“El Despenador”, de Miguel Kohan; un abrazo controvertido (entrevista)
Estreno en Buenos Aires
En la zona de La Puna, dentro de la provincia de Jujuy, todavía hay quien cree en una especie de leyenda ancestral que viene a decir que aquellas personas enfermas que se hallan en un proceso terminal podrían contagiar la muerte a través del aliento. Tanto es así que la rumorología popular se refiere a un personaje mitológico, “El Despenador”, que es quien le da título a esta película de ficción en la cual Raymundo, un antropólogo, se lanza a la ruta para investigar algunos detalles más de este singular personaje.
El cineasta argentino Miguel Kohan incursiona con este séptimo largometraje en el terreno de la ficción por primera vez, y lo hace con el trasfondo de esa idea arraigada en la comunidad que implicaría que cualquier familia habría convocado al Despenador para darle un abrazo mortal a quien agoniza durante mucho tiempo y no se muere.
Rubén Fleita y una chica muy joven, Wara Calpanchay, que brevemente cuenta algo que le pasó a un amiguito suyo son los únicos actores, ya que el resto de intérpretes son personas naturales haciendo de sí mismos, algo que Kohan domina a la perfección por sus notables trabajos documentales anteriores. Por otro lado, este director trazó un minucioso trabajo previo de investigación acerca de cómo trabajan los antropólogos y de qué manera acceden al saber de la vida humana y sus prejuicios, siempre dentro de su propia subjetividad, lo cual tiene muchas similitudes con respecto al trabajo de quien hace cine documental.
Jujuy es una provincia que está brindando mucho apoyo al cine. Miguel Kohan ha dado muchos seminarios allá, en Escuelas rurales de La Puna, y además no suele faltar en el Festival de Cine de las Alturas, que es una muestra de cine regional en la que participan cineastas de Bolivia, Chile, Argentina, Perú, Colombia o Ecuador, los cuales comparten espacios pertenecientes a esa zona andina.
– Miguel, siendo vos conocido como documentalista, ahora metido en la ficción, creo que el espectador se podría llegar a preguntar: ¿Es eso de verdad una leyenda o no será que algo parecido ocurrió en la realidad y de ahí se extrajo esta especie de mito?
Claro, es una muy buena pregunta. Yo te respondería dos cosas: una es que si podemos saber si es real o no. Podemos dudar de la realidad -y más hoy en día en muchas cosas-, pues todo esto está en cuestionamiento en el momento en que vivimos, donde hay inteligencia artificial, hay fake news,… es un lío la realidad. Pero, como segunda idea, sí te puedo decir lo que yo siento de este personaje y de su verosimilitud, pues de acuerdo a lo que yo leí e investigué yo creo que sí que existió, y digo esto porque conozco un poco la zona, lo que es el mundo andino, la cosmovisión que ellos tienen de la vida y de la muerte,…
Uno a veces se pregunta eso porque para nuestro modo de vida occidental, eso es drástico, pero para ellos, que están rodeados de una geografía y de una altitud, eso es orgánico para este personaje y la cultura a la cual pertenece. Y yo creo que si es real o no, no sé si importa tanto. Lo que sí importa es que en muy pocos textos, existió, y eso nos deja muchos planteamientos o interrogantes interesantes para repensarnos como seres humanos en una sociedad o en una reflexión sobre la vida o la muerte.
– Que yo sepa, hay algunas aves como son las palomas que cuando ven que uno de los miembros de su comunidad agoniza sin visos de recuperación, lo ayudan a morir presionando su cuerpo para que deje de sufrir. ¿Puede ser que esa creencia de Jujuy históricamente esté basada en esa observación?
Efectivamente, pueden haberlo copiado de la naturaleza. Es una buena referencia. Está muy bien y es un muy interesante aporte.
– Y en “El Despenador” la ruta también es protagonista. ¿Te apetecía hacer una película con alguien que se desplaza por esa vía de transporte?
