«Stray dogs» de Tsai Ming Liang; seres alienados en una descomunal y descarnada ciudad

Forma parte de las dos películas que alcanzaron los más altos puestos en el palmarés del Festival de Venecia, donde fue premiada con el Premio Especial del Jurado. «Stray dogs» («Perros callejeros») es un film que recupera las formas narrativas de un director taiwanés que tiene asumido que la lentitud en el cine es una técnica que al espectador le va a permitir encontrar un camino entre tanta desorientación acumulada por inercia en las vidas de sus personajes tristes y marginados.
La película nos muestra a un padre y sus dos hijos que deambulan por los márgenes de la moderna Taipei, rodeada de bosques y afluentes de ríos. Una empleada de un centro comercial se encariña con los niños y los cuida. Mientras tanto, el padre malvive ganando algunos centavos sosteniendo el cartel de una inmobiliaria que ofrece departamentos de lujo, en la confluencia de varias vías de tránsito de automóviles durante largas jornadas de lluvia y viento. El desheredado y desahuciado que promociona la venta de viviendas, en algún momento del film entonará un desgarrador himno fúnebre en recuerdo de lo que podría haber sido la recuperación de una dignidad humana que por ningún lado se ve. El film contiene muy pocos diálogos hablados.
Lo más sorprendente de «Stray dogs» es que en realidad no está contando una historia concreta, ni siquiera la del padre y los hijos o la de la mujer que ayuda, por cierto que interpretada por tres actrices distintas a lo largo de la película. Lo que Tsai Ming Liang intenta es que sea el espectador quien emprenda la tarea de coser los hilos que en apariencia vemos sueltos, sólo aparentemente, meditando silenciosamente sobre quiénes somos, hasta dónde hemos llegado, qué es lo que hacemos y hacia dónde vamos en esta sociedad que privilegia la mecanización y el consumo porque sí; donde los humanos nos hemos ido cada vez más separando de la naturaleza propia del planeta y hemos perdido capacidades ancestrales de supervivencia en ese medio natural, como se podrá ver en una escena en un río.
Hsiao-kang, el padre, nunca para de fumar y se mea en esas calles casi siempre lluviosas y despejadas donde fluyen vehículos, pero casi ninguna otra persona como transeúnte. La familia vive en un local abandonado, siempre comen y se cambian de ropa juntos, se lavan en unos aseos públicos y acostumbran a dormir en la misma cama con una col que tiene una cara sonriente dibujada y que acabará simbolizando el mencionado desafecto que estamos teniendo los seres humanos por la naturaleza. No es que toda la película sea dura, porque también contiene escenas de ternura, especialmente con los niños que duermen fuertemente abrazados con el padre, aunque todo está mediatizado por ese ambiente de desolación donde los espacios adquieren un protagonismo fundamental incluso cuando vemos algún mural con un paisaje maravilloso.
La última escena está formada por dos larguísimos cortes fijos y estáticos, de unos quince minutos de duración total, que obligan al espectador a zambullirse de lleno en las emociones de los actores en sus deseos de amar y ser amados, su angustia, tristeza y melancolía. También es fácil preguntarse si en su momento se hizo lo correcto al ir abandonando la agricultura y el medio rural para masificar las ciudades y si esa atracción no fue producto de un caramelo envenenado, -en ese sentido, imponente una escena en la que Hsiao-kang está recostado en un nuevo y limpio sillón de masaje automático en el medio de ese local ruinoso y resquebrajado en el que viven-.
En este «Perros callejeros» de Tsai Ming Liang, vemos que el horizonte de vida y de relaciones de estas personas no va mucho más allá de esas cuatro paredes del lugar en el que habitan. El realizador vuelve con fuerza al tipo de personajes y situaciones que siempre han caracterizado su cine. En la presentación veneciana dijo que esperaba que ésta sea ya la última película que estrena. «No puedo hacer películas para el sistema. El cine para el consumo del público limita mi creatividad. Me desorienta esa velocidad impuesta que sólo mira por ganar dinero» -aseguró.
©José Luis García/Cinestel.com