Entrevista a José Celestino Campusano sobre «El Perro Molina»
Estreno en Buenos Aires, Córdoba y Rosario.
Existen cinéfilos y miembros de la crítica cinematográfica que piensan que todo está inventado en el mundo del cine, pero la propuesta del equipo del argentino José Celestino Campusano desmiente rotundamente esa afirmación. Y no es sólo que las películas que hacen, como diría Carlos Morelli, forman parte del «cine que nos mira», sino también que su esquema narrativo es muy diferente y original si lo comparamos con lo visto hasta ahora porque, además de acercarse a los márgenes de una sociedad con sus clases y niveles predeterminados, nos presenta de una manera muy directa situaciones y vivencias que suceden todos los días a nuestro alrededor pero cuya mayor precisión desconocíamos.
Decidido a indagar nuevamente en ese mundo marginal, pero sin regodearse en sus miserias ni simplificarse en el gusto o la preferencia por el atrevido héroe estrella que inunda algunas historias policiales o thrillers que todos hemos visto o leído alguna vez, Campusano avanza en esa presentación audaz y auténtica de sus filmes con «El Perro Molina», una historia que nos habla sobre la importancia de la lealtad entre los amigos a través del drama amoroso de un comisario y su bella esposa, quien se entrega a la prostitución para recriminar ciertas actitudes del marido, involucrando a Molina en una más que probable tragedia que se avecina.
Las obras de José Campusano son seguidas con interés en toda América del Sur y no tanto en otros lugares por motivos ajenos al mero atractivo para el público. El realizador piensa que la mayoría de los festivales de cine del hemisferio norte cobran una cuota de inscripción a todos los que quieren presentar películas con la intención de favorecer a una «casta» que es la que domina el mercado de producción y de distribución. Agrega además que «esas peliculas no las visualizan y las programaciones se deciden a fuerza de lobbys».
«El Perro Molina» se presentó en la Sección Oficial de Mar del Plata, donde recibió elogios. Sobre el filme y otros temas, el cineasta responde las preguntas de Cinestel:
– «El Perro Molina» es una película en la que diferentes actores asumen sus roles a medida que va avanzando la historia, pero evitando presentar a cualquiera de ellos como un héroe. ¿Sigues defendiendo esa idea en tu cine tan singular?
Totalmente. Yo creo que siempre ha habido otra cinematografía que se ha ocupado de crear un mito obsceno, que tiene muy poco de humano y que ataca y depreda todas las formas de materia. Es el héroe de Hollywood que para mí es de una bajeza muy elocuente. Nosotros básicamente lo que tratamos es que el personaje se apegue a las verdaderas características de los humanos.
– En «Vikingo» ya abordaste algo sobre el tema de la manipulación que llegan a padecer algunos jóvenes que aparecían en el film y aquí reaparece esta característica dentro del relato con fuerza.
Sí, hay toda una cuestión sobre eso. A la Argentina llegaron en los años 2001 y 2002 las famosas drogas de exterminio, el paco que en otros países se llama basuco, en Estados Unidos se llama crack, que han generado toda una debacle en muchos aspectos, ha muerto muchísima gente por ese consumo y en algún punto, no solo ahora, siempre ha habido gente ligada a un consumo bastante suicida de drogas. Hay drogas caseras inclusive, o el tema de inyectarse perfumes o bebidas alcohólicas para producir una borrachera más intensa también. En un momento, en ciertos estratos era como bastante común.
– En la película, por ejemplo, el comisario cree que puede disponer de la vida de alguno de esos chicos a su antojo. ¿Se puede llegar alguien así a creer tener tanto poder sobre la vida de los demás?
Sí, yo me he dedicado al comercio muchos años de mi vida y he conocido a varios comisarios que han sido clientes míos que circulaban con un automóvil totalmente destruido y antiguo porque no tenían nada que ver con la corrupción, y he conocido otros comisarios que compraban las comisarías porque justamente eran las que tenían más acceso a poder extorsionar a ciertos sectores de la ciudadanía. He conocido a ambos y en esta película nos ocupamos puntualmente de los comisarios corruptos.
– Igualmente aparece esa chica que se casó por amor con el comisario pero luego de darse cuenta de que su esposo transita otros caminos, lo deja pero queda como atrapada. ¿Es como que no tiene escapatoria en ese círculo vicioso que se crea?
Sí, en definitiva este hecho sucedió realmente muchos años atrás a muy pocos kilómetros de donde yo vivo en la actualidad y esa chica efectivamente pasó un poso depresivo, tuvo una suerte ahí como de desquicio por las ausencias y el maltrato en ese sentido. Ese comisario no la golpeaba bajo ningún punto de vista, pero sí la maltrataba con infidelidades y demás. Ella justamente por una cuestión de venganza se entregó al ejercicio de la prostitución, parece que hasta los últimos años de su vida.
