“Occidente”; el regreso a la esencia del cine de Jorge Acebo Canedo
Estrenada en España
¡Qué importa que la vida perezca si se salva la verdad!, dice el subtítulo que figura en la promoción de la película “Occidente”, primer trabajo como director del tarraconense nacido en Francia, Jorge Acebo Canedo, quien tras haber terminado dos cortos previamente, ahora se lanza al terreno del largometraje con esta arriesgada historia que sin embargo deja un profundo poso en todos aquellos amantes del cine que la vean.
Un hombre y una mujer han crecido y viven rodeados de grandes industrias y aspiran a alcanzar la libertad en un mundo sobre el que creen que pretende anularlos y donde el arte ha desaparecido.
“La libertad es solo posible si nos hacemos conscientes de nuestros deseos y de lo que somos”, -asegura el realizador de este romántico y también provocativo thriller crepuscular-.
El protagonista de este filme ha puesto como excusa la filmación de una película para, en realidad, volverse a reunir con la mujer de su vida, una joven alienada junto a la cual pretenderá huir a partir del momento en que ella se dé cuenta de lo importante que sería que empezara a pensar por sí misma.
Acebo Canedo quiso tener todo muy controlado desde el inicio, incluido los actores que han seguido a rajatabla las instrucciones emanadas del guion pensado y escrito por el director, entre cuyos intérpretes se hallan Francesc Garrido, Paula Bertolín, Mario Gas, Isak Férriz y el argentino radicado en Barcelona desde hace muchos años, Gonzalo Cunill.
El guion no se escribió de una manera ortodoxa, es decir, no se buscaron argumentos, ni tratamientos, ni una financiación al uso, sino que aquí se partió de las referencias que le han llevado al director a tener un alto y muy marcado gusto por el buen cine.
“Occidente” vendría a ser en realidad un fresco reflexivo sobre esas inclinaciones y preferencias de su autor, ante la evidencia que él encuentra de que toda obra cinematográfica ya está condicionada por los grandes, inclusive antes de la escritura del guion, y a pesar de que él mismo también reconoce que no le gusta estar atado a nada, con la satisfacción de haber encontrado un equipo que le ha apoyado en la finalización de un proyecto que se construye desde otro lugar diferente al más convencional. Y eso ocurre así porque a Jorge le gustan temas como la filosofía y la poética y una estructura más clásica le habría impedido al final hablar de esos asuntos en una película tan libre como imperfecta.
El director responde las preguntas de Cinestel:
– El cine mainstream siempre coloca al star system por delante, es decir, a actores y actrices que son referentes en ese sistema. ¿A ti te molestaría si alguien va a ver tu película solamente porque sale Mario Gas?
Tú y yo tenemos ya una edad, pero las nuevas generaciones no saben quién es Mario Gas, por desgracia para ellos. No tenemos ningún respeto por la gente que ha construido algo, pero Mario Gas es una eminencia, es un monstruo. Yo cuando hablé con Mario para hacer este proyecto, le gustó y decidió hacerlo, aun cuando el trato que tengo con él no es de pleitesía, aunque estoy disfrutando del hecho de que Mario esté en la película.
Pero claro, yo miro la película y es una obra absolutamente independiente, que es muy complicado que llegue a muchas personas, pero tengo a Garrido, que es un actor con un peso intelectual que es imposible de encontrar, porque es alguien con quien te puedes poner a hablar en profundidad realmente de algo. Garrido es así y Mario también. Venimos de otro mundo.
Por otro lado, Paula me parece una excelente actriz, e Isak también, que aunque viene de otro mundo también decidió apuntarse a esta aventura a pesar de que esas apariciones en el film le van a aportar poco a su carrera. También está Gonzalo Cunill que es un pedazo de actor. Entonces, yo estoy tan contento con los actores que he tenido,… son tan súper actores, que eso igual lleva a la película a un lugar extraño.
– Y dentro del relato estableces algún tipo de paralelismo entre el mundo rural y el urbano que yo relaciono con la represión. ¿Era esa tu idea?
Se establecen muchas jugadas dialécticas en la película. Más que entre lo rural y lo urbano sería entre lo industrial y lo natural, entre lo artificial y lo natural, y tal vez, como tú dices, entre el campo y la ciudad. Sí, por qué no. Además hay un momento en que se ven unas personas como ahorcadas en la película y la protagonista pregunta “¿Quiénes son?” y le responden: “Gente que creía en la distinción entre el campo y la ciudad”.
Realmente aquí lo que hay es una reflexión sobre ese concepto que tenemos mucho de libertad, sobre el cual yo no estoy nada de acuerdo, en que la gente piensa que la libertad es la falta de encontrar el lugar mítico, quizá el de la infancia de Welles, que lo hacía muy bien cuando decía que “no hay lugar mítico, está la edad que te lleva a la muerte y te quedará el recuerdo. No quedará nada más”. Lo repetía en sus películas, en la primera, pero también en “Sed de mal”.
Yo soy pesimista en ese sentido y para mí esa definición no consiste en que uno pueda encontrar la libertad en algún sitio, sino que ese será un asunto interior y se ejercerá en uno; pero el lugar mítico en el que tú aspiras a alcanzar la libertad es el sitio en el que vive el esclavo en realidad, y el esclavo está pensando que el lugar en donde tú vives es el de la libertad, como sucede hoy en día.
Verdaderamente creo que podría hacer más películas para desarrollar los temas que planteo en “Occidente”, pero aquí lo que quería era trasladar la idea de un fresco, de una pintura abstracta.
