«Viola» de Matías Piñeiro; explorando el mundo femenino

Pocos cineastas argentinos se han dedicado hasta la fecha a indagar en el universo de las relaciones entre mujeres como lo ha hecho Matías Piñeiro, sobre todo en esta película que fue presentada en abril en el BAFICI y que en poco más de una hora nos muestra un grupo de actrices entregadas a su trabajo de intentar representar bien una obra de Shakespeare con un lenguaje sensual y depurado.
Son cuatro las actrices que ensayan una y otra vez y representan la obra teatral Noche de Reyes. El lenguaje es sensual pero Piñeiro también pone el foco de la cámara apuntando a primeros planos como si tratase de capturar lo esencial de los gestos y las miradas mientras van hablando y conjugando esas palabras con una fotogenia muy bien conseguida.
El realizador, que actualmente radica en ese Manhattan que siempre nos recuerda las viejas películas de Woody Allen, es un admirador confeso de la literatura shakespeariana y ya en 2011 estrenó su mediometraje «Rosalinda» que inició esta cadena de relatos con nombre de mujer que están inspirados en Las hijas del fuego (Les filles du feu) de Gérard de Nerval. Piñeiro nos traslada a la actualidad, situaciones que fueron pensadas y plasmadas sobre el papel en 1854. Aunque aquella colección de narraciones cortas tenían como escenario Ilíria o la antigua costa de Albania, en «Viola» es Buenos Aires donde esta historia acontece.
Viola es una chica (María Villar) que tiene con su novio (Esteban Bigliardi) una empresa de repicado clandestino de películas en DVD que han bautizado como ‘Metrópolis’, nombre que nos recuerda el filme de Fritz Lang, y se dedica a repartir las copias a domicilio transitando en bicicleta por la capital.
En el medio de todo esto, el realizador nos va dando información a cuentagotas que nos ayuda a construir un todo en un entramado de artificios dramáticos que giran en torno al cortejo y al amor, a la soledad y al ansia existencial, al arte y al gozo de vivir. La construcción narrativa, que en un principio está claramente delimitada a los textos prefijados en la obra, contiene un giro a modo de contraste final con una improvisación musical y la constatación de que vivimos en un mundo con límites.
©José Luis García/Cinestel.com