«La Salada» de Juan Martín Hsu; la esencial integración de la inmigración

El argentino de ascendencia asiática Juan Martín Hsu presentó este año en el BAFICI su ópera prima «La Salada», una película que nos revela las virtudes de vivir en la diversidad, pero también la fragilidad y las debilidades que en sus personajes provoca el desarraigo. En esta experiencia vital se debe conjugar el deseo de integrarse en la vida de Buenos Aires con la añoranza de una cultura y forma de vida que ahora está lejana pero cuyos ingredientes principales y valores también se quieren conservar. Entre los premios que recibió este proyecto se encuentran uno en La Habana y otro en Cine en Construcción de San Sebastián.
Protagonizada por Yun Seon Kim, Chang Sun Kim, Ignacio Huang, Limbert Ticona y Paloma Contreras, la película tiene un tratamiento desparejo en su narración que claramente se ha hecho con la intención de otorgarle una mayor entidad al conjunto del relato. De esta forma, durante la primera media hora vamos a ir conociendo y familiarizándonos con los personajes que componen las tres historias cruzadas de que consta «La Salada», título que toma el nombre del mercado o feria callejera más grande de Latinoamérica, que está en Buenos Aires y que fue montado por inmigrantes bolivianos allá por el año 1991.
Martín Hsu procura que el espectador poco a poco se vaya haciendo una idea más precisa sobre cómo ve a cada uno de sus personajes para que cada cual piense lo que quiera pensar sobre ellos, según sus creencias, opiniones y postura personal en la vida. Es ahí donde vemos que cada inmigrante es un mundo y que las ideas preconcebidas y los prejuicios sobre una comunidad concreta no tienen lugar. El realizador es en un principio bastante generoso con los tiempos de aproximación a las distintas historias de vida.
Muy en resumen, para no revelar demasiado sobre las tramas, el filme nos acerca a Huang, un joven taiwanés que se gana la vida haciendo copias truchas (fraudulentas) de DVD’s mientras que para integrarse aprende castellano viendo esos vídeos; a Yun Jin, una chica coreana que se encarga de ayudar a su padre en el día a día de varios puestos de venta que posee en La Salada; y a Bruno, un joven inexperto y naif que llega a Buenos Aires desde Bolivia para ganarse la vida y pasa por distintos trabajos hasta conocer al padre de Yun Jin, quien lo respeta y aprecia casi como al hijo que nunca tuvo. Este último personaje está inspirado en la conocida novela de Sergio di Nucci, Bolivia Construcciones.
También hay otros personajes menores pero que tienen su importancia dentro del relato. Están entre ellos, dos de nacionalidad argentina que por su profesión se relacionan con esos inmigrantes. En ambos casos, nativos y llegados, vamos a observar que los prejuicios suelen estar presentes a la hora de desarrollar sus emociones, incluso las más simples y habituales. Quizá el que llega del exterior teme no ser comprendido, mientras que tal vez haya argentinos que les gustaría conocer más sobre esas otras culturas pero sus miembros les parecen inaccesibles y herméticos.
En menor medida, y aquí solo ocurre en uno de los personajes, están los que prefieren seguir viviendo como lo hacían en su país natal y no hacen el más mínimo esfuerzo por hacerse entender con los nativos. En ese aspecto, «La Salada» revela que en algunas ocasiones la discriminación se da por ambas partes. Igualmente, la misma película nos destapa esos puntos de incoherencia que la mayoría de las veces no se saben abordar: por un lado les gustaría a los llegados mantener un vínculo sentimental con ese lugar que los recibe, pero por otro tienen la sensación de que jamás podrán regresar para quedarse en el hogar que los vio nacer. Más difícil es todavía el caso de la joven coreana cuyo interior más profundo deambula entre una curiosidad por integrarse en la cultura argentina y una casi obligación personal de mantenerse dentro de su cultura originaria. Ese choque entre Oriente y Occidente está muy presente en todo el film, así como también el enorme interés por el trabajo que manifiestan los bolivianos abordado desde una concepción inocente.
Juan Martín Hsu es hijo de taiwanesa y padre chino. Estudió la carrera de Diseño de Imagen y Sonido en la Universidad de Buenos Aires. Realizó varios cortometrajes como director, algunos de ellos muy premiados, como «Ropa sucia» (2006). También produjo otros cortos, como «La loca Matilde» de Alberto Romero y «Feliz Navidad» de Ezequiel Yanco y Marcelo Pitrola. Trabajó como editor de guión en el largometraje documental «Creating Enemies» dirigido por Richard Mahoney, y como asistente de posproducción en «Una semana solos» de Celina Murga, «Los suicidas» de Juan Villegas y «Yo la recuerdo ahora» de Néstor Lescovich. «La Salada», su primer largometraje, obtuvo además en 2011 el Premio del Concurso de Opera Prima del INCAA.
©José Luis García/Cinestel.com