– Sí porque por ejemplo hay algunas imágenes que creo que pueden calar muy hondo, como puede ser la representación que haces de la tortura con un fondo industrial. ¿Cómo te planteaste hacer ese contraste?
Es un momento delirante que posee la película y si hubiéramos tenido más recursos, igual habría quedado más efectista. Es todo muy burdo en “Occidente”. Pero sí, a la gente se la tortura por soñar en la libertad y cosas así, y entonces, delante de ese fondo industrial donde hay gente mirando, es todo muy simbólico con unas imágenes muy poderosas.
No quiero decir tampoco que la industria sea el demonio. Para nada. Occidente nos ha llevado a la construcción de un mundo de explotación de recursos, de dominio sobre la naturaleza, y la gente al final el modo de vida que tiene es éste. Para mí no hay un punto en la Historia en el que podríamos haber girado a un camino a la derecha que hubiera cambiado, sino que todo esto lo veo como un proceso freud-hegeliano y marxista.
A mí las industrias me parecen súper poderosas. La gente va a trabajar a ellas y yo cuando veo una industria veo una cosa estética, plástica. Es un lugar de una belleza extraña, muy extraña.
– ¿Es como si fuera algo externo, que está por fuera de la humanidad?
Sí, de hecho mi padre trabajó en esas industrias. Osea, yo soy hijo de proletario, no de la burguesía, y eso es importante que a la hora de ver la película se dijera.
– Pero igualmente también colocas al amor como otro de los conceptos básicos de la historia, y a ello se une la relación entre los humanos.
¿El amor es importante o lo importante es amar? Me pregunto. Sí, pero en “Occidente” no vemos una pareja ejerciendo el amor porque la película no va de eso. No quería tratar una historia romántica de gente o de un drama amoroso, pero sí que hay una reflexión sobre qué es el amor. Aquí hay varias posibilidades y respuestas. En el fondo yo creo que el amor es expresión, no es concepto. Se ama.
– Y al mismo tiempo que hablas sobre el amor, también lo haces sobre una especie de tabla rasa que se está aplicando en el filme a una civilización.
Totalmente, sí. Y hacia ahí es donde yo creo que vamos, pero además elegantemente.
– E igualmente impresiona que emplees el tomavistas como un arma, en otra alegoría más de lo que está explicando la película.
¡El cine como arma! Que sería casi como que volviéramos a los 60, a los 70 y a los 20, habría que decir. ¡Y el cine-ojo y el cine-arma! Además es un plano que se repite en esta jugada dialéctica que hay todo el rato en la película. El protagonista lleva la cámara y es filmado frontalmente, como si en realidad disparara al espectador.
La protagonista lleva otro tipo de armas. Ella maneja escopetas en algún momento de la película y apunta al espectador también, estableciendo ese paralelismo tan claro de que la cámara es un arma. En este caso un arma de la reflexión, y yo creo que ha de serlo, aunque en el fondo no quería que fuera tan evidente, pero sin entrar en los tópicos creo que el cine y el arte en general debe ayudarnos a reflexionar, aunque sea equivocadamente, aunque sea de una manera fallida o imperfecta, pero creo que hoy en día estamos muy lejos de ese concepto. La obra de arte ha de ser, en cierta manera, revolucionaria e incluso desagradable y no aceptada.
Y es que mis maestros por desgracia fueron otros diferentes a los que hacen “Vengadores” y esas cosas. Mis maestros son los maestros del cine, aunque yo soy mal alumno.
– Y la tradicional y lamentable sumisión de la mujer también la has incluido en el film.
Sí, lo que pasa es que ya me han dicho que no desde un punto de vista de hoy, moderno y feminista. Es decir, porque no le doy escapatoria. Pero es que, en realidad, no le doy escapatoria a ningún personaje. Entonces, de una manera muy visceral o teatral, la mujer está representada como lo que ha sido a lo largo de la Historia: una especie de apéndice o apósito para el goce de la mirada del hombre.
Yo supongo que hay gente que espera ver mujeres que disparan bazocas, así hablando provocadoramente, como una manera de empoderamiento. Pero en mi película está también la dialéctica hombre-mujer muy presente, y también se puede leer en clave de que la mujer sometida históricamente a ese tipo de tratamiento, -sobre todo en el cine que ha convertido a las mujeres en un objeto sobre ese goce de la mirada-, es la que se ve reflejada en esta película para reflexionar sobre ello. Y al mismo tiempo, deja una cosa clara que igual se pierde, y es que es ella la que se pregunta por el amor y la que le dice al protagonista en un momento determinado que él es muy listo y que sabe hablar muy bien, pero que queda la expresión de las cosas en la expresión del amor.
La expresión de las cosas en realidad es el arte. Por lo tanto, en este caso la mujer es en cierta manera la salvadora, la que a una persona muy intelectual como soy yo, le dice que ésta es la expresión de las cosas. Y no tiene nada que ver con que sea mujer u hombre, porque hoy parece que en tiempos en que estamos buscando la igualdad, estamos ahondando aún más en la diferencia, cosa que me parece un poco contradictoria. Es decir, en esta película es la mujer. En la próxima podría ser él el que fuera a la inversa, aunque ya me han dicho que la visión de la mujer en mi película es muy esclava, pero aquí la intención fue que estuviera representada como un objeto del goce de la mirada.
©José Luis García/Cinestel.com