Entrevista a Luciano Nacci por su documental “Los Caminos de Cuba”
Estreno en Argentina
Luciano Nacci conoce en profundidad lo que es el cine ya que ha trabajado casi todas sus vertientes posibles: producción, dirección, medios técnicos, distribución y muestras de películas.
Este director argentino quiso abordar desde su primer largo documental como realizador, una idea bastante interesante porque tiene en cuenta que mucha gente que hace turismo internacional acude a su país de destino bajo la impronta de la premura a la que casi obliga la permanencia en el lugar por un muy limitado espacio de tiempo.
“Los Caminos de Cuba” era todo un reto para él, ya que hasta ahora parece que tal vez había estado más interesado en la ficción, y el film nos ofrece la oportunidad de conocer qué pasaría si desde la mirada de un visitante se intentara profundizar un poquito más en cómo son y cómo piensan las personas que te vas encontrando por el camino.
Como Luciano dice, 45 días de rodaje tampoco es que sea demasiado tiempo, pero por lo menos sí que dan para aproximarse mucho mejor al genuino sentir cubano, a la importancia del ritmo musical, y a los múltiples contrastes de una población ávida por debatirlos a partir de una revolución ocurrida en 1959 con sus numerosas virtudes, pero también con complejos errores que resolver, un verbo éste último que es de los más empleados entre la población de allá.
Y es justamente cuando Nacci intenta buscar ese equilibrio, el momento en que más dificultades encuentra a la hora de procurar hacer una aproximación lo más certera posible a esa multiplicidad de puntos de vista existente. Viñales, Trinidad y la culturalmente increíble Cienfuegos son los puntos de enfoque para la cámara, frente a un rodaje que también se mueve por tradiciones familiares, la vida productiva del campo y la enorme suerte de que casi todos los cubanos conocen muy bien lo que es la música.
– ¿Cómo conseguiste reunir todo ese abanico de lugares y personas diversas en un rodaje?
Luciano Nacci: Fue bastante complejo, porque nosotros veníamos con una mirada más pro-revolución, guiados por lo que habíamos leído y visto. Mi colega ya se había ido antes a Cuba y después, cuando ya estábamos allí, nos pasaron cosas mientras filmábamos y todo se hizo más complicado. Hay algunos aspectos que no están en la narración, pero sí que pudimos poner una de las pocas voces que quisieron hablar en contra de la revolución, pero en voz en off, porque ni siquiera quiso aparecer en la película. De todas las maneras, es difícil que un cubano hable mal de Cuba.
– Sí que te adentraste en todo lo que son sus ritmos musicales con todos esos “guajiros naturales” que se ven tocando y cantando en el film. ¿Qué encontraste ahí? ¿Sentiste que Cuba posee los mejores músicos percusionistas del mundo?
Yo soy músico, toco bastante, he sacado un disco y ahora estoy armando otro nuevo, pero cuando voy allá soy un pichón (risas). En Cuba cualquier persona que vos conocés, sabe tocar. También está reflejado eso en el documental; uno de los personajes lo dice: saben tocar y tocan muy bien.
Yo manejo lo que es la improvisación y voy allá y cualquiera la maneja también; ellos poseen mucho talento y tienen mucha curiosidad porque agarran cualquier instrumento y se adaptan. Como ejemplo yo llevé un ukelele, que es un instrumento hawaiano que allá no hay, y a cualquier persona que lo veía le dio mucha curiosidad. Entonces de ahí nos empezamos a entablar relaciones y nos hacíamos amigos de todo el mundo que pasara. Ellos empezaban a agarrar el instrumento y a los cinco minutos ya te lo manejaban, eso sí, bajo las pautas de lo que es el son cubano, porque ellos trabajan mucho por ese lado, ya que es lo que le gusta al turismo y su fin es algo monetario, redituable.
– De todas formas, al margen del turismo, sí que es muy habitual que haya cubanos que se reúnen en un espacio abierto para tocar y cantar. Es decir, que “Los Caminos de Cuba” refleja algo que sí que ocurre en ese país cotidianamente. ¿No es así?
Constantemente. Osea, vos vas para una plaza y si se empieza a armar la música, vos te sumás a eso. Y es más, nos ha pasado directamente estar ahí con las cámaras y demás, y mientras filmábamos empezaba a venir gente. Sobre todo en el momento en que comienzan a sonar los tambores, la gente se acerca.
– ¿Y vos no ves, por ejemplo, todo ese interés que ellos tienen en el béisbol más que como un deporte, como un orgullo nacional y un desafío hacia su vecino del norte?
