«Hitchcock» de Sacha Gervasi, en favor de la libertad creativa

Alfred Hitchcock retrataba en sus películas el misterio, el caos, el peligro y la perversidad, motivo más que suficiente para bucear dentro de su vida personal e intentar conocer algo más acerca de sus interioridades.
Sacha Gervasi propone como método de acercamiento, el análisis de los problemas que encontró para poder financiar «Psicosis» y la especial relación que tenía con su esposa, Alma Reville, que se basaba en un vínculo de mutua dependencia por encima de las demás cosas.
Lo primero que hay que aclarar es que «Hitchcock» no es una película de terror y tampoco es un filme biográfico sobre el estupendo cineasta, uno de los grandes maestros del género, sino que nos habla de unas relaciones personales complejas, de los insustanciales e ineficaces requerimientos de la censura impuesta por un comité de control cinematográfico y, sobre todo, de la necesidad de preservar la libertad creativa.
La influencia de Alma Reville (Hellen Mirren) resultaba siempre determinante en la construcción de los guiones de su esposo pero la relación entre ambos no era del todo plena, pues era muy intensa en el terreno profesional donde los dos sentían admiración mutua pero muy poco extendida en el terreno de los afectos, lo que hizo que tanto ella como él los buscaran por fuera del matrimonio.
La conocida obsesión de Hitchcock (Anthony Hopkins) por las mujeres rubias aparece en la película y denota su personalidad reprimida provocada por unos padres excesivamente estrictos en algunas normas pero absolutamente nada interesados en el terreno afectivo, tenderos de profesión y rigurosos católicos, que jamás respetaron las emociones de su hijo desde la más temprana infancia, que es cuando las personas construimos las bases de nuestra personalidad, teniendo un concepto totalmente erróneo de lo que es la paternidad.
Hopkins le da a su personaje una voz impostada con la tradicional flema británica. Ese ritmo calmado e impasible suele poner nerviosos a muchos norteamericanos que tampoco comprenden el típico humor irónico británico.
Esta realidad juega en contra de una aceptación masiva del film en los Estados Unidos pero le hace un favor al cine porque si escuchamos o vemos vídeos de entrevistas al cineasta comprobaremos que hablaba así, de esa manera.
François Truffaut, excelente periodista y cineasta, lo entrevistó durante más de 50 horas y tiempo después destacaba sobre Hitchcock que «lo que intriga es la paradoja entre el fuego interno y la superficie fría». En algunos momentos del film de Gervasi se aprecian esos sobresaltos, esos estallidos de personalidad que a veces le ocurrían por enfados y que solían ser mucho más intensos de lo que se ve en la película, según explican quienes los tuvieron que padecer.
«Hitchcock» es una película cuyo título posiblemente debería de haber sido otro porque habla sobre una acotada selección de temas que afectaron al cineasta sin profundizar en demasía en ellos, salvo en el caso de las dificultades para financiar «Psicosis» y el empecinamiento del comité de censores en impedir la famosa escena de la ducha, una de las más memorables del cine.
Dejando aparte la compleja caracterización del personaje principal que sin duda se topará con opiniones encontradas, muchas de ellas en contra por el tipo de personalidad que refleja, destacan las interpretaciones de Hellen Mirren con un personaje mucho más humano y cercano y especialmente la Janet Leigh interpretada por Scarlett Johansson en un buen trabajo, que se muestra divertida, sexy y guía y que, siendo rubia, fue capaz de acercarse a Hitchcock de una forma bastante más cercana a la amistad.
Sacha Gervasi ha rodado una película poco ambiciosa, delimitada a temas muy concretos de ese corto periodo en un hombre que vivió 81 años, pero con un claro mensaje en favor de una libertad creativa sin limitaciones de productores.
©José Luis García/Cinestel.com (fotos, Twentieth Century Fox)