a poco se fue apagando hasta su fallecimiento en el año 2013 por culpa del Alzheimer, esa larga enfermedad por la que los recuerdos se desvanecen.
El realizador Mauricio Álamo hizo todo un trabajo para recuperar información en torno a la historia de esta mujer durante los últimos años de su vida. Y el resultado es «La Desmemoriada», una película de carácter documental que también es un homenaje a esta intérprete que comenzó en el teatro y participó en algunos programas humorísticos de la televisión chilena, hasta que en el año 1988, el cineasta Gonzalo Justiniano consigue que acepte un papel en «Sussi», su primera incursión en el cine, con quien repitió en dos ocasiones más, aparte de participar en «El Chacotero Sentimental» de Cristián Galaz y en la «Coronación» de Silvio Caiozzi.
Paralelamente, el filme es una reflexión acerca de la memoria y el olvido.
Las escenas más recientes de la actriz tal vez fueron tomadas en la casa de reposo en la que vivió los últimos seis años de su vida, desde donde recuerda algunos espacios físicos, pero no lo que ella hizo o hace, mientras canta en distintas ocasiones una misma canción. Esas imágenes están intercaladas con material de archivo, en las que se comprueba que, como intérprete, siempre procuró aportar sus propias ideas en las representaciones teatrales o películas que hacía.
Recién llegado a Buenos Aires para participar con el film en la Competencia Latinoamericana de Festival Internacional de Cine Documental (FIDBA), el director Mauricio Álamo responde las preguntas de Cinestel:
– ¿Cuál es para ti la posición que alcanzó Myriam Palacios como actriz en Chile?
Myriam Palacios alcanzó una posición muy alta en la escena teatral chilena. Realizó personajes que son inolvidables, como ella. Caló profundo en todos los chilenos su forma de reír, de hablar, su forma de pensar tan libre. De esta manera se fue ganado un espacio que era difícil de conquistar, porque en su generación eran todas actrices de la época en que el teatro estaba muy alto, entonces había mucha competencia. Ella se ganó un espacio siendo ya grande. A los 40 años se comenzó a desarrollar como actriz, cuando sus pares venían dos décadas haciendo teatro; tenía un don para la actuación. Junto a Ana Gonzales son las dos grandes comediantes del pueblo. Y hoy en día ese lugar está vacío; el humor se cuestiona o se censura, y estas mujeres fueron muy libres para desarrollar su oficio como comediantes.
– ¿Es cierto que ella actuó en un papel llamado La Desmemoriada, y que de ahí viene el título de la película?
El nombre de La Desmemoriada nace para este documental, en el que con Myriam trabajamos distintos textos. Uno de ellos era la obra Los días felices, de Samuel Becket, y la vida que tenía Myriam en este cerro estaba ligada a Winnie, la protagonista de la obra. Ella estaba en una situación muy precaria, había meses que no tenía trabajo y decía: “cuando no trabajo me muero de a poquito”, y a pesar de esta adversidad siempre tenía algo porque reírse, porque agradecer… similar al personaje de Becket que estaba tirado en un cerro de basura agradeciendo al día. El guion tenía el título Memorias de cabezas femeninas en extinción, pero con el paso del tiempo la película se llamó La desmemoriada. Es así que nace el nombre.
– Parece que en realidad ella también tenía algo de poeta. ¿No es así?
Alejada de la ciudad, ella tenía una vida de poeta por su forma de mirar las cosas de una manera irracional, irreverente, de mirarlas al revés. Aparte de ser actriz, tenía una manera bastante poética de vivir su vida; claro que su oficio también la acercaba a construir mundos paralelos. Cuando ella padecía el alzheimer, era muy creativa, tenía un vuelo muy alto; hay una escena en la película que ella entra a su cuarto, comienza a sacar la ropa de color rojo (todo era improvisado) y la tira a la cama. Lo que quería era entrar al ropero y colgarse, simbolizando que estaba esperando la muerte. A cada gesto cotidiano del día, ella le daba una poética.
– ¿Quien no tiene memoria, recuerda?
La que no tiene memoria, recuerda; ésta es la hipótesis de la película, es como una paradoja. Y así desarrollamos ese juego en el documental, queríamos que Myriam relate su vida y gracias al trabajo de montaje dar cuenta hasta qué punto el recuerdo es algo que va construyendo realidades, hasta qué punto pertenece al imaginario, a la fantasía, o si lo vivimos. La memoria es algo que se va edificando, que está en tránsito, a veces está escondido, también hay asociaciones. La mente es muy fuerte y a veces puede dar por hecho algo que realmente no ocurrió.
Por ejemplo, hace poco me tocó dar un taller de melodrama con pacientes que eran esquizofrénicos, y yo quedé admirado de cómo ellos eran capaces de construir una escena o un texto de la nada, qué palabras les remitía ese momento de creación; y decían cosas muy fuertes que surgen del inconsciente y afloran.
Yo creo que así es la construcción de la memoria. De repente puede haber un color, una imagen, un momento del día, y ahí es donde se va cimentando, como una suma de elementos en una dinámica constante.
– ¿Y llegó a conocer ella tu intención de darle este sentido definitivo al documental?
Ella llegó a conocer parte del material, siempre estaba muy generosa y atenta a colaborar. Recuerdo que cuando revisábamos el material, lo que más le gustaba eran los sonidos sucios, los ruidos de la cámara; dentro de toda su locura e ingenio le encantaban los momentos de error; que quedaran a la vista, que esto no le importaba, se entregaba.
Yo filmé en 2005, y cuando retomé la película en 2010, a través de su hermana comenzó a tomar cuerpo el documental. Pero ella ya estaba en su mundo, no hablaba; para mí fue muy importante el trabajo con la hermana, lo que me contaba cuando la visitaba al asilo.
Myriam no pudo ver la película terminada, ya que falleció en 2013 y yo la terminé este año. La vieron sus sobrinos y se emocionaron mucho al ver a su tía en su mundo, en su fragilidad, sobre todo cuando ella dice «A todos nos llega la hora de estar podridos; si alguien te toca, te desarmas».
©José Luis García/Cinestel.com