“Paula”, de Florencia Wehbe, los inaccesibles estereotipos de belleza
La influencia perniciosa de algunos mensajes publicitarios, unida a una cultura de herencia patriarcal todavía no resuelta, suele crear efectos no deseados durante la etapa adolescente en algunas chicas. Este hecho que puede considerarse grave en el desarrollo de cualquier persona ha sido tratado en la más reciente ficción de la directora cordobesa Florencia Wehbe que estos días se presenta en premier mundial, dentro de la competencia argentina del BAFICI 23.
Paula tiene 14 años y escribe en un blog en el que trata de expresar lo que ella siente, al tiempo que graba cosas con su celular y las sube a internet, exponiendo a su familia y a sus amigas.
El guion de “Paula” reproduce la facilidad con la que una persona tan joven puede caer en una importante depresión motivada por los inaccesibles estereotipos de belleza que subliminalmente se nos sugieren con demasiada frecuencia.
La mirada propia y la de los demás con respecto a una misma, el sentirse culpable por algo de verdad intrascendente o la exorbitante atención e interés hacia las redes sociales y las aplicaciones que se consiguen a través de internet, puede generar situaciones tan indeseadas como la aquí descrita y mostrada por Lucía Castro, la actriz protagonista de esta historia entretenidamente agridulce.
El film es una coproducción entre Argentina e Italia, la cual las productoras Bombilla Cine y The Piranesi Experience la afrontaron tanto desde el plano económico como el artístico.
Florencia Wehbe responde las preguntas de Cinestel:
– ¿Paula quiere ser como su hermana mayor o tal vez anda buscando una aceptación social que cree no tener?
Ella quiere ser como el mundo le dice que tiene que ser, dentro de una sociedad patriarcal consumida por estereotipos inalcanzables. En ese sentido, Paula está rodeada de personas que están mucho más cerca de ese cliché y a quienes ella les mira con una mezcla de admiración y de envidia. Y seguramente si hiciéramos la película desde el punto de vista de su hermana, lo más probable sería que esa otra chica también tendría otros estereotipos que le han enseñado y a los cuales aspira, pero a los que tampoco puede llegar.
Más allá de patologías como la bulimia y la anorexia a nivel sociocultural y psicológico, la película trata justamente de eso que nos han enseñado de que nunca somos del todo «aptos». Siempre somos o demasiado flaca o demasiado gordo o narizotas. Nunca somos suficientes, especialmente porque en esta sociedad conviene que la mujer no se sienta bien y además consuma como loca dietas, tratamientos estéticos, cremas,…
– En “Paula” se muestra la fase más crítica de la anorexia y la bulimia sin que hayas querido regodearte con esa desgracia. ¿Quisiste así evitar al espectador morboso o ávido de situaciones extremas?
Mi idea fue no tratar ambos padecimientos como una enfermedad en sí misma, porque también comprendo que estos trastornos no tienen que ver solamente con intentar cumplir con unos estereotipos. Entiendo que igualmente se producen por otras circunstancias: por una sensación de abandono, por conflictos con el padre o por un estrés extremo. A veces no es tan simple a como yo lo muestro en la película.
No quise ahondar en la enfermedad como una patología porque me parecía un poco irresponsable, pero sí contar ese descontento y cómo todas estas herramientas que llevan a esas dolencias patológicas -y de maneras más graves a nivel salud-, sin necesidad de caer internado en una clínica u hospital, terminan siendo mecanismos destructivos para quienes en algún momento entendemos que nuestro cuerpo no es suficiente y necesitamos cambiarlo de manera urgente.
Insisto en que los trastornos alimenticios no tienen por qué ser siempre cuestiones de gravedad en el ámbito de la salubridad. No es necesario terminar siendo alimentado con un suero o dejar de menstruar para tener un desorden alimenticio. Hay quienes tenemos una relación tóxica con la comida porque estamos contando calorías o porque hay alimentos que nosotras mismas nos prohibimos, ya que sufrimos mucho al no entrar en una ropa. Todo esto son en realidad pequeños gestos de estos trastornos que nos acompañan a lo largo de una vida y que los hemos normalizado tanto como sociedad, que hasta a veces nos cuesta entender que no es normal, que eso no está bien y que nos está haciendo un daño. Y eso es lo que la película quiere contar. Es nuestra responsabilidad no pasar este problema a las generaciones futuras.
– ¿Entonces vos te acercaste a este tema desde una experiencia personal-familiar?
Sí, la película tiene mucho de autobiográfico -con mayor profundidad incluso en las versiones primeras del guion-, porque en realidad este proyecto surge de la necesidad de contar mi propia experiencia personal en la adolescencia y cómo fui generando una relación muy tóxica con la comida. Tanto es así que ya hoy en día hay muchos alimentos que no puedo consumir porque me generan malestar estomacal y que, si bien una intenta buscar implicaciones médicas, en mi interior creo que tienen que ver más con que sé que me engordan -y no porque me caiga mal la harina-, pero a medida que eso se transforma pasa de ser un vómito personal a transformarse en un proyecto artístico y cinematográfico, y es ahí donde, gracias a mis tutores del Gleyzer y a mis productores, pude soltar toda esta parte muy personal que tenía el proyecto y ponerla un poco más a disposición de un público al cual yo quería llegar.
