Entrevista a Pablo César sobre su película «Los Dioses de Agua»

Lleva toda su vida dedicado a contar historias, pues a los seis años comenzó a proyectar historietas propias y a los diez escribía e imprimía su primer boletín en la escuela primaria. Pablo César es un cineasta argentino abierto al conocimiento intercultural y a que se conozcan factores del pasado que han contribuido a lo que hoy somos y que con frecuencia han pasado demasiado desapercibidos, pese a que haya bibliografía al respecto. El mundo siempre ha vivido influenciado por la mezcla de culturas y por cuestionamientos constantes acerca de cómo comenzó todo. Existen teorías acerca del surgimiento de la vida en la Tierra que en África se han ido transmitiendo por vía oral. El protagonista de «Los Dioses de Agua» es un antropólogo que va en busca de ellas en un viaje interior y exterior.
Hermes (Juan Palomino) es un profesional que inspirado en la investigación del etnólogo francés Marcel Griaule, prepara su primera obra de teatro. Fascinado por los conocimientos ancestrales de las etnias Dogón y Tchokwe, Hermes sueña con recuperar la información acerca del posible origen del hombre creado por seres anfibios procedentes de otros lugares del universo. Con la ayuda de Oko, un joven angoleño quien se encuentra en Buenos Aires estudiando sobre lo que sucedió con los afrodescendientes en la época posterior a la colonia, Ayelen (Charo Bogarín), la actriz de su obra teatral quien pertenece a la etnia Qôm, y Esteban, un egiptólogo estudioso de los conocimientos de los pueblos africanos (encarnado por Boy Olmi), Hermes viaja a Angola atravesando el río Kwanza en la búsqueda de los últimos sabios con el afán de obtener de ellos alguna respuesta.
César comenzó a hacer cine a la edad de 13 años cuando su hermano mayor José María, quien era realizador de cortometrajes, le regaló una cámara de Super 8mm y le enseñó las primeras técnicas para filmar. Pablo César ofrece en «Los Dioses de Agua» un relato en coproducción con Angola y Etiopía que comienza con los estudios del antropólogo Hermes en la provincia norteña argentina de Formosa sobre los telares de las comunidades Qôm, sigue en Buenos Aires y llega hasta el continente africano en una historia que dura casi dos horas, contada con buen sentido del ritmo narrativo y tan ambiciosa en su puesta en escena que acaba con algunos efectos de imagen y sonido sobre lo místico y lo mitológico.
El filme cuenta con la presentación de los actores angoleños Onésimo De Carvalho y Jovania Da Costa. El noveno largometraje de César (quinto en África) fue rodado en fílmico, que además de devolvernos ciertas texturas propias de ese formato, según el realizador no es más caro que el digital, aunque el producto final esté disponible para cines en este más reciente sistema, aunque César no entiende por qué estuvieron tan apurados en enterrar tan rápido la película emulsiva. Paulo Pécora fue el encargado de rodar una suerte de diario de rodaje que viene a complementar lo visto en la ficción.
Pablo César responde a nuestras preguntas en entrevista para Cinestel:
– ¿El personaje de Hermes refleja el querer saber, la necesidad de conocer?
Sí. En realidad toda la información que hay en la película existe antes del guión. Lo que hicimos con la co-guionista Liliana Nadal fue crear una historia de ficción de este antropólogo que quiere hacer una obra de teatro, con todos los elementos para poder transmitir esta información que inclusive daría lugar para algún documental, pero la idea era transmitirlo desde una aventura ficcionada para comprender que la información existe pero que si está probada o no ya es otro tema.
Hay muchas etnias africanas que han transmitido de manera oral sus conocimientos y han sorprendido a algunos astrónomos y científicos en la actualidad que no sabían que ellos conocían estas cosas.
– Igualmente vemos en la película a un emigrante de color en Buenos Aires que trata de indagar en las raíces que su comunidad dejó en el país, y hay alguna alusión a los esclavos negros que pasaron desde Brasil a la Argentina. ¿Se había hecho estudios en Buenos Aires sobre estos asuntos?
