“Hacer la vida”, de Alejandra Marino; gente que no se rinde dócilmente

Estreno en Argentina
Si hay algún lugar en el que suele ser asombroso cómo la realidad supera muchas veces a la ficción, ese sería sin lugar a dudas cualquier comunidad de vecinos, esté en la ciudad que esté. En ese territorio de convivencia, existen historias que bien dan oportunidades para cualquier película.
Alejandra Marino (Franzie, El sexo de las madres,…) enfoca en “Hacer la vida” un relato coral en el cual se entrelazan los deseos íntimos más ocultos con la vida cotidiana y mundana de sus personajes.
En un edificio antiguo de Buenos Aires encontramos desde una mujer que quiere ser madre a toda costa, pasando por otra que está agobiada mientras busca trabajo y cuida a su hijo, y llegando hasta un hombre que esconde su sadomasoquismo.
La directora ha buscado abiertamente que el relato sea convincente, a pesar de lo estrambóticas que puedan parecer estas situaciones.
“Sé que las historias corales son un desafío y con esta película tuve muchas ganas de contarlas, de tomar la menor distancia posible y generar emoción. Porque lo cotidiano es complejo, es rico para contar” -explica Marino-.
– “Hacer la vida” trata de personas que creen que no tienen oportunidades en la vida, pero abandonas el tipo de humor que aparecía en “Franzie”. ¿Aquí has querido ser algo más realista, quizá pensando que la soledad tal vez no hace tanta gracia?
Es una buena pregunta que me hace pensar en la sustancia de los personajes de esta película. Porque ellos construyen la soledad en la convivencia y la gracia surge cuando la soledad no es impuesta. Entonces el humor aparece cuando los personajes se vinculan con personas desconocidas como por ejemplo entre La Rusa y Mercedes que ni siquiera comparten idioma, o entre Lucy y Gustavo cuando conectan deseo y placer. Cuando escribí esta película observaba mucho a las personas que vivían en el mismo edificio, pared de por medio, lo poco que sabía de ellas y lo mucho que podía imaginar.

Alejandra Marino, directora de “Hacer la vida”
– Vista en perspectiva, la película parece como la cosmovisión de un vecindario con sus historias urbanas de frustración, malas condiciones laborales y ocultación de secretos íntimos. ¿Quisiste mostrar que no se está solo en la desesperación o que vivir en comunidad es a veces muy complejo?
Tu pregunta me recuerda una frase de Cortázar que impulso el guión de esta película: “Adiós a lo cotidiano, adiós a lo más querido de la costumbre”. Porque estos personajes urbanos que tienen en común la necesidad y el deseo, no se rinden dócilmente, no se acomodan al rol de víctimas. Entonces encuentran impulso en los nuevos vínculos. Porque ¿dónde van los deseos cuando no se concretan de la forma soñada? No puede ser que simplemente mueran. Un sueño parece imposible o agotado y estos personajes descubren un atisbo en el azar, en un error, en un espacio vacío, para encontrar un lugar en el mundo, no sé si de la manera en la que estábamos acostumbrados. Sino un lugar que pueda transformarse, correrse, pero que sea contenedor en los afectos. Por ejemplo cuando la bailarina clásica, con toda frustración, llega a esa troup donde se mezclan artistas de circo, transformistas, etc., en elles encuentra el lugar de lucir y ser reconocida.
– Y nuevamente sitúas a la gran Victoria Carreras en un papel relacionado con la maternidad. ¿Es por una tozudez tuya o es que ella se siente cómoda en ese rol profesional?
Con Victoria tenemos una productiva historia de trabajo juntas y sé que a ella la entusiasman los desafíos de composición. La maternidad deseada y no deseada, es uno de los conflictos de esta película. Su personaje es una mujer que ha contenido ese deseo para que ya no le duela. Y esa tensión explota de la peor manera. La convoqué porque tengo confianza en su entrega. Victoria construyó a su Mónica sólida y delicadamente. Era difícil porque su personaje toma decisiones tremendas y hasta crueles, sin embargo logra que empaticemos con ella porque nos conmueve con su humanidad.
– Teniendo en cuenta que el film parece un conjunto de mundos y espacios que se renuevan, ¿te planteaste este relato coral a partir de algunas historias reales que ya conocías?
Cada una de las historias tuvo un punto de partida en la vida real. Luego se fueron construyendo en la piel de los personajes, transformándose y resolviéndose en su propia dinámica. La Rusa, está basada en una inmigrante ucraniana que entrevisté para un proyecto documental. Lucy queriéndose liberar de su madre Luisa, su búsqueda de trabajo y su físico no hegemónico, son puntas que siento muy cercanas a mí misma. Luego el joven arquitecto abúlico que se activa con las prendas de su mujer o el deseo oculto del zapatero, surgieron de lecturas de noticias. Es que como guionista siempre ando cazando historias.
– ¿Pero no crees que a veces hay gente demasiado prejuiciosa, especialmente entre los vecindarios?
En el edificio donde se desatan las historias de “Hacer la Vida”, también corren los prejuicios. De hecho La Rusa vive en una boardilla y cuando acude por la noche al encuentro de Lorenzo, se oculta en las sombras. Tal vez nadie sabe nada de lo que le pasa al otro, por prejuicio, porque no lo puede acomodar a “como debería ser o verse”. Quizás alcanzamos un deseo cuando logramos romper con esos prejuicios, no solo los que tenemos hacia los demás, sino los que tensionan dentro nuestro.
©José Luis García/Cinestel.com