Ahí fue donde comprendí que “Paula” no podía estar ambientada en los 90-2000, que fue la época en que a mí me tocó vivir todo esto, sino que tenía que estar encuadrada en la actualidad porque yo no quería contar esto como un problema viejo que ya no existe más, sino que como algo que sigue ocurriendo.
– ¿Y ése fue el motivo por el que llegaste en este filme hasta las redes sociales y las aplicaciones informáticas?
El tema de internet fue algo que a todes nos costó mucho incorporarlo porque claramente ninguna de las personas que estaba en el equipo hemos sido adolescentes con redes sociales. Entonces fue un desafío lograr comprender cómo influyen estas nuevas tecnologías en un adolescente hoy.
En eso nuestra protagonista y quienes interpretan a sus amigas nos ayudaron un montonazo y nos guiaron mucho, porque queríamos hacerlo fiel a la actualidad y no exagerar en el drama ni tampoco subestimarlo.
Yo creo que las redes sociales ahora son la nueva televisión y que, si bien su entorno no colabora, también se presenta un poco como víctima de lo mismo que nos pasó, sólo que en otra década. Su madre seguramente también fue víctima de las mismas presiones sociales patriarcales, pues en su época tenía diarios, revistas y televisión que le vendían cuerpos irreales y la llenaban de mensajes contradictorios.
El tema es que hoy son las redes sociales las que les restan mediante la hostilidad y la cantidad de flujo de información por minuto que estas chicas tienen al alcance de la mano sin ningún tipo de control.
No podría decirte si es más grave o menos grave, porque también comprendo que esta nueva operatividad también trajo un montón de cosas que están buenísimas, como los mensajes de positividad o poder expresar en palabras un montón de cosas que nos pasan, pues a lo mejor antes no teníamos ningún sitio público en el cual encontrarnos con quienes estaban pasando por este tipo de situaciones. Así que este tema tiene esta doble vara, como absolutamente todo en esta vida, en la cual el mensaje dañino está también más al alcance de la mano.
– A mí otra cosa que me llama la atención de tu película es la manera en que utilizas el sonido, sobre todo para dar ambientación a cómo es la vida de estas chicas desde esa misma perspectiva actual. ¿Te fijaste tanto como así lo parece en este punto concreto?
Sí, eso también es muy loco por cómo te das cuenta de que con el tema de las redes sociales, la vida cotidiana de las y los adolescentes de hoy es mucho más sonora que la nuestra. Nosotras no estábamos con ese ruido constante. Ellas tienen el celu en la mano todo el día y les suena todo el tiempo, les saltan estas historias de las redes y tienen esa relación con el ruido, así que disponen de muy pocos espacios de meditación y silencio.
Creo que todo eso está muy bien logrado y que los chicos de 440 Estudio en Córdoba hicieron un trabajo hermoso junto con Emiliano, que fue el postproductor de sonido, porque trabajamos muy a la par. Yo soy bastante ignorante en muchas cuestiones técnicas del cine, entonces por ahí me cuesta el cómo, aun cuando sí sé qué quiero, cuál es el fin y qué deseo contar.
– También la dirección de actrices y actores está muy lograda y te quería preguntar acerca de la protagonista Lucía Castro, pues esta historia está enfocada desde su mirada. ¿Tuvo que perder peso para hacer la película?
Lucía se presentó a un casting con más de doscientas chicas y brilló. Después en base a ella conformamos el resto del grupo de las niñas y Ricardo Ryser, un dramaturgo y director de actores de Córdoba (Argentina) que es un genio, me ayudó muchísimo con ellas, que eran todas actrices naturales y no tenían experiencia previa frente a cámara, aunque algunas ya habían hecho teatro.
Pero como te decía, ellas aportaron un montón. De hecho, cambiaron algunas palabras que estaban escritas en el guion que les parecían de vieja, de modo que me ayudaron a modernizar el lenguaje y así pude llegar a esta nueva generación que una desconocía por no ser la mía.
En cuanto al peso, a Lucía no le hicimos adelgazar bajo ningún concepto, porque iría en contra de todo lo que estoy contando en esta historia. Sí que la ayudamos para abordar el tema de su degradación física, con maquillaje y un poco con la ropa, pero pasó algo muy loco que fue que el director de fotografía en la película, Nadir Medina, mi mano derecha en el rodaje, cuando vio el primer corte de la peli me hizo la observación de que parecía que Paula estaba de verdad más flaca en la parte final. En fin, así es la magia del cine.
©José Luis García/Cinestel.com