Sí, ahora más que antes, pero durante muchos años ese fue un tema totalmente negado en los libros de Historia en Argentina. Hay una obra de Néstor Ortiz Oderigo, quien murió en el total anonimato, que consta de tres libros y uno de ellos es un diccionario de africanismos en el castellano del Río de la Plata, otro es un esquema de la música afroamericana argentina, y un tercero se titula Latitudes Africanas del Tango.
Todo esto fue un proceso muy complejo y en este tema la gente piensa que nunca hubo negros en Argentina cuando lo que se hizo fue intentar construir un país de blancos, por eso el personaje de Hermes que interpreta Juan Palomino es también una manifestación mía de decir que los argentinos no son como nos lo muestra la televisión y el cine argentino, sino que eso es una parte de la realidad. De hecho, los porteños pronunciamos la doble ele como una «SH» o como una «CH» a la hora de decir por ejemplo la palabra lluvia, y esa es la impronta del afrodescendiente en nuestro vocabulario del día a día que tras pasar por Brasil, en portugués estas expresiones comienzan por CH (chuva). En otras provincias de Argentina esa doble ele la pronuncian parecido al resto de hispanohablantes.
Igualmente, la mayoría de la población argentina tiene características fisiológicas como las de Juan Palomino y no como las mías, pero se ha hecho una televisión blanca, un cine blanco, un poder blanco. Esta es una realidad que le ha pasado a Chile y Argentina, y un poco a Uruguay, aunque hayan respetado algo más las culturas del candomblé y los carnavales, cuando en nuestro país estos últimos, la llamada murga, estuvieron prohibidos.
– A Juan Palomino lo solemos ver en algunas películas, pero no tanto a Boy Olmi que parece que está más relacionado con otros escenarios. ¿Ambos están trabajando en diferentes medios artísticos?
Últimamente sí que Juan ha estado más en la pantalla cinematográfica que Boy, pero Olmi ha hecho más televisión también como actor y ha dirigido filmes, es director de cine, y creo que ha hecho unas tres películas entre documental y ficción. Boy es muy multifacético y ahora es muy conocido en la televisión porque estuvo haciendo un programa. Es un hombre que viene haciendo carrera y yo lo conozco desde chico, íbamos a un mismo club aunque él es mayor que yo, y su papá que actuaba en los café concert de bares contando chistes, intervino en uno de los primeros cortos que hice en Super8 milímetros y a él también se lo denominaba Boy Olmi.
– «Los Dioses de Agua» contiene algunas partes con fondos musicales asociados a la temática que trata. ¿Cómo los elegisteis?
Hay dos tipos de música en la película, casi toda es étnica pero hay una parte que está compuesta por la banda de sonido de Hyperborei que la forman dos artistas llamados Gabriel Carbone y Fernando Sande, y que habían leído el guión y vieron la película previamente para armar los climas escena por escena en correspondencia al argumento. Procuramos una fusión con ciertos instrumentos modernos para que no fuera un étnico puro como hacía Peter Gabriel en el sello World Music. También usamos registros musicales reales del pueblo Dogón tomados hace décadas en un vinilo, y después hay otro punto importante que es la presencia de Charo Bogarín que es una gran artista y canta en la banda Tonolec haciendo fusiones de canciones en las lenguas del norte argentino Wichí y Qôm, usando también algunos instrumentos étnicos tradicionales y modernos.
– La película está también rodada en Angola y Etiopía. ¿Cómo fueron los permisos de rodaje y la estadía allí?
Fue una coproducción de Argentina con esos dos países, en Angola con el gobierno de allá en la que participó el Instituto Angolano de Cinema, y en Etiopía fue una coproducción privada porque por el momento el gobierno no da apoyo a las producciones cinematográficas. La película ha llegado a las autoridades del país, pero en Etiopía consideran que el ir al cine es sólo un entretenimiento para una élite. Todavía están en ese pensamiento.
