“Pullman”, de Toni Bestard; una hermosa e iniciática amistad infantil
Estreno en Filmin
Toni Bestard (El Perfecto Desconocido, I am your father) convoca al público cinéfilo a ver su más reciente ficción, “Pullman”, una historia basada en la amistad entre dos niños que sin habérselo propuesto previamente se lanzan a una aventura iniciática por distintas zonas de la isla de Mallorca.
Daren y Nadia son vecinos en los apartamentos Pullman, situados al principio de Cala Major, un barrio de la ciudad de Palma que marca el inicio de la zona turística en uno de los lados de la bahía.
Los dos son mallorquines hijos de inmigrantes que viven en situaciones económicas difíciles, y en el primer día de sus vacaciones de verano se juntan para intentar explorar lo que para ellos podría significar la trastienda del paraíso.
En ese viaje de iniciación también se van a encontrar con situaciones distintas y personajes inesperados con los cuales interactuar o evitar.
La película contiene algunas escenas que recuerdan claramente las del cortometraje “El Viaje”, que en el año 2002 rodó Bestard en Madrid con guion de Arturo Ruiz Serrano. Ambos trabajos tratan de adentrarse en la cara oculta de ciertas cosas que pese a tenerlas cerca, por diferentes motivos suele ser muy difícil que las veamos o que las reconozcamos.
Lo que “Pullman” tampoco esconde es la lamentable influencia de ese turismo barato del todo incluido que algunas zonas costeras llevan padeciendo a lo largo de más de dos décadas. Las decisiones del montaje del film son aquí claves para comprender la importancia que cobran algunos temas. Y todo ello además muy conectado a situaciones que a la mayoría de espectadores les tocará muy de cerca en su infancia, pues la relación amistosa de estos niños los puede hace transportar inevitablemente como espectadores a aquella época.
El director nos cuenta que los apartamentos Pullman “están a escasos 600 metros del Palacio de Marivent, lo cual es un gran contraste, y aunque en los últimas temporadas han ido mejorando un poco su imagen, en los años 90 y a principios de los 2000 era un lugar muy polémico, con un alto grado de delincuencia y sucesos, pero por suerte esto ha ido aflojando un poquito y ahora hay muchas familias trabajadoras e inmigrantes que viven en ese edificio colmena que en los años 70 era un hotel de apartamentos casi de lujo, con bastante renombre, y que ha ido decayendo con el paso de las décadas”.
“Me interesaba mucho ese perfil de personajes que viven ahí -sigue diciendo-, y por lo tanto la historia empieza en ese sitio, pero después se desarrolla por diferentes lugares y localizaciones turísticas de Mallorca”.
– “Pullman” es la amistad entre un niño musulmán y una niña que procede de una familia monoparental. Y si sus respectivos padres son llegados de afuera, ¿te quisiste adentrar de esta forma en el terreno de la inmigración y de este tipo de ‘forasters’, que es como se les llama en la isla?
En Mallorca evidentemente nos hemos acostumbrado a convivir con muchas culturas y en los Pullman hay un nivel de multiculturalidad muy elevado, pues hay familias musulmanas, africanas, de Europa del Este, españolas, alemanas,… hay de todo. Entonces, me interesaba contrastar dos culturas, aunque ambos niños ya son españoles, pues han nacido y crecido aquí. Fueron los padres quienes vinieron a Mallorca a buscarse la vida de alguna manera, pero con diferentes resultados.
Así que en el trasfondo de la historia está la inmigración, pero también está ese choque cultural, aunque al final los niños están por encima de todo ello y surge la amistad y la convivencia entre ambos, aun cuando sus familias están puerta con puerta y prácticamente no se relacionan.
– Hay algunas partes de la película en las que muestras a estos dos protagonistas en zonas comerciales, donde ellos ven los productos de consumo como algo inaccesible. ¿Ahí quisiste hacer una crítica a las precariedades de determinadas familias?
Lo que no quería es caer en esa tendencia de estar siempre idealizando la isla, pues aunque es verdad que es maravillosa, también es cierto que existe gente -y más ahora con lo que está sucediendo y lo que ocurrirá después con la recesión económica en la que entraremos, sobre todo en el sector turístico- que vivían con trabajitos relacionados con la gente que viene de viaje, y que no tendrán para llegar a final de mes. Ese contraste yo lo quería mostrar en “Pullman”, especialmente el de la opulencia y la marginalidad en tan poco espacio de distancia con el Palacio de Marivent.
