«Mujer nómade», de Martín Farina; la sexualidad y la cultura patriarcal
Estrenada en Buenos Aires
Esther Díaz es una mujer que se ha ido construyendo de a poco a lo largo de toda su vida. Comenzó a escribir siendo ya bastante mayor, aunque desde 1985 hasta 2015 ocupó plaza de profesora de filosofía en la Universidad de Buenos Aires.
Con el transcurrir de los años ha estudiado distintas vertientes de las relaciones y la conducta humana como pueden ser los intereses personales, las pasiones, el afecto, los idearios colectivos o la pluralidad sexual.
El director Martín Farina ha elaborado un retrato de esta mujer tan especial y tan rica en experiencias de todo tipo y, al margen de eso, esta película funciona también como liberación para su personaje, una persona que ha andado diversos caminos, unos buenos y otros no tanto.
El documental posee partes ficcionadas que aquí se complementan mutuamente.
Y es que, la protagonista de «Mujer nómade» es una filósofa y epistemóloga que no se anda con rodeos a la hora de expresarse y sincerarse delante de la cámara, ni siquiera cuando relata los graves tragos por los que ha tenido que pasar, pero también a sabiendas de que en la tragedia griega no cabe la revolución.
También la película destila cierto trasfondo erótico que es inusual completamente en el cine. «El cuerpo tiene razones que la razón no entiende», recuerda en una de sus intervenciones esta mujer de fluido lenguaje.
Martín Farina responde las preguntas de Cinestel
– ¿Si sostengo que sos un lector de algunos libros de la protagonista y que la admiración entre ustedes es mutua, estoy en lo cierto? ¿O anduviste largo tiempo buscando a alguien tan brillante para tu siguiente película?
Nos conocimos con Esther en un programa de radio. Ella visitaba una vez al año y yo formaba parte del equipo.
Nos habremos visto unas cuatro veces hasta que intercambiamos unos mails y formalicé mi propuesta. En el programa hablamos de un modo mas íntimo que en la relación profesora-alumno, así que si bien conocía su obra y su perspectiva filosófica, personal, y también sus libros, realmente la relación de admiración particular no primo en nuestro contacto.
Ella no tenia idea de mi trabajo, hasta que le mandé unas películas por mail. Pero lo que entiendo propició nuestro acercamiento fue la confianza y el cariño que ella siente por Oscar Cuervo, el critico de cine, filosofo y conductor del programa de radio donde nos conocimos. Él fue el eslabón simbólico, digamos, para que ella me diera crédito, se anime, y acepte participar. Por mi parte, no tenía idea que podíamos hacer una película con tanta intensidad. Lo fuimos descubriendo juntos. O quizás fue que hicimos «máquina» como le gusta decir a Esther, citando al filósofo Gilles Deleuze.
– Con la salvedad de ‘La sexualidad y el poder’ (1993), es a partir de ‘El himen como obstáculo epistemológico’ (2005) cuando ella comienza a interpelarse de forma más continua sobre el sexo en su obra literaria. ¿Tanto en los libros como en la película es importante que a diferencia de los escritores jóvenes ella pueda contar cosas a partir de sus más amplias experiencias personales?
No sé si es particularmente importante. Esa es Esther. Yo nunca quise interpretarla, sino poner en la pantalla esa explosión que generan sus palabras y su vida, sus gestos, sus rituales. Todo ese universo tan particular. Esther dice que vive en estado de Parresia, que en griego significa, decir la verdad sin medir las consecuencias. Creo que la película es un poco un testimonio de esa afirmación.
El hecho de que su edad y su libertad no coincidan con el estándar de deseo que impera en el estilo de comunicación capitalista pone las cosas un poco más interesante. Porque nos saca de una moda, de un diseño de arte, o diseño de conceptos, y nos empuja a pensar seriamente.
– Y ella que probó todo tipo de sexo y drogas, dice que fue golpeada por motivos de la violencia de género. ¿Ahí fue clave para el desarrollo del documental su extraordinaria capacidad para verbalizar y transmitir toda su sabiduría de la vida?
Sí, hay una clave en su extraordinaria capacidad de trasmitir, pero no justamente en la idea de la violencia. De todas las cosas que le pasaron, la parte de violencia prácticamente no está abordada en la película. Justamente porque desde los medios hegemónicos siempre la convocan para hablar de ese tema: «una mujer golpeada se sobrepone y triunfa»; ésa es la idea mas o menos general. Eso vende, esa idea de superación es aceptada.
Pero Esther es mucho más que eso. Es algo de deseo desenfrenado, de vivir libremente en serio. Y ahí no podemos decir que Esther haya tenido tanta «buena» prensa. Eso es más difícil de aceptar, y mucho menos a los 78 años. Por eso decidí hacer foco en su deseo. Su cuerpo y su deseo.
– Pero el cine, en general no da visibilidad a historias en las que sus protagonistas de mayor edad mantengan sexo, y se empeña en ocultarlo a los ojos del espectador. ¿Hay que reivindicar películas en las que se exprese el deseo, la atracción física y el gusto por el erotismo desde los mayores?
No sé si reivindicar particularmente. A esta altura de las cosas, la gente que haga lo que quiera. Sí pienso que ver una película como «Mujer Nómade», puede permitir verdaderamente expandir algunas fronteras de la conciencia hegemonizante. Esther es una mujer que interpela a varias y muy diversas generaciones de manera particular. Eso es lo que reivindico.
– Es también elocuente que Esther Díaz está pidiendo en «Mujer Nómade» que las personas siempre deberían de buscar el amor más allá del sexo de los genitales. ¿Consideras que ella eso lo hace con algún regusto amargo debido a la historia de sí misma?
No creo que sea particularmente por un regusto amargo. Creo que Esther se ha sumergido en la investigación y experimentación de esa circunstancia. Me refiero al posporno, que es a lo que alude el hecho de ir mas allá de los genitales. Desde esa doble experiencia, intelectual y personal, Esther se ha permitido expandirse a sí misma. Y creo que ha descubierto libremente nuevas fronteras, siempre desde ese lugar creo que ella aboga por esa afirmación.
– Igualmente el documental sugiere que la promiscuidad de Díaz le pudo aportar cosas positivas al margen de algunos lados oscuros que ella misma explica, según lo va contando en el film, pero no tanto el mundo de las drogas, que probablemente es la parte más errática. ¿No crees que ella se libera de muchas cosas que cuenta al explicarlas ante la cámara? Y es que también el espectador encontrará llanto en este film.
Seguramente ella no ha tenido un control premeditado de todo lo que decidió contar en el film. Nadie puede tener el control de todo. La diferencia es que algunos toman demasiados recaudos, y otros se entregan, con cierto estilo «maradoniano» como nos gusta decir a nosotros. Asumen riesgos importantes, se ponen en juego. Eso es parte de la riqueza del film.
Esther se entregó a la aventura, como dije antes, en un estado de parresia. Esto la dejó al borde de un abismo, porque debía confiar en mí. Asumió riesgos muy grandes respecto de su imagen.
Quiero decir, Esther se ha permitido convertirse en personaje y vivir el proceso de actuar de sí misma, en un estado de parresia. Sin medir las consecuencias. Esto por momentos desconcierta, y nos deja parados en un límite. Es un límite peligroso. Porque creo que el deseo y la muerte son parte de esos impulsos que motivan al personaje y al film. De lo que podemos estar seguros, es que será difícil ser indiferentes. Y seguramente ver la película nos transforme de algún modo.
©José Luis García/Cinestel.com