– Entre los personajes se percibe todo un mundo de rivalidades e incluso de deudas por favores entre unos y otros. ¿Se podría decir que existen unos cuantos grupos distintos que operan en todo este sistema tan corrupto?
Sí, pero en realidad depende de hasta que punto corrupto, desde qué mirada. Creo que muchas veces estos códigos favorecen la subsistencia. Yo los he conocido muy de cerca y en algún punto no son tan nocivos, son bastante sutiles pero en alguna forma estos códigos hablan de un ejercicio cercano y manual ligado al Karma. Ése es uno de los factores que han desaparecido del cine del hemisferio norte, puntualmente de Hollywood, donde nadie tiene conciencia por cometer las atrocidades que cometen. En cambio, en todas nuestras películas como «Vikingo» y «Fango», el Karma es una ley poco menos que inquebrantable y hay toda una aproximación a ello que es la implantación de ciertos códigos de convivencia.
– ¿En «El Perro Molina» sigues fiel al sistema de que lo representen actores que no proceden del mundo profesional de la actuación?
Correcto, a mí me fascina porque es otro código de representación, y la verosimilitud estriba en que nosotros que provenimos de esos estratos sociales, entre todos nosotros, ninguno pone en tela de juicio la autenticidad de esta exposición. Aquellos que sí lo hacen es gente que no conoce este estrato y se da una paradoja bastante llamativa: es gente que no conoce y que de alguna forma cree que se trata de una puesta escénica artificial, y quiere que nosotros apuntemos a todo un artificio que entra dentro de una lógica de verosimilitud que es totalmente apócrifa, falsa. Entonces ahí se forma un cortocircuito bastante interesante. Como persona a la que le han mentido toda su vida, entiende que si uno expone una verdad, primero debería desvirtuarla y hacerla pasar como mentira, según cierto canon del área.
Nosotros no queremos tener que pasar por eso y básicamente estas palabras se usan habitualmente en estos estratos, los cuerpos se movilizan de esta forma, porque creemos que el lenguaje corporal es un porcentaje bastante alto de información que puede estar presente en una película, es más, debería de estarlo. El tema está en que lo intenso de los métodos actorales que tienden a hermanar las formas, a suavizarlas o hacerlas más reconocibles o funcionar dentro de un estándar, de alguna forma repelen todo aquello que no esté bajo el control. Yo creo que el arte no tiene que estar desde ningún punto de vista bajo control de nadie. Básicamente es una composición colectiva y uno se encuentra con este tipo de recursos expresivos.
– Aparte de esos recursos también en esta ocasión habéis mejorado lo que es la parte técnica. La película es igual de interesante que las anteriores tuyas, pero sí que se nota una mejoría en instrumentos técnicos.
Yo creo que justamente los recursos tienen que ser puestos en crisis. Por un lado, si no utilizábamos steadycam, grúa o travelling antes es porque no los teníamos, no porque no quisiéramos. Yo amo ese tipo de recursos, me encanta por decirlo de alguna forma y ojalá los pudiera tener en exposición permanente en mi comedor. Yo creo que esas facilidades hay que incorporarlas al cine que nosotros formulamos, que es netamente comunitario y que queremos que sea de alta gama, de modo que tenga las mismas prestaciones técnicas de ese otro cine que es a veces intensamente contemplativo, que no se involucra con la sustancia, o es un cine perverso de cara al mercado o no perverso porque en realidad queremos que éste como es comunitario se cueza con contenidos, personajes y producción que brota de la comunidad misma, tenga una terminación elocuente.
– Los proyectos del equipo de Campusano para un futuro son dos: acabar el montaje de «Placer y Martirio», un film sobre excesos sexuales amorosos de mujeres de 40 a 60 años de la llamada clase alta argentina, y otra producción multiprovincial que se filmará en Patagonia Norte en septiembre de 2015 que involucrará en un mismo rodaje a técnicos de todas las provincias argentinas. Campusano dirigirá la parte de ficción y Gustavo Gzain la documental que sigue todo el protocolo de la película.
Más adelante filmará en Chubut «El sacrificio de Nehuen Puyelli», mas otro guión que está escribiendo para rodar en Bariloche y un par de proyectos de coproducción en Latinoamérica. Igualmente continúa el proyecto del Cluster Audiovisual de la Provincia de Buenos Aires como herramienta facilitadora de políticas de acción con su festival cine con riesgo que seguramente se convertirá en televisivo y hay en ese conjunto de profesionales unas seis películas inminentes con teaser y más largometrajes.
©José Luis García/Cinestel.com