Luego, cuando los niños emprenden el viaje, van saltando de contraste en contraste. Desde el centro comercial, al cual tal vez no es que no puedan acceder sino que quizá no acostumbran a ir de compras con los padres, siendo una cosa tan normal, o pasar de estar en un parque de atracciones a un viejo edificio abandonado que antes era una sala de fiestas, o pasar de estar en un descampado a llegar a la piscina de un hotel. Esa era la idea, simbolizada por el edificio que le da el nombre a la película.
– El filme circula en algún momento hacia ese tipo de turismo de borrachera que tienen algunas zonas. Hay también una ligera referencia al balconing, por ejemplo. Y de esta forma parece que quisiste tocar estos temas polémicos, pero un poco de lejos. ¿No es así?
Yo quería profundizar en la observación de la reacción de estos dos niños, y no quise adentrarme demasiado en otras cosas ni entrar en el drama, así que todo pasa de una manera muy sutil porque al fin y al cabo el enfoque lo estamos viendo a través de los ojos de estos dos protagonistas que por su temprana edad están exentos de prejuicios. Entonces, al pasar ellos por esos espacios no saben qué es lo que está ocurriendo, pero la realidad está allí.
Lo que sí me interesó es mostrar a través de la película parte de este submundo que existe, porque creo que estamos un poco anestesiados referente a estos temas y me parece que no deberíamos de darles la espalda y darnos cuenta que detrás de la nevera reluciente, si la movemos, pues hay un poquito de oscuridad que no deberíamos dejar de lado e intentar ver cómo se puede solucionar.
– En algunas partes de “Pullman” aparece un payaso caracterizado por Rafel Ramis, quien ya también había participado en “El perfecto desconocido” (2012), y a quien los seguidores del cine conocimos a través de “Yo” (2007), de Rafa Cortés, siempre preguntándonos cómo un actor así no se había prodigado más en los filmes. ¿Es porque él no ha querido o porque quizá se ha dedicado más al teatro?
Me gusta mucho que hagas referencia a Rafel, porque aparte de haber trabajado conmigo en dos ocasiones, es de mi pueblo, Bunyola. Él se apunta a un bombardeo si hace falta, y eso que ya está retirado, pues fue un actor de teatro que tuvo un cierto recorrido aquí en Mallorca, y sí que estaría encantado de participar en más cosas. De hecho él ha actuado en series de la televisión mallorquina y es maravilloso, así que siempre que puedo “rescatarlo”, o tenerlo en algún papel, no lo dudo. Yo de pequeñito ya iba a ver sus obras de teatro en Bunyola. Es un crack y ojalá que algún director de más renombre que yo alguna vez lo descubra, aun cuando ya tiene más de 70 años.
– También has contado con gente que ha colaborado desinteresadamente en la película, algunos de ellos en puestos clave para el desarrollo del film. ¿Es algo que destacarías de este proyecto?
De otro modo no podríamos haber hecho “Pullman”, porque es una producción muy independiente, con muy poquitos medios. Nos lanzamos a la aventura un equipo de 10 personas durante el rodaje. Yo mismo he escrito el guion con Arturo, también he montado la película, soy co-productor sin cobrar por ello, y lo he hecho porque me apetecía contar esta historia y no quería estar atado a los tiempos habituales que exige levantar una producción.
El filme ha sido acabado en un tiempo récord, con poco dinero, y la única forma ha sido conseguir ayudas, por ejemplo de muchos actores que habían participado en algún cortometraje mío; aquí están haciendo un cameo u otras cosas, colaborando con la película.
– Sé que es un tópico, pero hay quien dice que trabajar con niños y con animales es muy difícil en el cine. Aquí también aparece en algunas escenas un perrito. ¿A ti te fue difícil trabajar con estos protagonistas y con el perro?
Eso lo decía Hitchcock, lo difícil que era trabajar con niños y animales. Lo que yo veo es que los niños son niños y no son actores formados; entonces durante el rodaje había algún momento del día en el que tenían que jugar y desconectar. Teníamos que ajustarnos a sus ritmos. A mí a veces no me quedaba más remedio que chantajearles con un helado (risas) para poder continuar al cabo de un rato, e incluso un día no me quedó más remedio que al terminar el rodaje, acompañarles a un local de saltos de camas elásticas, Palma Jump, y allí estuve una hora con ellos porque sino no me hacían el plano que yo quería que hicieran.
Evidentemente, no es fácil trabajar con niños porque te cambian mucho el plan de rodaje y tienes que tener mucha paciencia, pero también es cierto que el resultado que te da cuando funciona te devuelve mucha verdad, pues aunque no tienen experiencia, están interpretando y te dan esa verdad que quizá en otros actores no encuentras. Es decir, que una cosa compensa la otra.
©José Luis García/Cinestel.com