En Angola tuve que hacer como tres viajes antes de rodar para poder conseguir el apoyo. Fíjate que Angola es uno de los países más caros del mundo y su capital Luanda es la ciudad más costosa del planeta. Si ponés en Internet cuál es la ciudad más cara del mundo, aparece Luanda. Esto se debe a muchos factores, pero principalmente a que luego de quedar devastados de una guerra fratricida entre hermanos de casi 29 años que enfrentaba al UNITA y al MPLA y que acabó en el 2003, en el 2006 encuentran docenas de yacimientos petroleros y de ahí obtuvieron una riqueza económica de un día para el otro.
Sin su apoyo yo no hubiera podido filmar la película. Hay países en que hubiera podido arreglarme con un poco de apoyo logístico y algo de dinero, pero acá los sueldos de los técnicos de Angola eran más altos que los nuestros y un hotel de 3 o 4 estrellas no baja de los 300 o 400 dólares diarios. No hay hoteles de más baja categoría y no iríamos tampoco ni por ellos ni por nosotros. Entonces, el ministerio de cultura de Angola invirtió 300.000 euros en la película, de los que la mayor parte se gastó allá en Angola.
– Hay un valor añadido en «Los Dioses de Agua» que también me sorprendió al ver la película y es la cuidada y en algunos momentos deliciosa fotografía. ¿Quién se encargó de este apartado dentro del equipo?
Es un talentoso argentino-español que vive en Madrid y se llama Carlos Ferro. Anteriormente había vivido en Argentina y lo conozco desde hace muchísimo tiempo por haber sido ayudante de cámara en mi primer largometraje, «La Sagrada Familia» en 1987, y luego cuando yo tuve que hacer unas retomas en la película «Afrodita, el jardín de los perfumes», él hizo la fotografía y cámara de lo que había que hacer porque cuando rodé esa película, volviendo a la Argentina una valija conteniendo material filmado y virgen nunca llegó, y desde el año 98 hasta hoy no supimos nada. Entonces tuvimos que ir a la localidad de Tombuktú para volver a filmar una caravana y el director de fotografía Carlos Essmann no podía volver a ir, por eso él me sugirió llevar a Carlos Ferro y fue quien se encargó de las imágenes del comienzo y el final del filme.
A partir de ahí siempre quedamos en contacto. Él hizo la fotografía de algunos filmes españoles, y para esta película me aconsejó que ameritaba hacerla con lentes anamórficos en formato Scope para que tuviera ese impacto visual que en cine se ve de una delicia. A partir de ese instante empecé a pensar en cómo hacer los planos teniendo la posibilidad del filmar de esta manera.
– En la parte final hay unas imágenes y efectos relacionados con los obeliscos. ¿Eso en verdad existe donde rodasteis?
En parte, porque hemos rodado en una ciudad etíope que se llama Axum y que es un paraíso de obeliscos. Hay una decena de obeliscos e incluso hay uno que lo devolvieron desde el exterior y cuando lo trataron de poner de la misma manera que lo pusieron los antiguos egipcios, hubo un movimiento sísmico, se cayó y se rompió. De hecho, aparece en la película en un momento en que el personaje de Hermes está tirado en el pasto y hay un joven que con una sombrilla de etiopies le tapa la cara. Realmente ese lugar es como si hubiera un centro cultural de obeliscos de la antigüedad. Ahí están hechos todos de una sola piedra y tras haber hecho un viaje de exploración previo, yo quería filmar ahí, igual que en Lalibela que es donde están los once templos construidos cavando bajo tierra que es roca volcánica. Desde ahí hicieron el edificio, desde la base de la tierra hacia abajo, y si una persona caminara en la noche caería. No sé si era una manera de proteger al igual que antes a los castillos les ponían agua y cocodrilos.
©José Luis García/Cinestel.com