Más que la ruta lo que me atrae es el entorno, el contexto, porque me parece que para entender al Despenador hay que acercarse al lugar, pero no desde una mirada turística o de contemplación exótica, sino que mi esfuerzo fue tratar de compenetrarme con ese contexto para poder adentrarnos en el escenario visual de este personaje.
O sea que sí, respondiendo a tu pregunta, la ruta es una protagonista y el lugar a donde nos lleva ese camino.
– E igualmente tomaste la decisión de incluir en algunas partes de la película la voz en off de Raymundo, su protagonista. ¿Fue ésa una decisión arriesgada que tuviste que pensártela mucho mientras hacías el guion?
La verdad es que sobre eso no dudé porque siempre pensé que la película merecía ser hablada de esa manera. Lo que sí me llevó mucho trabajo fue encontrarle el tono al antropólogo, y hay una pregunta básica que me hice y fue la de tratar de definir qué es la voz en off y por qué se le dice así. Para mí es una voz en on. ¡No está tan off! Y buscarle el on al off me llevó a un trabajo enorme con el actor para darle forma y que fuera una voz actoral que tuviera magnitud y que reflejara a un tipo atravesado por un duelo, además, uniéndolo a su profesión. Es decir, busqué una voz que tuviera una cadencia casi musical con la película y que estuviera en diálogo con esa misma música que incluimos en el montaje.
– Hay música, hay también partes de rituales religiosos reales, hay presencia de llamas, de ovejas, de cabras… Todo lo rodaste en espacios y rituales reales y luego los incorporaste a la ficción. ¿No es así?
Eso es una de las cosas que más gratificación me dio de todo el rodaje, porque no es fácil ser parte de esos rituales, pero yo me sentí incluido en todo ese entorno tan íntimo. Esos rituales, para que se entienda un poco mejor, transcurren en una zona que se llama La Puna que está a 3.500 metros de altura, donde hay caseríos muy chicos, y son rituales casi familiares, pues ahí van las familias y amigos. De hecho en ese lugar todos son familiares, tíos, sobrinos,… aunque no sean directos, porque es una gran familia La Puna.
Eso está muy unido al sincretismo, donde se mezcla el catolicismo con las religiones ancestrales. Por eso la virgen la tiene alguien en su casa y ahí está desde hace cien años. Entonces, ingresar a ese mundo de la manera como lo hicimos, yo diría que fue un golazo para la película, no en un sentido de intromisión sino de la alegría de haber sido incluido y que podamos observar y trabajar a la par con el actor.
– Y otro personaje más de la película es el Chevrolet 400 de 1963 que conduce el protagonista. ¿Es porque ese auto te recuerda a películas que te han gustado, o lo incluiste por otro motivo?
No, mirá, lo que pasa es que yo tengo cosas así, ¿ves? (me enseña una maqueta de un Bambi Microcupé de 1962 que tiene en su departamento). Me encantan los autos y además el Chevrolet ese que viste en la película también es un auto en un punto muy argentino, muy usado en una época, con su color,… fue el casting más difícil el del auto, porque además ese vehículo tenía muchos problemas mecánicos y fue una odisea el poder avanzar en el rodaje convenientemente, ya que el auto se descomponía cada dos por tres, pero a medida que íbamos rodando más y más, cada vez andaba mejor.
Y por otro lado, ese Chevrolet también formaba parte del perfil del personaje, porque para mí que se merecía un auto así. Y esa fue un poco la idea.
– ¿Y también quisiste rodar algo que estuviera directamente ligado a Jujuy?
Sí, yo la filmé ahí porque mi primer película se llama “Salinas Grandes” y transcurría en Jujuy. Fue durante ese rodaje que me enteré de la existencia de El Despenador, asumiendo que en realidad es un personaje andino y Salinas Grandes está al lado de los Andes. Así que posteriormente me puse a investigar sobre este otro tema.
©José Luis García/Cinestel.com