«La Casa» de Gustavo Fontán, ¿cómo se mira un espacio vacío?

Hay cosas que están mucho más presentes en nuestras vidas de lo que nos pensamos. Nuestra relación con los objetos cotidianos que manejamos cobra cierto interés sentimental y lo mismo sucede con aquellos rincones íntimos en los que hemos pasado momentos intensamente agradables a veces en soledad y a veces compartidos con nuestros seres queridos mezclados con otros momentos sobrios, irrelevantes o de tristeza contenida.
Gustavo Fontán estimula con esta obra la evocación de recuerdos de nuestro pasado y lo hace en una casa de Banfield en la que habitaron varias generaciones y aparentemente ya no vive nadie. Pero si uno agudiza el oído y la mirada, escucha y ve. Ve las huellas casi fantasmales de aquellos que la habitaron. Persisten las voces, los cuerpos, las luces y las sombras. Cuando la casa es desmantelada para su demolición las presencias se hacen más notables.
El film forma parte de la trilogía de El Ciclo de la Casa. Afirma el realizador que «El Árbol y Elegía de Abril estuvieron pensadas desde un principio como las dos primeras de una serie de tres películas que, de algún modo, conforman un movimiento. La Casa es la que completa la trilogía. El movimiento está concebido como una paulatina desaparición de los personajes y por el rastreo de la inscripción que deja o ha dejado su habitar un espacio».
«En El Árbol el tiempo se visibiliza en la naturaleza. Los personajes observan, con conciencia o no, la mueca de la muerte. En ‘Elegía de Abril’, la naturaleza ha desaparecido; quedan los objetos en los cajones, los reflejos. Los personajes habitan su propia fuga.
En La Casa ya no están los personajes. Sobreviven las huellas, las sombras».
David Oubiña, doctor en Letras por la Universidad de Buenos Aires consideraba que los filmes de Fontán «recuperan esa capacidad asombrosa que posee la mirada de los niños para ver todo otra vez», por eso es necesario observar estas obras sin una visión prejuiciosa. El milagro lo hace la mirada. (cba/rbc)