Allá se juega un montón el béisbol. Yo creo que lo toman como algo propio, después obviamente de la música. Para mí todo pasa por la música y después, mucho más abajo, el béisbol. Me sorprendió la cantidad de canchas que vi, por ejemplo.
– ¿Y te habría gustado profundizar en otros temas, aun a costa de hacer menos concreto el documental? Me estoy refiriendo a cosas como la relación que Cuba ha tenido con el tabaco, la santería o la influencia de la Virgen de la Caridad de Cobre en el sentir colectivo de muchos de ellos. Eso quizá daría para otra historia distinta, ¿verdad?
Lo pensamos, pero también estaban los temas de la educación, su sistema de salud y el de enseñanza que también es bastante particular e interesante. Inicialmente todo era seguir abriendo aristas, pero hubo varias entrevistas y materiales que no utilizamos porque preferimos dejarlo en algo chiquito. Osea, la extensión es la mínima de un largo porque dura una hora, y esos otros posibles temas decidimos no ponerlos para cerrar un poco mejor la película, que no se fuera por las ramas y pudiera quedar demasiado inconclusa.
– Es también curioso que si bien vos le das al espectador una visión mucho más amplia de lo que puede significar un habitual viaje turístico a Cuba, paradójicamente la población cubana no ha tenido hasta ahora mucho acceso a ser ellos los turistas que visiten otras partes del mundo. ¿Cómo ves esa contradicción?
Bueno, hay algo que influye mucho en ellos, que es el amor a la patria y a ser cubano. En general mucha de la gente que entrevistábamos siempre nos decían que les encantaría salir, pero que volverían. Cuba les ofrece lo que se llama ‘la misión’, en la cual por ejemplo, si sos entrenador de béisbol -como uno de los personajes del film-, o sos médico, te permiten viajar. También hay mucha gente que a la primera que puede viajar, no vuelve.
Pasa que, y yo lo veo así, ellos están un poco privados de lo que es su libertad total, pero tienen otros beneficios: no ves a alguien que le falte la educación, la salud o la comida. Esas carencias no se ven, más allá de que después haya cubanos o cubanas que te pidan que les des ropa o jabón, -a los turistas que vienen-. Ahora en ese sentido está un poco más calmado, pero no les falta la comida. En España, y mucho más en Argentina, debe pasar que la gente que está en la calle no tiene para comer, ¡y Dios te libre!, que vete a saber qué vaya a pasar.
En Cuba también hay algo distinto y es que no hay inseguridad. No existe eso. Sí te pueden estafar, por boludo o gilipollas (risas), en el sentido de que no te diste cuenta de que te hacen una tramoya o te dan un billete falso, pero nadie va a venir a amenazarte con un arma o algo así. Eso se cuida un montón.
Es más, hace un tiempo, me acuerdo que estábamos ahí y habían desaparecido dos extranjeros. Toda la ciudad salió en busca de esos visitantes foráneos para saber qué pasó, para investigarlo. Y todo boca en boca, porque la inteligencia cubana y ciudadana se mueve en el boca en boca, no hay recursos tecnológicos. Es la mano obrera que funciona.
Resultó que estos extranjeros se habían ahogado en un río. Se habían agarrado con unas ramas y se terminaron anegando sin remedio. Pero en cuanto a seguridad, no pasa nada porque yo me acuerdo de ir a las cuatro de la mañana paseando por La Habana con mi guitarra en el peor barrio que se te ocurra, y no hay ningún problema, nadie te va a hacer nada, vas a estar tranquilo. Eso sí, si hay la posibilidad de que te puedan estafar, ahí sí vas a encontrar gente que se aprovecha.
– ¿Y después de esta experiencia, te apetecería seguir haciendo más documentales en Cuba?
Me quedé con ganas, sobre todo en esa especie de planta nuclear que intentó construir en el país la antigua Unión Soviética, pero que con la caída del bloque del Este eso quedó a medio camino y nunca se acabó. Yo siempre tuve ganas de ir a hacer algo ahí. Esta vez el tiempo ya no nos daba para más, porque los 45 días eran muy pocos para filmar en ese lugar también.
Igualmente nos pasaba que a los personajes que íbamos entrevistando nos quedábamos tres o cuatro días con ellos. Nos invitaban a comer, luego nos quedábamos a dormir, pasaban varios días y una vez que estábamos en confianza, ahí los entrevistábamos y evitábamos entrar en una especie de choque momentáneo. Aun así, hablar de temas de la revolución o del gobierno era muy complejo. Algo se habló por detrás de cámara, aunque ellos a veces sospechaban un poco, pero nosotros siempre intentábamos entablar buenas relaciones.
©José Luis García/Cinestel.com