Explorando mundos; «La ilusión de Noemí» de Claudio Remedi
Estreno en Buenos Aires el jueves 23 de junio.
Claudio Remedi es un conocido documentalista argentino que ha sabido en «La ilusión de Noemí» derivar su amplia experiencia hacia la ficción, en una película encantadora que revela intereses y conflictos que son comunes a la época de la infancia. Todo tiene sentido a partir del punto en que Sergio y Noemí, dos niños de 11 años, son grandes amigos y compañeros de la escuela, mientras que ambos tienen historias personales cercanas en algunos puntos y alejadas en otros.
El filme contiene un relato que puede gustar tanto a público adulto como al infantil, al estar conectado a una época difícil pero reconocible. Noemí vive con su padre porque su madre falleció muy joven. Sergio es hijo de padres separados y convive con la madre. Cada uno de ellos tiene distintas pugnas familiares y caracteres desiguales que se complementan.
Quién no se puso a experimentar siendo chico después de la visita a un museo con los compañeros del colegio. A los protagonistas del filme les sucede lo mismo, que juegan a ser arqueólogos en búsqueda de fósiles, al tiempo que los adultos lidian con sus complejas luchas y una tía abuela de Noemí busca separarla del padre. Como muy bien especifica la sinopsis, «mientras el mundo adulto intenta resolver problemas, el territorio de los chicos, sus casas, la costa del río, la escuela, se transforman en escenarios de sus sueños y complicidades».
Tal vez, si algunos misterios de la vida los contuviera una caja y estuviesen ocultos dentro de ella, todo sería más fácil. Pero la realidad es que muchas veces se hace imposible abrir esa estructura para ver qué es lo que hay adentro. Sergio Boris, Licia Tizziani y María Inés Aldaburu se suman al debut de los jóvenes Martina Horak y Joaquín Remedi.
Claudio Remedi, director de «La ilusión de Noemí», responde las preguntas de Cinestel:
– ¿Por qué eligió una historia atemporal que cuando menos huye de condimentos actuales?
Mi trayectoria está relacionada con la realización de documentales. A lo largo de los últimos años las temáticas de mis películas abordaron el mundo del trabajo, la problemática de la desocupación, la resistencia durante la última dictadura militar, los pueblos originarios y su recuperación de la identidad,… El documental es muy creativo, es una forma de cine que tiene muchos modos de expresarse, pero a la vez su narrativa está ceñida al campo de lo real: uno debe investigar y ser fiel a la investigación del tema.
En «La ilusión de Noemí», al tratarse de una ficción, puedo crear un mundo propio, cuyos condimentos quizás tienen algunos anclajes con la actualidad y otros hacen referencia a otra época, sin duda ligada a mi propia infancia. Lo que me atrae de este mundo ficcional es que además es un mundo posible, donde los personajes pelean por ser dignos, pelean por lograr espacios de libertad.
Es curioso como también la película se resignifica en el momento actual: Hay fuerzas que se oponen a los protagonistas, que tienen proyectos sencillos y a la vez profundos. La madre de Sergio, el amiguito de Noemí, debe soportar la humillación en el trabajo, hasta que finalmente se rebela, pero no con ánimo de tirar todo por la borda, sino más bien en la búsqueda de cambiar las propias condiciones de su trabajo.
En ese contexto los chicos viven sus ilusiones, en su mundo -y aquí podría decirse también «atemporal»- donde no existe la tecnología para jugar, no está ni la play ni los celulares, ni siquiera los fichines. Su mundo se constituye por los espacios abiertos, por los juegos donde hay tesoros escondidos, donde hay posibilidades de ocupar el espacio público y transitarlo.
– Me llamó la atención ese reloj plegable que se ve, un modelo bastante antiguo. Parece como si se quisiera guardar el tiempo ahí metafóricamente. ¿Lo incluyó por referencias al pasado de usted?
Sí, el reloj se relaciona con mi pasado, los relojes plegables, a cuerda, que guardan la fascinación por lo pequeño, lo transportable. Es como pensar -salvando las distancias- en cómo nos atraían a los chicos de mi generación los dispositivos que tenían los protagonistas de las antiguas películas de 007. Por otro lado el reloj lo descubre Noemí, es parte del pasado de su madre que no está, y cuando Noemí lo toma y le da cuerda, el tiempo no sólo resuena en un tic-tac sino también en una atmósfera de juego, risas… Atmósfera sonora que da cuenta de una infancia imaginada por la protagonista.
– ¿Y la tía abuela de la niña encarnaría al conservadurismo más radical?
Hay una encarnación del deber ser por parte de la tía abuela de Noemí. Es otro antagonista que se vale de una moral cristiana para educarla y para refrescarle su rol femenino a cada momento. La tía abuela es un personaje por momentos grotesco; en definitiva su obsesión mística la recluye en la soledad y en una cierta impotencia en relación de poder manejar los destinos de Noemí.
– «La Ilusión de Noemí» está dedicada a todos los que sueñan con otro horizonte. ¿Por qué se animó a hacer esa dedicatoria?
Me gustan las películas en donde los personajes rompen sus propias fronteras, donde en la narrativa se respira libertad y uno sale del cine con una bocanada de aire fresco, como con una pastilla de mentol bien fuerte en el paladar. A esos soñadores y soñadoras, a aquellos que trabajan y luchan por un destino diferente, es que está dedicada la película.
– Yo pienso que el documental es una buena escuela para comprender algunos mecanismos del cine, pero hay gente que no lo cree así. ¿Qué opina usted al respecto?
El documental rompe estereotipos. Porque vas al campo a charlar con la gente, a compartir su vida, a establecer relaciones que permiten que la cámara ingrese a su mundo. Entonces, más que la construcción de un verosímil se busca la construcción de la autenticidad, en los testimonios, en los registros de acciones cotidianas, en los pequeños gestos. Eso infiere en la puesta en escena de ficción con el trabajo con los actores. Por otra parte, el documental es una gran escuela para el montaje cinematográfico, claramente el montaje es la gramática y el ritmo del film y permite expresarte sensorialmente. Ahí es que el documental nutre a la ficción, como así también la ficción nutre al campo documental.
©José Luis García/Cinestel.com